Por Luis Majul

Buenos Aires, 20 junio (PR/20) –La importancia simbólica del banderazo contra la expropiación de Vicentin es enorme. No se debe medir por el nivel cuantitativo de la convocatoria que, por cierto, no fue menor, y abarcó no solo el epicentro en la localidad santafecina de Avellaneda -donde está la sede de la empresa- sino también otros puntos del país. Sí por el mensaje: potente, coherente, profundo: no a la expropiación; sí a la libertad y el respeto por lo que supimos construir los argentinos con trabajo y durante años.

El mensaje es, incluso, más profundo y abarcativo que el conflicto alrededor de la resolución 125 . Y, por supuesto, todos los que concurrieron al acto de Avellaneda sabían bien el porqué se movilizaron. Ni siquiera se oponen a que los directivos de Vicentín sean investigados por la justicia

Su importancia también se puede medir por los golpes bajos de los medios que responden al oficialismo: quisieron ensuciar la convocatoria desde el principio, presentándola como una reacción “anticuarentena”.

El banderazo, que también ha sido acompañado por bocinazos en todas las ciudades del país, es el primer gran llamado de atención para el Presidente Alberto Fernández. Le dijeron: no vamos a permitir, en el medio de la pandemia, que hagan cualquier cosa.

¿Qué le está pasando a Alberto Fernández? ¿Por qué repite la conducta que tuvieron Néstor Kirchner y la expresidenta y que fue lo que provocó su renuncia como jefe de gabinete? ¿Es, finalmente, lo mismo que Cristina?

El jefe de Estado había declarado, antes del inicio, que los convocantes y los que asistieron “es gente que está confundida” . Otra vez surge en el jefe de Estado, con nitidez, la actitud del “yo te voy a explicar”. Otra vez aparece el dedo levantado del profesor universitario a un alumno que no estudió.

Alguien debería avisarle al Presidente que está a punto de provocar en una buena parte de los argentinos el mismo efecto que generó Cristina Kirchner en los productores del campo que pararon al costado de la ruta cuando los bautizó “los piquetes de la abundancia” .

¿Por qué lo hace? ¿Qué le está pasando? ¿Por qué repite la conducta que tuvieron Néstor Kirchner y la expresidenta y que fue lo que provocó su renuncia como jefe de gabinete? ¿Es, finalmente, lo mismo que Cristina? ¿Hasta dónde llega el pacto con la vicepresidenta? No son preguntas que debe responder a nadie en particular. Se las debería responder a él mismo frente a un espejo.

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Fuente: La Nación