Por Enzo Capetella

Este verano fue una temporada récords en la península antártica. El pasado 6 de febrero la base argentina Esperanza anotó 18,3°C, y aunque está en investigación un valor en la región superior a los 20°C, lo cierto es que esas temperaturas quedaron para la historia meteorológica de esa región.

También otros eventos fueron relevantes, como el registrado en los alrededores de la Base de Investigación Vernadsky de Ucrania, ubicada en la isla de Galindez, frente a la costa oeste de la península antártica. Allí la nieve se entremezclaba con segmentos rojos que los investigadores llaman “nieve de frambuesa”. De acuerdo a lo informado por LiveScience, el Ministerio de Educación y Ciencia de Ucrania publicó en su perfil de Facebook imágenes que muestran la escena con detalle: rayas de rojo y rosa que cortan los bordes de los glaciares y charcos en las llanuras heladas.

La explicación a lo que ocurría la dio finalmente la biología. Se trata de un tipo de alga pigmentada en rojo llamada Chlamydomonas Chlamydomonas nivalis, que se desarrolla en en campos de nieve y montañas en todo el mundo. Estas algas pueden crecer en en aguas heladas y pasan los inviernos en estado latente en la nieve y el hielo. Al llegar al verano, con el deshielo estas algas pueden hacerse visibles, florecer esparciendo sus esporas de color rojo.

Un fenómeno para nada nuevo

Pero este fenómeno que parece extraño, ya había sido descubierto por Aristóteles tres siglos antes de Cristo. Según la misma LiveScience, este colorido se lo ha conocido en la historia como nieve de sandía, nieve de sangre, o incluso de otras formas menos amables. Y su color tiene el mismo origen que otros elementos muy conocidos por todos.

Se trata de los carotenoides, los mismos pigmentos que hacen anaranjadas a las zanahorias (aunque las hay de otros variados colores), o las calabazas y las zanahorias sean anaranjadas). Estos pigmentos están presentes en los cloroplastos de las algas. Otro dato menos relacionados con su color es que estos pigmentos absorben el calor y protegen a las algas de la luz ultravioleta. De esa manera evitan mutaciones genéticas.

Este proceso no es para nada bueno para el hielo, ya que al iniciarse el ciclo de calentamiento propio del ciclo de las algas, el proceso de descongelamiento se acelera. La longitud de onda de las algas también favorecen esa tendencia. Al ser más oscuras la nieve refleja menos luz, se derrite más rápido y ayuda a que más algas se reproduzcan, en un ciclo creciente.

Las algas aceleran el calentamiento

El ciclo parece perfecto: a más calor absorbido por las algas, más rápido se derrite el hielo circundante. Cuanto más hielo se derrite, más veloz se pueden extender las algas. Eso ayuda a un mayor calentamiento, más derretimiento y más floración de algas. Y vuelta a empezar el ciclo. Y este tipo de eventos pueden estar relacionados con el aumento de temperatura de los océanos.

El cálido verano austral multiplica la ‘nieve de sangre’ en la Antártida https://bit.ly/2HWzF26 
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Si bien la nieve de sangre es un fenómeno que siempre ha existido, que se reporte tan al sur puede ser un claro indicio de que las temperaturas de mar están elevándose más de lo que se suponía. La gran duda es cómo este proceso puede progresar en el tiempo, y de qué manera ayude a una pérdida de hielo en la península antártica.

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Fuente: Meteored.com.ar