Por José María Segura*.
Buenos Aires, 2 diciembre (Especial para NA) — Tras las medidas adoptadas por el BCRA a mediados de septiembre, las perspectivas sobre el futuro de la economía local se deterioraron aún más, desaprovechando la oportunidad de revertir expectativas a partir de la renegociación de la deuda del sector público con acreedores privados.
Hace un mes, desde PwC Argentina decíamos que “el endurecimiento del cepo, cuyo fin es contener la demanda de dólares, parece ignorar el problema de fondo que es el exceso de oferta de pesos”.
A partir del primero de octubre, y frente a la consecuencias -evidentes en el mercado- de las medidas inicialmente aplicadas por el BCRA, se intentó modificar la estrategia, de manera gradual.
A un muy modesto plan de tratar de generar incentivos para que los exportadores liquiden stocks, y aumentar así la oferta de dólares en el mercado oficial.
Y medidas tendientes a revertir las restricciones que habían sido impuestas sobre los mercados no oficiales de divisas, buscando favorecer la liquidez de los mismos en un virtual desdoblamiento cambiario.
A esto, le siguieron medidas para impulsar la demanda de pesos mediante la colocación de deuda atada a la cotización del valor de dólar oficial, ofreciendo así un instrumento en pesos que tiene implícito un retorno real positivo en moneda dura.
Adicionalmente, el BCRA incrementó las tasas para sus operaciones de pases pasivos e intervino en el mercado de futuros.
Así, a pesar de un fuerte aumento inicial de la brecha cambiaria que parecía desbordarse, el Gobierno logró captar en la colocación de la última semana de octubre un monto en exceso de las necesidades financieras, permitiéndole devolver anticipadamente al BCRA adelantos transitorios por $100.000 millones.
La medida, que va en el sentido correcto al absorber excedente de pesos, permitió descomprimir la tensión sobre los mercados no oficiales de la divisa en los últimos días del mes.
La pregunta es si ello es suficiente para revertir las expectativas de devaluación. Y la respuesta es ciertamente no, ya que nada se ha hecho sobre la fuente del problema: la necesidad de financiar el déficit fiscal.
Consciente de ello, el ministro Martín Guzmán se pronunció por un plan fiscal que incluye desde el período actual hasta el fin del mandato.
Si ese plan fuera consistente y trajera algo de certidumbre sobre la estrategia fiscal de mediano y largo plazo, aunado a una política monetaria alineada que permita ir retirando pesos para menguar la demanda de dólares en los mercados alternativos, podría actuar sobre las expectativas de corto plazo, contribuyendo a cerrar la brecha e iniciar un círculo virtuoso que resulte en un costo de endeudamiento menor para el estado.
Siendo la tasa de los bonos dólar linked del 0,10%, si la devaluación fuese menor a la inflación, daría un costo de financiación del sector público por debajo del endeudamiento que se obtiene en pesos.
Esta estrategia, que de por sí presenta riesgos internos relacionados con la consistencia y el sostenimiento en el tiempo de las medidas y los efectos que sobre las expectativas puedan tener los ruidos de la política – sobre todo en un año electoral, como el próximo -, también se enfrenta a un contexto externo difícil, dado por el incipiente recrudecimiento de la pandemia en Europa y el resultado electoral en los Estados Unidos.
Esa sería la visión de quienes, apostando a que la brecha no se cerrará por una baja en el techo sino por una suba del piso, tomaron el riesgo de prestarle al Estado bajo estas condiciones.
Como en cualquier transacción, allí donde los intereses contrapuestos confluyen en un punto común, la misma se hace posible. Y eso hace que, a pesar de las dificultades enumeradas para la estrategia de política económica elegida, la moneda continúe en el aire.
(*) Economista jefe de PwC Argentina.
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Fuente: NA