Por Claudio Glauber* .
Buenos Aires, 19 octubre (Especial para NA) — El estrés térmico o estrés por calor en las vacas lecheras significa pérdidas productivas.
Un manejo adecuado del ambiente, las instalaciones, las rutinas cotidianas del tambo y la provisión abundante de agua y sombra resultan adecuados para prevenir los efectos adversos del estrés calórico en las vacas lecheras en los distintos sistemas de producción.
Este estrés en la vaca lechera se produce en condiciones de calor excesivo, humedad relativa ambiente elevada y radiación solar intensa, cuadro que trae aparejado diversos problemas sanitarios y una disminución del rendimiento en la producción de leche.
El principal motivo: un menor consumo de alimento por parte del animal que oscila entre un 20 y 30% y equivale a una pérdida de 1,5 a 2 kilogramos de leche por día por vaca.
Debe considerarse que la temperatura de bienestar para la vaca lechera, con un valor de humedad relativa ambiente del 60%, oscila entre los 7 y 28°C.
Si los valores de temperatura y humedad superan su límite de confort, la vaca tiene dificultad para disipar su calor corporal.
Los signos de estrés calórico que suelen observarse son jadeo, aumento de frecuencia respiratoria, hipertermia (temperatura mayor a 38,5°C), menor consumo de alimentos, problemas digestivos, inmunodepresión y, en terneros de crianza artificial, también trastornos respiratorios y digestivos.
La frecuencia respiratoria y la hipertermia resultan ser los dos mejores indicadores fisiológicos o signos clínicos de la vaca que sufre estrés térmico.
De prolongarse el fenómeno, se puede observar además una disminución de los valores de producción de hasta un 20% y dificultades reproductivas tales como bajas tasas de preñez, mortalidad embrionaria y menor fertilidad en las vacas.
Esta última situación puede relacionarse con menor intensidad y duración de los celos y menores tasas de fertilidad global.
Los más afectados por el calor y la humedad suelen ser animales de preparto, los lotes de alta producción y la crianza artificial.
En el caso de la crianza artificial de terneras, también se detecta un aumento en la proporción de animales enfermos por estrés calórico.
El lote de vaca seca y corral de partos también son puntos críticos donde el confort es importante y resulta esencial prever los efectos del estrés calórico.
Ante la proximidad de los meses de temperatura elevada los productores deben extremar el control y la prevención mediante la colocación de sombras y alimentación e instalaciones adecuadas para minimizar los efectos del calor.
También se debe tener en cuenta los horarios cuando las vacas caminan al sol, evitando arreos en horas de calor excesivo y en especial los relativos a la entrada y salida de las vacas a la sala de ordeñe.
Se sugiere una dieta que cubra los requerimientos nutricionales pero posea una baja actividad endógena fermentativa, a fin de reducir el calor producido en la digestión. Esta dieta es denominada “fría”.
En detalle, una dieta apropiada debe tener en cuenta: alta densidad energética por kilo de materia seca, bajo contenido de fibra detergente neutro (FDN), provisión adecuada y suficiente de agua, provisión adecuada de sodio (Na) y potasio (K) y uso de grasas protegidas y subproductos.
El objetivo nutricional de estas dietas frías es adaptar la ración con disminución de alimentos fibrosos y aumentar los concentrados en energía.
Adoptar estas medidas como parte de un programa sanitario preventivo permitirá minimizar los efectos adversos del estrés calórico y mejorar la producción, de la misma manera que desparasitar adecuadamente en la recría es ganar peso por día en las terneras.
(*) Médico Veterinario de la Dirección Nacional de Operaciones del Senasa. cglauber@senasa.gob.ar .

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