Santa Fe, 10 mayo (PR/20) — Para la Dra. Raquel Chan, la reciente aprobación de la soja y el trigo HB4 en China y Australia es un “hito” nacional por varios motivos. Porque Argentina deja de ser sólo exportador de granos y pasa también a vender tecnología de punta al mundo. Y además porque el éxito se consiguió en una asociación público-privada, con muchos menos recursos de los que disponen las grandes empresas que lideran el negocio de las semillas.

Vale recordar que Chan lideró el equipo de científicos de UNL-CONICET que inició los trabajos de laboratorio para crear cultivos tolerantes a la sequía, en asociación con la empresa de productores argentinos Bioceres. El proceso duró más de una década y media, hasta lograr la aprobación de la soja HB4 en China, el 29 de abril, paso final para el inicio del uso comercial del nuevo germoplasma. En trigo, Australia -uno de los productores más importantes del mundo- avaló el 6 de mayo la utilización de harina y derivados, mientras se espera la adaptación de genéticas locales para habilitar su cultivo.

“Yo estoy contenta hace rato”, dijo a Campolitoral la directora del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL), quien fue recibida por el Presidente de la Nación tras el aval chino. “Con recursos limitados, respecto de los que tiene una multinacional, es una alegría enorme llegar a tener tecnología de punta”, afirmó.

Luego de superar estas fases regulatorias, ahora se espera el “éxito comercial”. O sea, que los productores elijan estos materiales para cultivarlos en sus campos. La subida de 26% en las acciones de Bioceres tras la noticia de la aprobación en China sugiere que ese objetivo es posible. Cuando ocurra, dijo Chan, tendrá “varios impactos” para el país. Uno, concreto y simbólico a la vez, es que Argentina “deja de ser un exportador de granos con tecnologías generalmente de multinacionales, para salir a vender una tecnología propia”. Y además con un desarrollo conjunto entre un organismo público y una empresa formada por productores. “Es un hito, sobre todo en agro, porque es el primer transgénico argentino”, celebró.

Si bien remarcó que “todavía hay que sembrar, cosechar y vender”, significará un ingreso de divisas muy interesantes por impuestos y también por las regalías, que cobrarían UNL, CONICET Y Bioceres. “Que no son nada despreciables”, dijo, aunque “el grueso pasa por otro lado”.

Trigo limpio

El trigo HB4 está desandando un camino distinto al de la soja, debido a reticencias que despierta en grupos ambientalistas y también entre los acopiadores argentinos. Los primeros lo cuestionan por ser transgénico, especialmente por la tolerancia a herbicidas en base a glufosinato de amonio. Mientras que los cerealistas temen que una posible “contaminación” de granos convencionales ocasione cierre de mercados en países que no lo hayan aprobado.

“El trigo tuvo más problemas”, admitió la científica santafesina. “Pero no de regulación sino del público”, aclaró. “En soja es como que ya están todos vacunados y en Argentina como no se consume es como que no importa, total la consumen otros”.

Al respecto interpretó que la mayoría de los ambientalistas critican el uso de herbicidas, porque sostienen que se va aumentar el volumen de agroquímicos en el campo. “Algo que no es necesariamente cierto”, básicamente porque ya se usan herbicidas en el trigo convencional. Y a pesar de que, como tantos otros, son productos que deben usarse con cautela, “todavía la ciencia no aportó alternativas”.

En cambio, la tolerancia al estrés hídrico implica, para Chan, es beneficiosa para el medioambiente. “El menor uso de agua para la fijación de más dióxido de carbono tiene un impacto positivo”, dijo, aunque aclaró que existen opiniones en contrario.

De todos modos reveló que recientemente en California un grupo de investigadores, en base a datos satelitales, publicó un trabajo sobre el trigo HB4 que demuestra un “impacto ambiental muy positivo en la disminución de la huella de carbono”.

Sobre la aprobación del trigo en Australia también explicó que no se hizo el camino regulatorio para sembrarlo porque hay que adaptar a variedades locales “que ya son variedades aceptadas” por los productores. “No es que nos hayan negado lo otro (el uso comercial), es que no se pidió”.

Lo que viene

Sobre los trabajos que actualmente realizan en el IAL, adelantó que su grupo desarrolló un maíz tolerante a inundaciones con mayor producción. “Con otro gen, otra tecnología, que está más retrasada que HB4, pero que está andando muy bien y probablemente en un tiempo de que hablar, porque está siendo exitosa a nivel científico o técnico”.

Otro proyecto que avanza está enfocado en la agricultura familiar y apunta a aumentar la producción de cultivos como tomate o pimiento. “En realidad es un conocimiento que surge de los transgénicos pero que no utiliza transgénesis, sino un peso que se aplica a las plantas en un período particular de su desarrollo por dos días y aumenta muchísimo la producción”, detalló.

Y agregó que con la provincia están desarrollando una escuela de biofábricas. “Espero que antes de fin de año lo podamos largar”, sostuvo. Se trata -explicó- de enseñar a hacer cultivos por tejidos, para multiplicar plantas que no se pueden por semillas. “Se cultivan tejidos, se hace como clones de las plantas en frasquitos”, graficó. La idea es enseñar para que haya emprendimientos en otros lugares y “la intención es empezar con las escuelas agrotécnicas para tal vez seguir con otros actores; podría servir para que en lugares más pequeños produzcan sus propios alimentos”.

Cuando el equipo de Chan detectó y experimentó con el gen hahb-4 del girasol lo hizo en las instalaciones de la Facultad de Bioquímica de la UNL. Más tarde, en 2014, se mudaron al IAL, lo cual les permitió “hacer muchas cosas que no podíamos hacer”, como ensayos a campo y en un invernadero. “Somos muchos más ricos que antes, porque tenemos un edificio propio, laboratorio, el campo, un invernadero y eso nos permite hacer mejor ciencia”, celebró.

Juan Manuel Fernández | jmfernandez@ellitoral.com

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Fuente: Campo Litoral