La producción orgánica está definida por la ley 25.127/99 como: “se entiende por
ecológico, biológico u orgánico a todo sistema de producción agropecuario, su
correspondiente agroindustria, como así también a los sistemas de recolección,
captura y caza, sustentables en el tiempo y que mediante el manejo racional de
los recursos naturales y evitando el uso de los productos de
síntesis química y otros de efecto tóxico real o potencial
para la salud humana, brinde productos sanos,
mantenga o incremente la fertilidad de los suelos y la diversidad biológica, conserve los recursos
hídricos y presente o intensifique los ciclosLa producción orgánica está definida por la ley 25.127/99 como: “se entiende por
ecológico, biológico u orgánico a todo sistema de producción agropecuario, su
correspondiente agroindustria, como así también a los sistemas de recolección,
captura y caza, sustentables en el tiempo y que mediante el manejo racional de
los recursos naturales y evitando el uso de los productos de síntesis química y otros de efecto tóxico real o potencial para la salud humana, brinde productos sanos, mantenga o incremente la fertilidad de los suelos y la diversidad biológica, conserve los recursos hídricos y presente o intensifique los ciclos biológicos del suelo para suministrar los nutrientes destinados a la vida vegetal y animal, proporcionando a los sistemas naturales, cultivos vegetales y al ganado
condiciones tales que les permitan expresar las características básicas de su comportamiento
innato, cubriendo las necesidades fisiológicas y ecológicas”.
Esta definición biológicos del suelo para suministrar los
nutrientes destinados a la vida vegetal y animal, proporcionando a los sistemas naturales, cultivos vegetales y al ganado condiciones tales que les permitan expresar las
características básicas de su comportamiento innato, cubriendo las necesidades fisiológicas y
ecológicas”.
Esta definición nos revela las dimensiones más evidentes
de lo que se conoce como “producción orgánica”. Entre
ellas, el cuidado de la salud del productor, sus colaboradores y del consumidor; el cuidado del medioambiente a través de fomentar la biodiversidad; y el cuidado y mejora
del suelo.
Pero esta definición no saca a la luz las importantes
dimensiones que la convierten en un modelo de desarrollo
alternativo al actual. Dichas dimensiones están
relacionadas con el cuidado del territorio a través del
mantenimiento de las poblaciones rurales; la generación
de redes de pequeños productores, sólo viables gracias al
asociativismo; el fomento del consumo local; el cuidado
del entramado social y la revitalización de las comunidades
rurales. Hay otras dimensiones sobre las que actualmente
se está explorando su impacto, de las cuales
destacaremos dos. En primer lugar, quizás la más
relevante, la Agricultura Regenerativa, uno de los
umbrales más elevados de la Producción Orgánica que
está impactando en todos los sistemas productivos. Y, en
segundo término, la indagación de tecnologías amigables
con el medio ambiente, hoy también en uso en la
agricultura convencional.
La producción orgánica es un sistema o modelo productivo
con características específicas, que bien puede analizarse
como otras cadenas agroalimentarias, similar en sus
componentes, pero de eslabones más cortos. Así es que
la cadena está integrada por productores primarios
transformadores, distribuidores, comercializadores,
exportadores, supermercados, tiendas especializadas,
transportistas y, a diferencia de otras cadenas, también
posee sistemas de distribución domiciliaria, ferias y
diversos puntos de venta. La diferencia fundamental de la
cadena orgánica con otras cadenas tradicionales es que
los alimentos se gestionan considerando los impactos de
cada uno de sus eslabones, y eso es lo que premia un
consumidor orgánico.
Al considerar cómo la producción orgánica se ve impactada
actualmente por el COVID-19 nos encontramos con
situaciones similares a las del sector convencional,
definiendo a éste como el que utiliza productos de síntesis
química en la gestión productiva y también permite los
organismos genéticamente modificados. Los problemas
en común que los afectan son muy diversos: falta de
cosecheros, ruptura de la cadena de pagos y falta de
acceso a insumos, entre otros.
Ante la situación particular de la pandemia es posible
diferenciar reacciones distintas en el ámbito urbano y el
rural: el campo con un desempeño casi normal y
trabajando al ritmo habitual y la ciudad con un gran riesgo
de contagio, actuando de manera temerosa y, por
momentos, con conductas irracionales, que algunos
califican como propias de una psicosis colectiva.
Pero si consideramos este término con especialistas
podemos entender que éste tiene muchas más
implicancias, por lo que sólo entenderemos esas
conductas irracionales como consecuencia de una grave
distorsión de las percepciones. Esto puede atribuirse en
gran parte a los miedos alimentados por las redes sociales
y los medios de comunicación.
Esta situación determina conductas claramente diferenciadas: en el campo la naturaleza sigue su ritmo normal, nada ha cambiado demasiado, todos los sistemas actúan
casi sin enterarse que existe una pandemia.
En consecuencia, los productores siguen trabajando de
manera normal, con excepción de algunas modificaciones
debidas a factores externos a los sistemas biológicos
productivos, como ser el transporte, la mano de obra, el
acceso a circuitos financieros o la alteración de la cadena
de pago, entre otras.
Por el contrario, en la ciudad, la conducta de todos ha sido
notablemente modificada y regida, ciertamente, por los
diferentes niveles de miedo que afectan a la población,
reaccionando ésta de manera anormal frente a lo
desconocido.
A pesar de estas distorsiones que pudieran presentarse,
los alimentos orgánicos siguen llegando al consumidor, la
cadena funciona prácticamente con normalidad, abasteciendo a quienes esperan cada día un alimento diferente
para su dieta. En la exportación todo funciona casi
normalmente, el flujo de productos orgánicos es el
habitual, sólo alterado por los factores externos que
afectan el flujo del comercio a nivel global.
Los mercados, a su vez, siguen en un nivel de abastecimiento

y consumo normales. Como sucedió con todos los
productos alimenticios al principio de la pandemia, los
consumidores de alimentos orgánicos acumularon
productos, especialmente los no perecederos, previendo
potenciales problemas de abastecimiento.
Era de esperar y resultó ser la situación de diversos
productos, incluidos los alimentos que, debido a esa
acumulación inicial, el consumo bajara hasta reducir los
stocks generados por las compras realizadas al inicio de la
pandemia. Pero para sorpresa de muchos procesadores y
comercializadores orgánicos esta situación no sucedió con
los productos orgánicos. Por el contrario, el consumo se
mantuvo en niveles normales pre-pandemia o en algunos
casos superiores. Esto se atribuye a una reacción positiva
del consumidor que, frente a una situación de incertidumbre

general, se volcó en mayor medida a la compra de

productos orgánicos, como una opción más saludable,
cubriendo de esta manera sus inquietudes acerca del
origen de los alimentos, su gestión ligada a los procesos
naturales y la transparencia de esta cadena que le permite
monitorear fácilmente al origen productivo de las materias
primas.
Ahora bien, cuando se trata de imaginar cómo estaremos
dentro de un año respecto a la producción orgánica, se
hace muy difícil poder predecirlo. Lo que sabemos con
certeza es que la producción orgánica no depende de una
publicidad masiva para convencer a los consumidores
sobre sus virtudes, ya que es el propio consumidor quien
lidera el aumento de su consumo, debido a que él mismo,
en su imaginario, tiene claro que la Producción Orgánica
significa: cuidado medioambiental, cuidado del entramado
social y equidad. Y, sobre todo, representa un alimento
seguro y de calidad, dos atributos que aseguran todos los
integrantes de la cadena, desde la producción hasta la
llegada para el consumo.
El consumidor actual está experimentando un cambio de
percepciones y prioridades, inclinándose por un alimento
seguro que responda a sus expectativas. Estas
expectativas no están sólo relacionadas con la seguridad
intrínseca del alimento, sino también con los impactos y el
grado de seguridad generado por la gestión de los
alimentos, desde la producción de sus materias primas
hasta que éstos llega a su mesa.
Un consumidor, que, con más tiempo para pensar, busca
acercarse cada vez más a la naturaleza. En el reordenamiento

de sus prioridades decide a qué redestina sus
recursos, dónde considera positivo depositar su energía
económica, votando con su billetera y favoreciendo así a
modelos sustentables por sobre otros. Asume de esta
manera un papel de corresponsable de las consecuencias
directas e indirectas de los modelos de gestión que
beneficia con sus elecciones.
Cuánto durará este fenómeno de cambio y qué intensidad
tendrá nadie lo sabe con certeza. Sí es posible afirmar que
cuanto más intensa y prolongada sea la situación actual,
más profundos y duraderos serán los cambios en el
consumidor. Queda a la vista una vez más, que está en las
manos de los consumidores de las ciudades la fuerza que
dará forma a la nueva realidad, no sólo porque ellos
representan un altísimo porcentaje de la población, sino
porque son los que están sufriendo con más intensidad la
pandemia y quienes más buscan seguridad en lo que
consumen frente a esta situación.
La pandemia ha acelerado la toma de conciencia en el
proceso de elección, factor que siempre estuvo presente.
El consumidor elige sus alimentos cada vez más
considerando dónde se produjeron, cómo se produjeron,
qué se utilizó en su gestión, quiénes se benefician con su
elección, esto conlleva una trazabilidad que le permita
rastrearlos y una certificación que sustente toda apelación
de calidad esgrimida para inclinar su decisión favorable. De
esa manera, pretende lograr transparencia y garantías de
seguridad e inocuidad alimentaria, sumándole impacto
social y medioambiental.
Qué necesita hoy el productor orgánico para evolucionar
en el contexto actual¬: simplemente que lo dejen trabajar
en armonía con la naturaleza, resolviéndole problemas
externos a su gestión productiva. Mitigándole, en lo
posible, todas las distorsiones relacionadas con
transporte, mano de obra y, sobre todo, la incertidumbre
que genera la falta de políticas claras y estables.
A largo plazo, el crecimiento de los mercados estará
relacionado con el privilegio de los factores hasta aquí
descriptos, ya que el hombre está actuando liderado
alternativamente por su comportamiento animal y su
conducta de ser racional. Su comportamiento básico,
regido en gran parte por sus miedos relacionados con la
inocuidad de los alimentos, está resuelto con los
productos orgánicos, por las garantías y confianza que
éstos le generan.
Superados sus miedos, su comportamiento racional lo
lleva a favorecer aspectos sociales y medioambientales,
ya que percibe que el cambio climático seguirá
evolucionando de manera negativa y que las inequidades
son cada vez mayores. Es consciente de la evolución de las
tecnologías sostenibles y su incorporación a los sistemas
de gestión, tanto al orgánico como al de productos
convencionales.
Se vislumbran, en consecuencia, escenarios futuros que
impactarán positivamente el consumo local. Hoy el
consumo de cercanía se está fortaleciendo y el consumidor
tenderá a favorecerlo aún más, ya que esta modalidad da
respuesta a sus necesidades y seguirá haciéndolo, además
de satisfacer la necesidad de respuesta a las inquietudes
de demanda social y medioambiental.
Todo lo expuesto determinará, sin duda, un cambio
profundo en el modelo de desarrollo, ya que está claro que
el modelo actual nos llevó donde estamos, que no es
donde queremos estar.

Primicias Rurales

Fuente: CPIA – Agropost