Por Natalia Motyl *

Buenos Aires, 14 de agosto (PR/21) .–El año pasado los países de la región sufrieron una de sus mayores recesiones históricas a raíz de las restricciones que se llevaron adelante por la pandemia. Según las últimas proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), se estima que la economía latinoamericana se contrajo en un 7% en 2020; en tanto, La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) estima una caída del 7,7%, mientras que la proyección del Banco Mundial (BM) es de -6,9%. De ésta forma sería la mayor contracción económica que se observa desde que comenzaron los registros en 1900. Por países, vemos que el panorama tampoco es muy alentador. En 2020, todos los países registraron caídas fuertes contracciones económicas: en Perú la caída fue del 11%, en Colombia del 6,8%, en Bolivia del 6,2%, en Chile del 5,8%, en Uruguay del 5,7%, en Brasil del 4,1% y en Paraguay del 1,0%.

No obstante, la Argentina dentro de los países de la región fue uno de los países que más sufrió la crisis económica del 2020. Principalmente por haber aplicado una de las cuarentenas más restrictivas del mundo que se extendió desde la segunda mitad de marzo hasta el octavo mes del año cuando comenzaron a flexibilizarse las restricciones sanitarias. El año pasado nuestro país cayó 9,9% y éste año se espera un rebote, fundamentalmente por arrastre estadístico, del 7%, favorecido por el viento favorable del sector externo.

Como vemos en el gráfico, los precios de las commodities se encuentran en los mismos niveles de finales de 2013-principios de 2014. Esto se debe a la recuperación de los principales países que, luego de la pandemia y haber agotado los stocks, compraron con más fuerza para abastecer una demanda fogoneada por los megapaquetes fiscales y monetarios. Esto generó que los precios de los productos básicos se incrementasen en la primera mitad del año y favoreciese la entrada de divisas al país.

Recordemos que, gracias a la entrada de divisas, el BCRA pudo armar su colchón de fuego y mantener el mercado cambiario calmado. Así, las Reservas Internacionales finalizaron julio con US$42.582 millones, unos US$145 millones más con respecto a junio. Por su parte, las reservas netas finalizaron julio en US$6.686 millones. Es fundamental el poder de fuego que se armó ya que, con el avance de la incertidumbre generada por la variante delta en el mundo y las elecciones locales, debe intervenir con mayor fuerza el mercado cambiario para que el dólar no se dispare unos meses antes de las elecciones e impacte negativamente sobre el bolsillo del electorado.

No obstante, hay que tener en cuenta que todo está atado a los precios de los productos básicos que vendemos afuera y de los que depende, principalmente, la entrada de los dólares que tanto necesitamos. Por ahora, parece que se estabilizaron; no obstante, todavía quedan sujetos al riesgo de nuevas olas de pandemia y por lo tanto nuevas restricciones futuras que ralenticen la recuperación económica a nivel mundial. Además, una suba de las tasas de interés a nivel internacional que reduciría el consumo también afectaría negativamente la demanda mundial de productos básicos, por lo que éstos precios que estamos observando no se mantendrían por mucho tiempo.

Además, por el momento, los mismos han sido favorecidos por una menor oferta de la región y una mayor demanda de China que ha presentado un crecimiento robusto en los últimos meses. Sin embargo, la inseguridad alimentaria a raíz del Covid-19 del último año parece que va a seguir hasta, inclusive, 2022 por lo que es posible que los precios se estabilicen a partir de ese año. Por lo que, no habrá que confiarse de que el viento de cola dure por mucho tiempo.

En tal caso, cómo se encuentra nuestro país para afrontar una tentativa baja de los precios de los productos básicos. Lamentablemente, no en una muy buena posición. Desde el 2011 que el sector privado no genera puestos de trabajo y la economía se encuentra estancada. Si no se aprovecha el contexto externo favorable, el 7% de recuperación de éste año quedará en el olvido en un 2022 que amerita atención. Es probable que volvamos a caer en una profunda crisis en los próximos años de no encararse inmediatamente las reformas estructurales que necesitamos.

*La autora es economista de la Fundación Libertad y Progreso

Primicias Rurales

Fuente: A24