Por Carina Labruna | Agrofy News
Buenos Aires, 15 mayo (PR/19) — Hace siete años que un grupo de investigación de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de Rosario está trabajando en la degradación de la celulosa, principal componente de la cáscara de soja, obteniendo un compuesto químico que se utiliza para fabricar productos de interés farmacéutico o industrial.

De esta manera generan valor agregado para la PyMES sojeras dándole mayor rentabilidad al proceso de la extracción de aceite, solucionando un problema ambiental y generando insumos para la química fina de manera sustentable.

Este proyecto pretende aprovechar diferentes tipos de residuos, focalizándose principalmente en celulosa proveniente de residuos urbanos o agroindustriales, explicó el Profesor Rolando Spanevello, director académico del Área Química Orgánica del Instituto de Química Rosario.

El académico aclaró que los residuos no compiten con la producción de alimentos, al contrario, en muchos casos alivian de costos a los productores de alimentos porque al producir desechos, les requiere un costo eliminarlos adecuadamente.

“Trabajamos con la cáscara de soja porque es un subproducto de la industria aceitera que tiene alto contenido en celulosa, pero mínimo valor alimenticio. Para muchas PyMES es un problema porque se les acumula y tienen que pagar para que se la retiren”, detalló el investigador.

Además, agregó “Si bien algunas de las grandes compañías comercializan la cáscara de soja y la mezclan con alimento balanceado, otras que no lo hacen se les convierte en un desecho no utilizable”.

Un dato no menor es que la cáscara de soja representa un 4 o 5 por ciento del grano de la soja; por consiguiente si en el cálculo de la producción mundial son 320 millones de toneladas de grano, en cáscara de soja son 15 millones de toneladas anuales, considerándose así un residuo relativamente importante.

Devolver al ambiente lo que él nos da

El grupo de investigación se identifica con la filosofía de trabajo denominada Química Verde, que apunta al desarrollo de nuevos materiales para usos sustentables y su producción mediante transformaciones moleculares que sean energéticamente eficientes, eliminen efectos nocivos y utilicen materias primas renovables. Desde 2001 vienen trabajando con la celulosa con resultados muy promisorios.

En tanto, el proyecto es financiado en su mayoría por el Estado: CONICET, Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de la Nación, la Universidad Nacional de Rosario en la cual colaboran profesores, investigadores y becarios. El escalado es financiado por el Consejo Federal de Ciencia y Tecnología.

En palabras del representante del Área Química Orgánica del Instituto de Química Rosario: “La celulosa es el biopolímero natural más difundido sobre la faz de la tierra, en nuestro caso consideramos que es una excelente fuente de materia prima para obtener diversos productos. Pero sobretodo cuando lo hacemos a partir de residuos, porque hoy en día se habla de la producción agrícola si la tenemos que destinar a la producción de materiales y energía o a la producción de alimentos. Las fuentes fósiles se están agotando y tenemos que recurrir a una alternativa que es la biomasa”.

Al respecto, brindó una definición “la biomasa es todo lo proveniente de los desechos de los seres vivos, la única fuente de energía renovable. Es una forma que tiene la naturaleza para acumular energía, ya que a través de ella acumulamos la energía del sol mediante la fotosíntesis”.

Un compuesto multiuso

El proceso parte de la celulosa, una fibrilla compuesta de glucosa que a través de un tratamiento térmico denominado pirólisis, en ausencia de oxígeno, la rompe degrandándola en productos con estructura molecular más pequeña, obteniendo un bioaceite, y por destilación a presión reducida, resulta un compuesto de alto valor agregado en el mercado – levoglucosenona-, que del punto de vista químico es un material para sintetizar otros productos para la industria química o farmacéutica.

Según comentó el químico este proceso ha sido útil para “la síntesis de algunas toxinas que se necesitan para hacer los ensayos biológicos para ver cómo se pueden tratar determinados problemas. Actualmente, se está tratando de ensayar un solvente verde que tendría buena aceptación en un proceso más sustentable”.

De los primeros ensayos con la cáscara de soja, pudieron relevar que este aceite tenía alguna actividad sobre la bacteria de la salmonella (que produce problemas al ingerir alimentos en mal estado), ya que se descubrió que la salmonella estaría latente en muchos alimentos y hay algo que la dispara transformándola en patógena.

Por otra parte, el investigador mencionó que junto con el Instituto de Fisiología de Rosario, “diseñamos y sintetizamos análogos de esos compuestos, ensayando en células de hepatocarcinoma, encontramos que en algunos casos los análogos tenían buena actividad biológica, si bien no quiere decir que vaya a salir un medicamento anticancerígeno, es un puntapié inicial para seguir trabajándolo”.

El negocio para potenciar PyMES e industrias

Se trata de un proyecto colaborativo entre varios actores, en particular con una PyME aceitera en la localidad de San Francisco – Córdoba- , que realmente quieren deshacerse de la cáscara de soja, obteniendo un producto con valor agregado.

El director académico Spanevello declaró: “Hemos trabajado a escala laboratorio, pero hemos diseñado y ensamblado un horno de pirólisis de mayor tamaño para pasar de procesar 20 gr de muestra cada 20 minutos a 4 kg de muestra por hora. En este momento, acabamos de terminar de ensamblar el horno en un establecimiento metalúrgico de Villa Gobernador Gálvez, y pronto comenzaremos a realizar los primeros ensayos a mayor escala”.

En cuanto a la rentabilidad del proyecto, aseguró que hay un estudio económico de factibilidad hecha. “El valor internacional del gramo de la sustancia que nosotros sintetizamos oscila entre 150 y 400 dólares, y el de nosotros es más rentable”, ratificó.

A nivel mundial hay otros grupos de investigación interesados en los avances del proyecto, “como en Australia, y en su momento una empresa de USA nos compró el producto”, ejemplificó el científico. Y prosiguió “somos los que más publicamos en el tema, pero obviamente no somos los únicos en el mundo. Pero hemos demostrado las diferentes utilidades y las versatilidades que puede tener el producto en el mercado”.

Por último, desde su visión, Spanevello opinó “estamos en el polo sojero del país y realmente pensamos que hacer un desarrollo con algo que es un residuo de una de las mayores industrias agrícolas de la región tiene que tener un valor agregado muy grande. Si podríamos optimizar la producción a un escalado mayor, estaríamos en condición de decir este proyecto es factible para un proyecto de mayor ingeniería”.

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