En un artículo publicado en el diario La Nación.

“El alimento es un problema transversal a todas las áreas que no puede ser tratado y decidido solo por especialistas del Ministerio de Salud que solo miran la parte bromatológica, o bajo un ministerio de nombre obsoleto como Agricultura, Ganadería y Pesca. La palabra agricultura, de hecho, la rompimos. Le sacamos la cultura y brevemente se asumió, con un nombre mas honesto, Agroindustria. Era horrible, pero más honesto”. Así lo indica la cocinera Narda Lepes en un artículo de opinión publicado hoy en La Nación.

Uno. El sector agroindustrial es el cordón umbilical que conecta a la Argentina en el resto del mundo. Sin las divisas aportadas por el mismo, la organización de la sociedad argentina, tal como la conocemos, sería inviable. Y los problemas económicos y sociales presentes serían mucho más graves.

“No olvidemos que todo está atravesado por el alimento. Todas nuestras vidas y nuestro país. Es decir; el 60% de lo que consumimos proviene de la agricultura familiar (sic). Y, sin embargo, festejamos que producimos comida para chanchos que se comen en otro país y maíz que se va para generar puestos de trabajo afuera”, asegura Narda.

Dos. La posibilidad de producir y comerciar a escala global grandes volúmenes de fuentes energéticas (como el maíz) y proteicas (como la soja) destinadas a la alimentación animal, garantiza que miles de millones de personas que viven en zonas del planeta donde escasea la superficie de tierra productiva puedan mejorar y diversificar los componentes de su dieta. Lo ideal –tal como ocurre en Brasil– es transformar los granos en proteínas animales dentro del propio territorio para luego exportarlos y generar así más trabajo local; pero para que eso ocurra se necesitan condiciones macroeconómicas estables, acceso al financiamiento e integración comercial con los principales mercados de destino.

“Comamos variedad de vegetales de estación. Conectemos con el campo, que no es solo ganado, soja y maíz, sino gente que necesita trabajar para producir aquello que necesitamos comer”, afirma Narda.

Tres. En la producción de ganado, soja y maíz trabajan muchas personas. De hecho, el agro fue el único sector privado que creó la mayor cantidad de puestos formales en el último año, el cual estuvo, en términos generales, caracterizado por la destrucción de empleo. La necesidad de diversificar la dieta local, con una mayor incorporación de frutas y verduras, no colisiona con la ganadería y la agricultura extensiva, pues ambas producciones, dependiendo del caso, se realizan en zonas diferentes o pueden ser complementarias.

“El sentido común indica que no se puede planear o decidir sobre los alimentos con una única mirada, pero lamentablemente es lo que hoy está ocurriendo: todo se concentra en una mirada basada en el rendimiento económico, las ganancias y, por último, en la aptitud del producto para el consumo humano. Y así salen las cosas al mercado”, argumenta Narda.

Cuatro. Tanto el empresario que siembra soja como el quintero boliviano como el productor de frutillas orgánicas certificadas hacen lo que hacen con el propósito de obtener una utilidad para mantener a su familia y, en caso de tener empleados, abonar salarios. La mirada de la gente que piensa que trabajar en el campo es un hobby o eventualmente un servicio público está muy instalada en el imaginario argentino. Y así salen las cosas al diseñar los esquemas impositivos.

“La cuestión es que es legal el lobby para aquello que perjudica la salud pública. Es legal y muy temido por funcionarios. ¿Por qué? Porque allí radica el poder y dinero, la capacidad de hacer y deshacer leyes o regulaciones, la posibilidad de intervenir la ciencia de forma obscena. Todo se sabe, nada se hace”, considera Narda.

Cinco. No confundir agroindustria con industria alimentaria. Si la Agroindustria tuviese un lobby tan efectivo, seguramente no sería el sector más regulado y con mayor carga impositiva de la economía argentina. Por otra parte, también debe considerarse que la posibilidad de que la falta de poder adquisitivo para acceder a frutas y verduras, frente al menor costo relativo de los hidratos de carbono, sea la principal causa de los problemas de salud generados por dietas poco equilibradas.

Ezequiel Tambornini – Valorsoja.com 

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