Escribe Susana Merlo

Buenos Aires, 1 marzo (PR/22) –Los acontecimientos nacionales e internacionales de las últimas semanas, dejaron en descubierto la precariedad en la que se vive, que puede verse alterada por cuestiones fortuitas, pero también por imprevisiones cada vez más frecuentes, al menos, en la esfera nacional, lo que termina alterando totalmente los proyectos, y el futuro, de mucha gente.
En este planteo se enmarca la inesperada invasión de Rusia a Ucrania, que causó una conmoción con final imprevisible, y que además de la lamentable cantidad de muertes ya provocadas, alteró sustancialmente los mercados, y las relaciones del comercio mundial. Y eso, en el caso de los alimentos y agroindustria, impacta de lleno en los productores locales, a pesar de la aparente lejanía con la zona de conflicto.
El otro tema, mucho más cercano, fue absolutamente previsible y, por lo tanto, hubiera sido evitable en muchos de sus efectos negativos. Eso, claro está, si se hubieran tomado los recaudos que correspondían, lo que no se hizo. Hablamos de los incendios rurales, que se producen todos los años, pero que esta vez cobraron una particular dimensión.
Y en este punto vale la pena un paréntesis, pues se volvió costumbre en Argentina, hacer las correcciones después que ocurren los desastres y no antes. Ocurrió con las inundaciones de la Capital Federal; con el accidente del tren en Once, con la demora para comenzar la vacunación del Covid, o ahora con los incendios en Corrientes, entre otras muchas cuestiones. Parece que no hubiera conciencia, incluso, sobre el mayor costo de tener que salir a arreglar y/o corregir las cosas, en lugar de prevenirlas evitando, además, todos los daños colaterales.
El caso es que después de casi dos meses de incendios (que comenzaron a fines de diciembre), las autoridades provinciales primero, y luego las nacionales, se dieron por enteradas de que el fuego estaba arrasando.
Fue mucho más rápida y espontánea, la reacción de la gente, y de los países vecinos, que la de las propias autoridades locales que hasta tuvieron que ser “forzadas” para que visiten las zonas más afectadas por el fuego, y hasta prefirieron sobrevolarlas, que “bajar a tierra”, y mezclarse con socorristas y voluntarios.
No hubo un alerta temprano de incendios, ni un comité de emergencia interdisciplinario armado. No aparecieron partidas previstas para estas contingencias, ni para lo que viene ahora que es mucho peor, porque ya no contará con la adhesión social, y mucho menos la mediática. En las primeras semanas la lucha fue voluntaria, sin conducción, ni mandos, y solo fuerzas disciplinadas, como el Ejército o la Gendarmería, actuaron de hecho ante el desastre que se estaba desarrollando, pero no porque hubiera alguna coordinación. Obvio que tampoco hay cadena de responsabilidades.
Lo cierto es que aún hoy, se siguen corrigiendo trabas burocráticas, de organismos que no se habían preparado para la emergencia, y que ahora se van adaptando sobre la marcha, por cierto, con pesadas demoras perfectamente evitables.
Así ocurrió con el Senasa, con Vialidad (nacional y provincial), con servicios de bromatología, marcas y señales, y todo el circuito de burocracia que debería haber ayudado a hacer algo más fácil la situación para los pobladores, y los animales afectados.
Pero si lo sucedido no deja enseñanzas, entonces solo fue un daño inútil.
¿Y que se está haciendo para lo que viene?. ¿Cuál es la ayuda efectiva para los que perdieron todo o una buena parte?, ¿Cuál es la liquidez que se le va inyectar, o realmente los funcionarios creen que con créditos con algunos puntos de tasa subsidiada alcanza para que puedan volver a arrancar?,
¿Cuáles son las órdenes que dieron en todos los organismos involucrados para corregir, y preparar circuitos de emergencia automáticos para una eventual nueva catástrofe?.
¿Qué están proponiendo concretamente las entidades de productores para esto?. ¿Una red certificada, o controlada, de campos que puedan recibir hacienda?, ¿un banco de forrajes diferidos para socorrer a los afectados que se quedaron sin pasto para la hacienda que sobrevivió?, ¿alguna idea superadora para pasar el invierno, y encima en muchos casos sin instalaciones (porque se quemaron)?, ¿qué va a pasar en esas zonas con la campaña de vacunación antiaftosa que comienza en 10 días?.
¿Qué mecanismo pensaron las propias organizaciones del campo para evitar los abusos con los afectados y que, lamentablemente, suelen darse con frecuencia en las zonas de desastres, mayormente en forma de sobreprecios? (de pastajes, alimentos, etc.).
Mucho para considerar, y un replanteo imprescindible -oficial y privado- que, hasta ahora, no aparece…

Primiccias Rurales

Fuente: Campo 2.0