Por Sheila Casanave Ponti*.
Buenos Aires, 24 febrero (Especial para NA) — Si bien a escala mundial ya no se discute el calentamiento global y su asociación con el aumento de gases con efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, no todos los países tienen el mismo nivel de conocimiento sobre cómo se producen y el modo de mitigar sus consecuencias. En Argentina, los esfuerzos son relativamente recientes.
El efecto invernadero es un fenómeno natural por el cual determinados gases de la atmósfera retienen parte de la energía que el suelo emite, tras haber sido calentado por el sol.
Aunque esto ayuda a mantener el balance térmico de la Tierra para que la vida sea viable ?si no, la temperatura media rondaría los -18ºC?, al acumularse en exceso permanecen mucho tiempo en la atmósfera y provocan el aumento de la temperatura del planeta y cambios climáticos, regionales y globales, que inciden en los sistemas ecológicos acuáticos y terrestres, la agricultura, los bosques, la salud humana y las fuentes de agua.
A raíz del incremento en la concentración de GEI, la temperatura global promedio aumentó 0,77°C desde 1850.
En 1994, Argentina ratificó la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático y asumió una serie de obligaciones y la necesidad de contar a nivel nacional con mediciones propias de emisiones para conocer el aporte nacional al fenómeno global.
Mientras que en general, los inventarios nacionales se realizan en base a estimaciones ajustadas a la metodología sugerida por el Panel Intergubernamental de la ONU sobre Cambio Climático (IPCC), con algunos factores generados en países con diferentes condiciones ambientales y productivas, que las sobrestiman, lo que podría ser perjudicial, si países importadores decidieran aplicar barreras para-arancelarias.
En Argentina, según datos del Ministerio de Ambiente y Seguridad Alimentaria del 2017, el sector agropecuario es responsable del 39 % del total de emisiones de GEI del país.
De ese porcentaje, el 47 % se debe a la ganadería ? principalmente por el metano liberado?, el 39 % al cambio de uso de suelo y la silvicultura, mientras el 14 % es responsabilidad del sector agrícola. Si bien este último genera una proporción menor que la ganadería, el 98 % se debe a la producción de óxido nitroso, poderoso GEI que reside en la atmósfera por más de 100 años, con un potencial de calentamiento 296 veces mayor que el dióxido de carbono y un rol importante en la destrucción de la capa de ozono, que actúa como filtro de la luz ultravioleta.
La agricultura tiene un potencial de mitigación significativo, el cual podría cambiar su posición de gran emisor al de pequeño o incluso al de sumidero neto.
Las mejores prácticas de manejo del nitrógeno ayudarían a reducir las emisiones y hacer un uso más eficiente de este nutriente. Las prácticas como la reducción del disturbio del suelo, los manejos agroforestales, los cultivos de cobertura y el manejo del drenaje y humedales también ayudan a reducirlas.
La Unidad Integrada Balcarce realiza determinaciones de las emisiones en sistemas ganaderos y ?desde 2012? en agrícolas con diferentes manejos, en el marco de un proyecto de investigación y desarrollo dirigido por Fernando Andrade, y asociado al IPNI (Instituto Internacional de Nutrición Vegetal) denominado Productividad e Impacto Ambiental en Sistemas Intensificados de Producción de Granos en la región pampeana.
En el sistema intensificado se busca mejorar la productividad, pero no basándose solamente en el uso de insumos, sino aplicando los conocimientos de procesos generados a nivel local e internacional.
Este uso del conocimiento, permitirá mejorar la eficiencia de la utilización de los recursos con un menor impacto ambiental y manteniendo o mejorando la rentabilidad del productor. Los sistemas intensificados se basan en cuatro pilares: aumentar el rendimiento, la rentabilidad, la eficiencia en el uso de los recursos y disminuir el impacto ambiental, contribuyendo a una sustentabilidad económica, social y ambiental.
En el experimento en que estamos trabajando, evaluamos el efecto de dos sistemas de producción con dos niveles de intensificación de manejo del suelo y del cultivo.
El intensificado (MI), según prácticas probadas para la región, que se compara con un testigo (T) correspondiente al manejo que realiza un productor avanzado de la zona, que no incluye esas prácticas.
Para evaluar si existen diferencias de emisiones de óxido nitroso entre estos dos paquetes tecnológicos durante la rotación Maíz – Soja 1°- Cebada – Cultivo de Cobertura ? Maíz y sus barbechos, monitoreamos semanalmente, usando cámaras estáticas y cromatografía de gases.
Simultáneamente determinamos la concentración de nitrato, amonio, carbono soluble, humedad y temperatura del suelo a 10 cm de profundidad, para relacionarlos con la emisión en cada momento del año y situación de manejo.
Los resultados obtenidos hasta el momento demuestran que, en todos los cultivos, el MI favoreció el uso más eficiente de los recursos. Las emisiones acumuladas representan un porcentaje muy bajo del nitrógeno aplicado como fertilizante y la aplicación a la práctica agrícola del conocimiento de procesos, favorece la reducción de las emisiones de óxido nitroso.
(*) Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA)

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