Se quema buena parte de la selva amazónica. Algunos países donde sobra mucho de lo que falta en Brasil proponen castigar al gobierno de Jair Bolsonaro, sin advertir que tal acción, lejos de contribuir a cuidar uno de los reservorios de biodiversidad más preciados del planeta, promoverá la aceleración de su destrucción.

El ministro de Finanzas de Finlandia, Mika Lintila, solicita a la Unión Europea que “revise urgentemente la posibilidad de prohibir las importaciones de carne bovina brasileña”.

Noruega, principal contribuyente del Fundo Amazônia creado en 2008 –el cual es administrado por la entidad estatal BNDES– anuncia la suspensión de aportes a ese fondo, el cual en 2018 recibió apenas 378,5 millones de reales, una cifra, considerando un tipo de cambio promedio anual de 3,65 R$/u$s, equivalente a poco más de 100 millones de dólares. Sería algo así como darle un dólar por mes a una familia pobre con doce hijos y luego retirarle la “ayuda” al verificar que no están alimentando correctamente a sus hijos.

La ministra francesa de Ultramar, Annick Girardin, dice que es necesario crear un “fondo internacional que no sea directamente dependiente de los Estados”, lo que implica que Francia, aparentemente, ya no se conforma con gestionar la Guyana francesa: quiere apoderarse de buena parte del territorio de Brasil.

Los numerosos focos de incendios presentes en la selva amazónica –que también están ocurriendo en territorio boliviano y peruano– son diminutos si se los compara con el cinismo de los europeos que aseguran estar preocupados por la salud de la selva amazónica.

Si una civilización extraterrestre certificara la gestión ambiental realizada por la humanidad –podría ser con una ISO ALIEN 14.001–, seguramente nos reprobaría al considerar que, aún contando con medios técnicos y recursos económicos para preservar ecosistemas naturales esenciales, no los empleamos porque la propensión a defender al propio clan prevaleció sobre el interés general.

Así como existe el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y demás instituciones de carácter global, lo verdaderamente ético sería crear un Fondo Ambiental Internacional que, por ejemplo, entregara todos los años 30.000 millones de dólares a Brasil para crear una red de conservación de los 5,5 millones de kilómetros cuadrados que conforman la selva amazónica.

La pregunta adecuada, entonces, no es porqué se quema la selva amazónica, sino porqué las naciones que concentran la riqueza del mundo no hacen nada para evitar que eso ocurra.

Ezequiel Tambornini

Foto. NASA Earth

Fuente : Valorsoja.com

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