Buenos Aires, 4 abril (PR/21) — El papa Francisco aprovechó hoy la celebración de la Misa del Domingo de Resurrección para volver a pedir por un “compromiso común para superar los retrasos en la distribución de las vacunas y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres”. .
En el mensaje pascual pronunciado desde el altar de la cátedra de la Basílica de San Pedro ante un centenar de fieles, y no desde la fachada central de la Basílica Vaticana, debido a las medidas cautelares provocadas por el Covid-19, rezó asimismo para que “el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros” porque “todas las personas, especialmente las más frágiles, necesitan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios”.
Además, se encomendó al Señor para que “inspire la acción de las autoridades públicas a fin de que todos, especialmente las familias más necesitadas, reciban la ayuda imprescindible para un sustento adecuado”, ya que “desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas”. .
Asimismo, el Papa indicó que “Jesús resucitado es esperanza también para tantos jóvenes que se han visto obligados a pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad, y sin poder compartir el tiempo con los amigos”.
Añadió que “todos necesitamos experimentar relaciones humanas reales y no solo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad”.
Destacó que “el anuncio de la Pascua no muestra un espejismo, no revela una fórmula mágica ni indica una vía de escape frente a la difícil situación que estamos atravesando” y remarcó que “no nos habla de ángeles o de fantasmas, sino de un hombre, un hombre de carne y hueso, con un rostro y un nombre: Jesús”.
Por último, el Santo Padre destacó que los testigos de la Resurrección “señalan un detalle importante: Jesús Resucitado lleva las llagas impresas en sus manos, en sus pies y en su costado”.
Antes de impartir la bendición Urbi et Orbi, el Papa afirmó: “Estas heridas son el sello perpetuo de su amor por nosotros.
Todo el que sufre una dura prueba, en el cuerpo y en el espíritu, puede encontrar refugio en estas llagas y recibir a través de ellas la gracia de la esperanza que no defrauda”.

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