PARÍS, 29 septiembre (PR/18) — Once años después de la instauración de drásticas cuotas de pesca que permitieron salvar al atún rojo, otra especie está amenazada: el atún obeso o patudo, cuyo destino se decidirá en las próximas semanas.

Ese atún tropical, que no se puede criar en cautividad, es apreciado en el “sashimi” en Japón o vendido en latas en todo el mundo, y aporta unas ganancias de miles de millones de dólares para la industria.
Pero su población mundial ha caído hasta el 20% de su nivel histórico, según un informe de científicos contratados por la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (Cicta).

Según los autores del estudio, la solución pasa por reducir drásticamente el nivel de pesca, o de lo contrario, las reservas podrían agotarse en 10 o 20 años.

El nivel de pesca actual supera en un 60% el que permitiría reconstituir de manera duradera las escasas reservas de atunes patudos.

“Para resumir esto de forma sencilla: hay demasiados barcos y no hay bastantes peces”, explica Paulus Tak, de la oenegé Pew Charitable Trusts. Asistirá en noviembre, como observador, a una reunión de la Cicta durante la que se renovarán o se revisarán las cuotas de pesca actuales.

Una sesión preparatoria tendrá lugar la próxima semana en Madrid. La Cicta, una organización intergubernamental que negocia acuerdos vinculantes con los países firmantes, aprovechará esa reunión para fijar sus recomendaciones.

El atún obeso (Thunnus obesus) se encuentra en los océanos Atlántico, Pacífico e Índico, y vive en aguas más profundas que otras especies de atunes tropicales, incluida la más famosa de ellas, la albacora.

En noviembre, su futuro dependerá en gran medida de Japón y de la Unión Europea, que el año pasado se llevaron la mitad de las 80.000 toneladas pescadas.

“Si acuden a la mesa de negociación con la voluntad de encontrar una solución, podremos conseguirlo”, dice Tak. “Pero si intentan ganar tiempo o toman decisiones que no ofrecen al atún patudo una oportunidad real de sobrevivir, las reservas seguirán reduciéndose”.

Miles de anzuelos

Eso fue lo que ocurrió en 2015, la fecha en la que se demostró por primera vez que la especie estaba en peligro.

En aquel momento, a pesar de las advertencias de los científicos, los países habían fijado niveles de pesca que ofrecían pocas posibilidades para que el pez reconstituyera sus reservas en un periodo de 10 años.

“No sólo no se inició ese proceso, sino que las cosas se agravaron”, lamenta Grantly Galland, científico de Pew que participó en la redacción del informe.

Los expertos consideran que reducir la pesca a 50.000 toneladas al año le daría al atún obeso un 70% de posibilidades de aumentar sus reservas de aquí a 2028.

Pero ¿cómo se puede conciliar la preservación de una especie con los imperativos comerciales de una industria? La Cicta ya afrontó ese reto en 2007.

La posibilidad de que la ONU añadiera una de las tres especies de atún rojo (Thunnus thynnus) a su lista de especies amenazadas obligó a la Cicta a instaurar una cuota pesquera y estrictas medidas de control durante 15 años en el Atlántico Este y el Mediterráneo.

Desde entonces, las reservas de atún rojo han empezado a aumentar, aunque un aumento de las cuotas en 2014 suscitó preocupación entre los defensores del Medio Ambiente.

En el caso del atún patudo, algunos reclaman imponer restricciones a los barcos europeos, especialmente los españoles, que pescan a cientos de peces en sus redes de deriva.

Las asociaciones también denuncian la actividad de los palangreros japoneses o taiwaneses, que arrastran inmensas líneas que contienen cientos o incluso miles de anzuelos.

Los expertos señalan, por último, una práctica legal que llevan a cabo barcos de grandes naciones pesqueras como España: faenan bajo el pabellón de países en vías de desarrollo que no están sometidos a
ninguna cuota de pesca

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AFP-NA