Por Pablo Abbate*.
Buenos Aires, 22 junio (Especial para NA) — El informe sobre la última campaña fina de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (RETAA, 18 y 19) menciona que la cosecha 2018-2019 “marcó un récord de producción de 23.1 millones de toneladas”.
Y que “este nivel de producción estuvo acompañado por una mayor adopción de tecnología: el nivel tecnológico alto se incrementó en 6 % mientras que el nivel tecnológico bajo registró el menor valor desde la campaña 2010/11”.
El aumento tecnológico de la campaña pasada se debió en primer lugar al incremento del 20% en el uso de fertilizantes nitrogenados motivado por el bajo nitrógeno presente en el suelo (lo cual tiene varias causas que escapan a esta columna) respecto de la campaña anterior.
En segundo lugar, al aumento de uso de fungicidas de 46 % respecto de la campaña 2016-2017, debido a la difusión de nuevas razas de roya amarilla y, finalmente, al precio del trigo favorable.
La información disponible indica que durante la campaña pasada no se aplicaron nuevas tecnologías, sino que se emplearon en el momento adecuado las desarrolladas gracias al trabajo continuo durante los años anteriores.
En consecuencia, pese al bajo contenido del nitrógeno del suelo, ni el rendimiento, ni la producción de trigo cayeron; por el contrario, aumentaron y mantuvieron un nivel de calidad igual o superior al de la campaña anterior.
Al presentarse el problema se contaba con métodos de diagnóstico de nutrición, criterios de fertilización (para definir momento y cantidad de fertilizante a aplicar) y métodos de fertilización (disponibilidad de maquinaria, conocimiento sobre su regulación) que permitieron enfrentarlo.
Tampoco la aparición de razas altamente virulentas de roya amarilla en la campaña 2016-2017 afectó la producción ya que contábamos con métodos de diagnóstico sanitario, profesionales entrenados en el diagnóstico, una cartilla de productos comerciales ya evaluados, criterios para definir el momento y dosis de aplicación, y métodos de aplicación apropiados (disponibilidad de maquinaria, conocimiento sobre su regulación, etc.).
Respecto del trigo se puede decir que, actualmente, no hay en el mundo tecnología, método o conocimiento que pueda tener un impacto relevante en nuestra producción con el que no contemos en Argentina.
Es más, el avance constante en la tecnología de producción de trigo permitió, no sólo el aumento de producción de la última campaña, sino también el incremento continuo de rendimiento en los últimos 20 años.
Al comparar la evolución en Argentina y EE.UU. desde el año 2000, puede apreciarse que, si bien nuestro rendimiento fue menor a lo largo de toda la serie, la diferencia pasó de 13 % a 2.5 % debido a que nuestro aumento fue 40 % mayor al registrado en el país del norte (49 vs. 35 kilos por hectárea al año).
Esta diferencia es atribuible a la continua mejora tecnológica del trigo en Argentina.
Incluso puede decirse que, dada la tecnología que lleva cada grano cosechado, ya no se trata de un producto con poco valor agregado.
El trigo le da más valor agregado a los insumos que utiliza, que la mayoría de las industrias no agropecuarias. Estas mejoras tecnológicas en la su producción tienen un impacto relevante en la economía nacional ya que, según el INDEC, el cereal está entre los seis principales complejos exportadores de Argentina y la industria panadera es la principal fuente de empleo manufacturero.
En síntesis, el aumento tecnológico en las últimas campañas es el resultado de una mejora tecnológica que se viene dando en forma constante y continua desde hace unos 20 años. Sin duda, el INTA tiene una participación determinante en ese proceso.
(*) Especialista en cultivos de invierno del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

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