Por Julia Luzuriaga 
Buenos Aires, 9 noviembre (PR/20)  — Hace un tiempo ya, la consultora Giacobbe & Asociados realizó un estudio de percepción con 2500 encuestados para conocer cuál es la visión que la sociedad tiene sobre el agro, analizando también los mitos, prejuicios y preconceptos que operan en la población argentina sobre la gente del campo, sus reclamos y sus tareas. En base a esos resultados y a su propia percepción, Jorge Giacobbe (hijo) construye un diagnóstico que no por crudo deja de ser necesario. Mejor dicho, resulta imprescindible escucharlo.

“Tomamos algunas divisiones tales como las ciudades pequeñas, intermedias y grandes para comprobar si en las ciudades pequeñas era favorable el clima del campo y notamos que no lo era. También hicimos un corte sobre los jóvenes, para ver si el problema del campo en relación con el resto de la sociedad está en vías de solucionarse, y notamos que está más bien en vías de profundizarse, porque lo que piensan los jóvenes del campo es peor que lo que piensa el resto de la sociedad”, dijo Giacobbe a Bichos de Campo.

Para el especialista en opinión pública, “hay una batalla cultural que se perdió en todos los campos. Si los jóvenes opinan peor que las edades intermedias o altas, eso significa que el problema se va a profundizar. Hoy los jóvenes no tienen al campo puesto ni en un lugar de prestigio ni como objeto de deseo para desarrollarse allí a futuro; se tiran de cabeza a pensar en Amazon, en Google o en Silicon Valley respecto del campo, siendo que este campo es el Silicon Valley para otros”.

Puede que la gente de la ciudad esté repleta de preconceptos sobre los productores. Pero también hay cosas que revisar en la propia percepción que tiene de sí la gente de campo, Giacobbe manifestó que “se auto perciben como si fueran héroes, porque arriesgan mucho con lo que hacen, porque agachan el lomo y le pusieron mucho valor agregado, porque crecieron en las últimas décadas sin ninguna ayuda del Estado o con la pata en la cabeza. Esto es lo que ellos piensan de ellos mismos”.

“Pero del otro lado hay una sociedad que los ve como anti héroes, que cree que son pocos y que se llevan los dólares, que son ricos, que no arriesgan nada, que las que trabajan son las máquinas, que el trabajo que producen es poco y de baja calidad, que negrean a la gente, que contaminan, que rocían a los niños con ´agrotóxicos´ cuando están en el patio de una escuela y que producen alimentos que son transgénicos”, avisó.

– Entonces, de algún modo, ¿el productor agropecuario se considera víctima y la opinión pública lo considera victimario?

-El productor cree que tiene el prestigio que puede tener un leñador canadiense o un bombero de Nueva York, y en realidad tiene el prestigio de un barco ballenero japonés. Esa diferencia de percepciones genera un problema que es muy importante resolver en estos tiempos, que es el problema del permiso social. Hoy nadie puede ejercer una actividad sin el permiso social o sin la anuencia de la sociedad. Si la sociedad está en contra, la política se va a aprovechar todo el tiempo. La gente cree que el campo paga pocos impuestos. En las encuestas, la mayoría nos responde que si asumieran la presidencia de la Argentina le pondrían más impuestos al campo o se los dejarían tal cual están. Al campo le ponen más impuestos y lo agobian, pero no entiende que el plan de salida de esto no es hablando más con la política ni esperando que cambie el gobierno para que haya un giro ideológico; el campo necesita una alianza con la opinión pública. El día que esta los proteja, el sistema política no le podrá tocar más el bolsillo ni podrá abusar más de ellos.

-Entonces el problema es más profundo que lo ideológico. ¿Es cultural?

-Si. Un político no se mete, por ejemplo, con un cuartel de bomberos, ni le saca el autobomba, porque está puesto en un lugar de prestigio social y de cuidado, ningún político se animaría a eso. En cambio, cuando un gobierno le aumenta los impuestos al campo nadie dice nada porque la opinión pública está de acuerdo. Por eso pienso que el campo debe lograr la protección de la opinión pública para ser intocable; sin embargo el campo insiste en seguir haciendo lobby con la política, la cual, además, cambia cada 4 años. Una alianza con la opinión pública es mucho más estable.

Miremos el caso del ‘farmer’ norteamericano, que es una figura de prestigio muy importante, de configuración de la identidad general nacional, tanto que cualquier persona que quiere llegar a la presidencia de los Estados Unidos debe arrodillarse ante este sector durante la campaña. Aunque el peso real sea poco, porque el campo tiene muy bajo peso en términos de la economía de ese país, siendo menos del 1%, nadie se mete con los ‘farmers’ porque la opinión pública le tiene mucho prestigio. Eso es lo que creo que debemos trabajar acá.

– Están los dos lados de la grieta y la estigmatización que se tiene del productor argentino. ¿Cómo construir un consenso social entonces?

-La identidad nacional está en pugna entre aquellos que dan batalla. Los que no la dan pierden el partido 10 a 0 y esto es lo que pasó con el campo. Siempre hay algún productor que de buena leche me dice: ´Jorge, además de levantarme a las 5 de la mañana todos los días, además de agacharme para sembrar, para cosechar, de rezar para que llueva, de arreglar mis máquinas; además de todo el esfuerzo que tengo que hacer y de aportar los pocos dólares que entran, ¿Tengo que convertirme en un sujeto comunicacional?´ Y yo tengo que decirle que sí, aunque suene cruel, porque implica pedirle cada vez más. Pero es así, porque no dieron batalla, porque se dejaron ganar sin entrar siquiera al ring. Si vos querés convencer a alguien de su error, primero tenés que abrirle simbólicamente la tapa de la cabeza y ver cómo es esa maraña de mitos y prejuicios cual si fuera una bomba para ir desactivando uno a uno. No hay que enojarse con eso, sino que hay que entender las razones sobre porqué el otro te critica o te pone en un lugar diabólico o nocivo.

-¿Y cómo se da esa batalla?

-No se trata de ir a la batalla como hace el kirchnerismo, con ese filo en las discusiones, sino que se trata de ir a una batalla desde otro lugar, no desde la confrontación sino desde la seducción. La gente que de buena leche va desde el campo a los medios de comunicación a dar la batalla, a la segunda pregunta del periodista termina irritada, quejándose y diciendo que ellos traen los dólares y que los mismos se gastan en choripanes y planes. Me parece que no deben decirse las cosas desde ese lugar porque eso genera más irritación en un sector al cual el campo necesita convencer y seducir. Mucho antes que los argumentos hay un problema de estilo. Desde lo político necesitamos más Mahatma Gandhi y menos Che Guevara.

-Y volvemos a que el agro comunica mal.

-Claro, y volvemos al principio, no se está seduciendo a los jóvenes y estos siguen yéndose del campo o de pueblos pequeños, seducidos por las grandes ciudades, donde quizás vivan una menor calidad de vida, pero los padres que tienen y viven en el campo no logran transmitir esas riquezas a sus hijos y entonces los jóvenes prefieren ser oficinistas en cualquier ciudad que quedar a cargo del campo familiar, porque no hay un relato épico que tenga sentido, porque ese relato lo construyeron otras áreas de la producción y otras formas de vivir. Este problema desmembra también a una familia.

– Es claro que para vos no alcanza solo con el lobby político y que habría que ir por otro lado. ¿Cuál es ese otro lado?

-En esto quiero aclarar que para mí tampoco alcanza con lo publicitario; esto no se resuelve con un publicista genial, cuatro carteles y un spot de TV o redes sociales que diga que el campo es bueno. Acá hay que cambiar cultura y eso es un proceso muy largo y muy costoso, no sólo en dinero, sino también en esfuerzo personal. Hay mucho nivel de vedetismo y es difícil pensar un plan donde todos se junten. Y si se juntaran, ¿Qué harían? ¿Un spot o un asado para un puñado de periodistas en el campo? ¿Apelarían a las formas clásicas de la publicidad, de la propaganda y del lobby periodístico?

-¿Y entonces qué hacer?

-Yo creo que hay que criar una generación de jóvenes atomizada pero con el mismo espíritu comunicacional. Si juntamos los perfiles de redes sociales, los núcleos a los cuales puede comunicar cada joven que está relacionado al campo, se llegaría a un mayor público que si lo hicieran con un par de carteles y mensajes publicitarios. Si dejan de enojarse con los demás y logran dialogar con una comunicación más épica, en una de esas conseguimos un esquema comunicacional no centralizado, sino atomizado que puede ser mucho más poroso en todos los estratos de la sociedad.

– ¿Creés que las crisis de ahora pueden ser oportunidades para mostrar que el agro puede aportar a la construcción de un bien común y sumar, o esa ya es una batalla perdida?

-Yo creo que una crisis es un momento de oportunidad y debilidad a la vez. Tanto lo creo que lo tengo tatuado en un brazo, pero también creo que los argentinos atravesamos las crisis y no necesariamente aprendemos. Yo creo que las crisis las transitamos como un trauma, y así vamos quedando más heridos, sobre todo los rangos etarios más grandes que están muy rotos. Yo, repito, pondría los cañones en las generaciones menores de 35 años que no vivieron la crisis de 2001 y que vivirán esta crisis presente. Ojalá esta crisis le sirva, no para frustrarse, sino para rebelarse en contra de eso, que es dejar de esperar que sea la política la que lo arregle. En 1972 Argentina tenía 6% de pobres y 4% de desocupados, y la inteligencia sumada de todos los que vinieron después nos convirtieron en todo el quilombo que somos hoy. Nos tenemos que dar cuenta que entre ellos se pelean, pero en definitiva ninguno supo hacerlo bien, y mirá que le prestamos el poder a civiles y militares, a peronistas y radicales, a kirchneristas y al PRO, por izquierda y derecha, por liberales y estatistas.

-¿La política entonces no sirve para cambiar las cosas?

-Dejemos de pensar que esto es algo que resuelve el poder. Esto lo resuelve una nueva generación, con otro espíritu. ¿Qué haces en tu vida cotidiana con el que opina mal de vos? ¿Lo insultas, lo descalificas o intentas seducirlo? Se trata de ver dónde ponés la carga de la responsabilidad, si en vos o en el afuera. Las generaciones que nos preceden siempre pusieron la culpa afuera, entonces siempre es una conversación acerca de quién tiene la culpa. Las nuevas generaciones pueden hacer un click aquí, que no es político ni ideológico, sino psicológico.

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Fuente: Bichos de Campo