Por Lic. Miguel Gorelik, Director de Valor Carne

En los últimos días, la industria frigorífica alertó sobre las complicaciones para seguir operando, si las curtiembres no retiran los cueros de las plantas de faena. Repasemos los hechos.

En el decreto de cuarentena obligatoria del 20 de marzo, se incluyó a la cadena de la carne dentro de las exceptuadas a causa de su carácter esencial para mantener la necesaria provisión de alimentos.

Poco después, hubo que agregar al sector curtidor ya que, si los frigoríficos no pueden despachar diariamente sus cueros frescos, podrían enfrentar un cuello de botella en su actividad esencial.

A pesar de la excepción, muchas plantas encuentran que las curtiembres no retiran los cueros y que, en casos, lo hacen a valor cero.

Los argumentos de las curtiembres para tal actitud no son desdeñables. La norma legal sólo les permite recibir y acondicionar los cueros, pero no curtirlos. Tal almacenamiento siempre tiene alguna limitación. Además, en varios casos, los operarios se han negado a trabajar por temor al contagio.

Al natural conflicto comercial que siempre pesa, se le han agregado muchas décadas de regulación favorable a los curtidores, lo que explica algunas declaraciones de sectores de la industria cárnica, aunque no resultan justificables en esta emergencia.

Lo que los frigoríficos deberían plantear para facilitar el manejo de dicho subproducto, dado que no se puede obligar a trabajar a una empresa que no cuenta con el apoyo de su personal, son las siguientes alternativas:

  • Que se corrija rápidamente la normativa que no permite disponer de los cueros en lugares destinados a la acumulación de basura (como en el caso del CEAMSE en el Gran Buenos Aires), o
  • Que se facilite la provisión de créditos y de sal para aquellas plantas que decidan salar sus propios cueros. Pero en este caso, debe existir un compromiso formal de parte del Estado de que tal mercadería será autorizada a ser exportada sin ninguna traba ni derechos de exportación indebidos. De esta manera se evitará que, una vez salidos de la emergencia, la oferta de cueros favorezca una actitud predatoria de parte de los compradores.

En esta emergencia sanitaria (social y económica) no se le puede pedir al Presidente que se ocupe personalmente de un tema como éste, pero son los estamentos siguientes los que tienen que velar por las soluciones puntuales.

Tampoco se puede solicitar que se dicte de urgencia una norma que arregle una disputa que está por cumplir medio siglo. Pero sí advertirse que, una vez que el país empiece a normalizarse, la política deberá componer este viejo problema que ha estado afectando a toda la cadena de la carne

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