Buenos Aires, 2 abril (PR/19) — La Iglesia Católica celebra hoy el día de San Francisco de Paula, ermitaño, fundador de la Orden de los Mínimos en Calabria (Italia), del siglo XVI y prescribió a sus discípulos que viviesen de limosnas, no tuvieran propiedad ni manipularan dinero y que utilizasen sólo alimentos de Cuaresma.
Llamado a Francia por el rey Luis XI, le asistió en el lecho de muerte, y célebre por la austeridad de vida, murió a su vez en Plessis-les-Tours en el país galo.
Nació en un pueblecito llamado Paula, en Italia, en 1416, a los 14 años fue en peregrinación a Asís y allá recibió la inspiración de convertirse en ermitaño, dedicado a rezar y a hacer penitencia.
Se retiró a la montaña, y ahí permaneció durante cinco años, rezando, en meditación y con agua y yerbas silvestres como alimento mientras que dormía sobre el duro suelo, con una piedra como almohada.
Pronto, varios hombres siguieron su ejemplo. Francisco tuvo que fundar varias casas para sus religiosos y, en todos sus conventos puso una consigna o ley que había que cumplir siempre.
Decía así: “Cuaresma perpetua”, lo que significa que en la alimentación se debían hacer las mortificaciones que antiguamente se hacían en el período previo a la Pascua con el fin de fortificar la voluntad.
Miles de hombres decidieron abandonar la vida pecaminosa del mundo e irse a la comunidad religiosa fundada por San Francisco de Paula quien les puso el nombre de “hermanos Mínimos”.
El Espíritu Santo le concedió a San Francisco de Paula el don de hacer milagros, de realizar curaciones y la gracia de la profecía.

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