Breve recordatorio del valor real de la oleaginosa.
A pesar de la inestabilidad promovida por la guerra comercial entre EE.UU. y China, la demanda global de soja sigue muy firme ante la necesidad –no postergable– de alimentar a la clase media mundial emergente.

Prueba de eso es que el valor FOB oficial de la soja Rosario se encuentra actualmente en 324 u$s/tonelada para embarques cercanos, mientras que para aquellos posteriores a junio próximo es de 331 u$s/tonelada. En Brasil esos valores son 20 u$s/tonelada superiores debido al mayor contenido proteico de la soja proveniente de ese origen.

La cuestión es que los empresarios agrícolas argentinos no pueden recibir de manera directa las señales (los precios) provenientes de la demanda internacional debido a los derechos de exportación vigentes en el país.

Desde septiembre del año pasado el gobierno argentino estableció para el poroto, aceite y harina de soja una alícuota fija del 18,0%, a la cual se le adiciona un factor variable de 4 pesos por cada dólar FOB exportado. En cuanto al biodiesel (que en la Argentina se elabora con aceite de soja), a la alícuota vigente (15,0%) también le corresponde el factor móvil del 4×1.

Ningún otro país sudamericano productor de soja –Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia– grava con derechos de exportación al complejo sojero. Los valores FAS en esas naciones se determinan en función de los costos operativos y comerciales presentes en cada jurisdicción.

En esta época del año –como suele suceder por factores estacionales– la mayor presión de oferta deprime los valores FAS de la soja en el mercado argentino, de manera tal que el efecto distorsivo de los impuestos se potencia. Prueba de ello es que el precio de la soja Rosario disponible hoy terminó en apenas 217 u$s/tonelada cuando recién estamos en el comienzo de un probable aluviónde oferta.

Lamentablemente, los más perjudicados con tal situación son los productores más débiles tanto económica como financieramente,  quienes deben desprenderse de la soja recién cosechada al precio que sea para poder pagar deudas comerciales, cuotas de alquileres, salarios y gastos familiares.

La única defensa ante tal política pro-concentración es realizar una adecuada gestión comercial, que permita, por medio del uso de futuros y opciones agrícolas, llegar a la cosecha con un valor promedio de venta razonable. Pero ese conocimiento no está difundido entre los que más lo necesitan.

Sin derechos de exportación, es decir, en igualdad de condiciones al del resto de los países productores de soja del mundo, los empresarios agrícolas argentinos podrían disponer del fruto de su trabajo para cumplir con sus compromisos, mejorar salarios y realizar inversiones sin contratiempos.

No es, por lo tanto, la soja la que está barata. Es la política la que sale muy cara.

Ezequiel Tambornini – valorsoja.com

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