Buenos Aires,. 27 junio (PR/22) –Transcurrido el primer cuatrimestre de 2022, uno de los más duros en cuento a la dimensión de la crisis social y económica que vive el país, una de las pocas y gratas sorpresas que ofrece la estadística oficial es que a pesar de todo los argentinos han logrado mantener niveles altos de consumo de carnes, que los ubican en los niveles más altos del mundo en cuanto a la ingesta de proteínas de origen animal.

Entre enero y abril de 2022, según datos del Ministerio de Agricultura, cada argentino venía comiendo a un ritmo promedio de 47,84 kilos de carne vacuna, 45,67 kilos de carne de pollo y 16,29 kilos de carne porcina. Esto habla de un total de 109,8 kilos de proteínas animales per cápita, que superaría los 110 kilos sumando consumos marginales de pescados y carne ovina.

Se trata de uno de los niveles más elevados en todo el mundo. Sólo Estados Unidos y Australia están en rangos parecidos, superiores a los 100 kilos anuales por habitante de carnes consumidas. Aquí nos mantenemos en esa franja pese a la visible pérdida del poder adquisitivo de la población. Podemos discutir si está bien o mal comer tanta carne, y sobre todo si nuestra dierta argenta requiere de otros productos (como frutas y verduras, básicamente), pero seguimos siendo grandes consumidores.

En 2021, tomando todo el año, el consumo promedio de los argentinos había sido de 109,10 kilos al año (sumando 47,66 kilos de carne vacuna, 45,54 kilos de carne aviar y 15,9 kilos de carne de cerdo). Es decir que en estos cuatro primeros meses del año no ha habido una ralentización ni mucho menos una caída. El consumo de carnes se han mantenido a pesar de la aceleración inflacionaria.

Una primera posible conclusión es que -desde que comenzó la disparada de los precios- los argentinos han hecho todo lo posible para mantener una alta presencia de proteínas animales dentro de su menú cotidiano. Y esto es una buena noticia.

A lo sumo, si retrocedemos hasta 2020, lo que ha sucedido es que el consumo de carne vacuna retrocedió de 2 a 3 kilos per cápita al año, perforando por primera vez en la historia el piso de 50 kilos anuales. Pero este recorte fue reemplazado por una mayor oferta de carne de pollo y de cerdo, prácticamente en partes iguales.

En el primer cuatrimestre de 2022 se mantiene ese status quo: la carne vacuna sigue siendo la más consumida pero el pollo le pisa los talones. Apenas 2 kilos anuales per cápita las separan.

De todos modos, estos aceptables niveles de consumo de proteínas animales entre los argentinos son bastante engañosos y pueden ser difíciles de mantener en los próximos meses. ¿Por qué razón? Porque en muchos casos se han venido sosteniendo no a costa de producción del todo genuina sino en base a distorsiones del comercio.

Nos referimos a que en el caso de la carne vacuna los niveles de consumo se mantienen altos porque desde mayo de 2021, el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner (o viceversa) aplica restricciones a las exportaciones, que colaboran a mantener bien abastecido el  mercado local y a precios competitivos.

En rigor, en el primer cuatrimestre de 2022 hay una caída leve de la producción de carne vacuna, que se ubicó en 959.121 toneladas, casi 10% por debajo de los niveles del mismo periodo de 2021. ¿Dónde están esas 90 mil toneladas que faltan entonces? Se han recortado de las exportaciones, que entre enero y abril sumaron 261.464 toneladas y retrocedieron nada menos que el 17%.

Dicho de otro modo, la Argentina está enviando menos carne al resto del mundo para poder seguir abasteciendo de carne vacuna a su propia población, aún en los niveles de consumo más bajos de su historia.

Dijimos que el bache en la oferta de carne vacuna había sido paliado en partes iguales por cerdos y pollos. Pero aquí también hay un proceso que podría llamar a engaño: los niveles de oferta actual se sostienen ya no restringiendo las exportaciones sino apelando a un fuerte salto de las importaciones.

En el caso del sector avícola, la oferta de carne total en el primer cuatrimestre ha sido de 742 mil toneladas, con un crecimiento muy tenue de 0,7%. De ese total se ha exportado casi un 10%, unas 73 mil toneladas. Los niveles de abastecimiento al mercado interno entonces se han podido mantener apelando a importaciones que han crecido la friolera de 122%, y que ya suman casi 7 mil toneladas.

Es poco el volumen de pollo importado en comparación con las cifras totales del mercado local, pero en cuatro meses de 2022 las compras ya han igualado casi los niveles de todo 2021 y superan los ingresos de carne aviar de todo 2020. Y todo esto, apuntalado por la enorme brecha cambiaria que existe entre el dólar oficial y el dólar paralelo, y que asegura muy buenos ingresos para los importadores.

¿Qué sucedería si -como promete el gobierno a partir de hoy- esas importaciones de carne aviar se detienen abruptamente? Pues que comenzaría a faltar oferta nacional para mantener el ritmo de las exportaciones y al mismo tiempo mantener los elevados niveles de consumo interno.

Más dramático es el escenario en el sector porcino. Allí -luego de muchos años de crecimiento- la oferta de carne nacional ha comenzado a achicarse, y en el primer cuatrimestre totalizó 220.551 toneladas, con una contracción de 1,3%. Pero como el consumo ha seguido creciendo (cerca del 3%), aquí las importaciones están jugando un papel fundamental para el abastecimiento del mercado, pero a costa ya de provocar daños a la estructura productiva local.

En el primer cuatrimestre de 2022, y con los productores porcinos clamando a gritos que se impongan licencias no automáticas y se restrinjan las importaciones, han ingresado al país 19.444 toneladas de carne de cerdo, sobre todo desde Brasil, lo que implica casi 10% de la producción local y un salto de casi 60% respecto del primer cuatrimestre de 2021. Además se produjo un desplome de las exportaciones, que han retrocedido 85% internual y casi son inexistentes, de solo 1% de la producción.

De nuevo, ¿qué sucedería con el elevado consumo histórico de carne porcina si se restringen las importaciones como ahora reclama Cristina Kirchner, luego de casi tres años de festival importador basado en la diferencia notable entre los tipos de cambio que existen en la Argentina?

El escenario es complejo. Los argentinos hemos logrado mantener los altos consumos de proteínas animales en medio de la crisis económica mayúscula, pero a costa de distorsionar el mercado con trabas a la exportación en algunos casos y demasiadas facilidades para importar en los otros casos.

Si estas distorsiones cesaran de inmediato, los precios internos de estos alimentos deberían elevarse. ¿Qué podría suceder entonces con estos buenos niveles de consumo?

 

 

 

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Fuente: Bichos de Campo