Tal como se habían enviado señales y se temía, el flamante gobierno decretó un aumento de los impuestos a la exportación de la mayor parte de los productos agropecuarios y agroindustriales.

Si bien, en el caso de las carnes, el mismo es menor a lo que la mayoría preveía, el nuevo escenario siembra algunas dudas sobre la coyuntura del negocio de ganados y carnes y las inversiones sectoriales.

En nuevo esquema

El decreto 37/19, de lectura un poco confusa, establece dos cambios en la normativa preexistente.

Por el primero, se elimina el tope de $4 por dólar que se había establecido sobre el derecho de exportación del 12% dictado por el gobierno anterior, 15 meses antes.

Esto significa que la mayor parte de los granos y commodities agrícolas que venían tributando dichos $4, que inicialmente representaron poco más del 10% sobre el tipo de cambio de entonces, y que hasta el viernes 13 pagaban alrededor de 6,7% sobre el tipo de cambio actual, pasan a tributar plenamente tal retención del 12%.

En el caso especial de la soja y sus derivados, a la situación preexistente, de 18% de derecho más los $4, que la semana pasada sumaban 24,7%, al eliminarse dicho tope, el impuesto a la exportación se va a 30%.

Por el segundo, en el caso de la carne vacuna, al igual que el de una larga serie de productos agroindustriales y de las llamadas economías regionales, se estableció el derecho a la exportación en 9%, en lugar del 12% anterior (con tope de $3 por dólar). Estos tres pesos representaban hasta la semana pasada 5%, con lo que casi se duplicó su tributación de exportación.

En tercer lugar y por omisión, todos los demás bienes y servicios del universo productivo mantienen el derecho del 12% establecido por Macri, pero con la limitación de los $3 por dólar, que hace que hoy la retención efectiva sea de un 5%. En este listado se incluyen bienes industriales, algunos contadísimos productos de origen agropecuario, materias primas mineras y productos energéticos, así como todos los servicios.

El impacto en la carne

Como en casi todas las cosas, hay elementos del vaso lleno y del vaso vacío.

Entre los primeros, se destaca el moderado aumento de las retenciones frente a las hipótesis más pesimistas y en comparación con lo hecho años atrás por el gobierno de la misma extracción. Claro que los precios internacionales actuales no permitirían las desmesuras de otros tiempos. Y, además, el proyecto de ley enviado al Congreso podría hacer desaparecer este comentario.

Entre los elementos del vaso vacío, que son más numerosos, sobresale el riesgo de quebrar la notable escalada de las exportaciones de carne, justo en un momento en que vienen señales de preocupación desde China, mercado que por si solo explica todo su crecimiento en 2019.

Junto a esto, también señales adversas para los niveles de inversión, producción, exportaciones y generación de empleo en el sector.

No se debe dejar de mencionar el hecho de haber reintroducido la discriminación entre productos y sectores a la hora de exportar. La misma, había desaparecido a fines de 2015, luego de más de una década de vigencia y, antes, hay que retroceder a 1991 para volverla a encontrar.

Hoy hay cuatro categorías de productos en cuanto a su tipo de cambio para vender al exterior. La soja y sus derivados que están 30% por debajo, los demás granos a los que se le deducen 12 puntos del tipo de cambio general, las carnes y otro numeroso grupo de productos agroindustriales que tienen 9% menos de tipo de cambio efectivo y el resto del universo de productos industriales y servicios que mantienen el derecho de $3 por dólar ó 5% actualmente.

Según el proyecto de ley de Solidaridad, el Congreso establecería un techo del 33% a las retenciones sobre soja y derivados, del 15% para la generalidad de granos y bienes agroindustriales y un 5% para los demás bienes y servicios.

La discriminación entre estos dos últimos es muy negativa, desde los puntos de vista económico y político. Sobre el económico huelgan los comentarios.

Sobre el político, no se trata de que mal de muchos, consuelo de tontos. A diferencia del régimen vigente en los últimos 15 meses, cuando bienes agroindustriales y los demás, además de los servicios, eran tratados de la misma forma, a partir de ahora los esfuerzos para modificarlo encontrarán la indiferencia de los tratados menos desfavorablemente, aunque los más desfavorecidos constituyan el grueso de las exportaciones.

Con respecto al impacto de corto plazo de estas medidas en la ganadería, no creemos que sea importante ni en cuanto al nivel de exportaciones ni al precio de los animales. Salvo que medie un cambio fuerte en la oferta de hacienda, que no prevemos, está visto que el precio interno se forma por el resultado de la oferta y la demanda y no del poder adquisitivo de la exportación. Insistimos en que esta visión es válida sólo para el corto plazo.

En síntesis, estas medidas constituyen un paquete para afrontar el corto plazo y la renegociación de la deuda. Varias de ellas, como el congelamiento de las tarifas o el de las jubilaciones, tienen un horizonte de seis meses.

Después habrá que ver cuál es el plan macroeconómico que permita poner en marcha el esperado desarrollo económico armónico y cuál será el lugar que le quepa a los sectores que más pueden hacer para conseguir las divisas indispensables.

Fuente: Valor Carne

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