Pedro Sueldo.

Pedro Sueldo.

La intensificación de la ganadería y la sequía imperante en el país han puesto sobre el tapete la creciente importancia de ciertas micotoxinas que escapan de las técnicas utilizadas tradicionalmente para mitigar sus efectos. El Ing. Agr. Pedro SueldoCoordinador científico de rumiantes de Vetanco, un laboratorio que desarrolla productos para la nutrición intensiva, hace una puesta a punto de los conocimientos sobre estos agentes antinutricionales y del novedoso método de control basado en la biotecnología.

“Existe el preconcepto de que las micotoxinas solo aparecen por un mal almacenamiento de los forrajes. Esto es cierto, en parte, en realidad lo que se genera por acopios inapropiados son aflatoxinas. Pero hay otro universo de toxinas (DON, Zearalenona) que provienen del Fusarium, un hongo muy difundido en los cultivos de maíz, trigo y soja. Entonces, el productor puede almacenar bien sus cosechas, pero ya lo hizo con las micotoxinas que venían del campo”, advirtió Sueldo, detallando que según FAO el 25% de las cosechas del mundo están contaminadas con este hongo.

¿Problemas para la ganadería? “En general las micotoxinas deprimen el sistema inmune del bovino y actúan sobre la flora ruminal haciendo que la utilización del alimento sea menos eficiente, con mermas de hasta 22% en la conversión. La aflatoxina, en particular, afecta el sistema hepático; la Zearalenona, el reproductivo y DON, el consumo, aunque en definitiva todas perjudican la producción”, repasó.

Además, las ‘micotoxinas del campo’ aumentaron en los últimos años en el país. Según datos de varios laboratorios, año a año, se registra una disminución de aflatoxinas porque el productor almacena mejor sus cosechas, aplicando nuevas técnicas, inoculantes y demás. Pero hay años en que los análisis de laboratorio reportan niveles altísimos de micotoxinas del campo que, precisamente, coinciden con las sequías. 

¿Cómo impacta el déficit hídrico? El Fusarium está muy difundido en los cultivos, pero no siempre genera micotoxinas, solo lo hace cuando sufre estrés porque es la forma que tiene el hongo de  competir. “Una de estas situaciones es la escasez de humedad. Por ejemplo, si uno analiza los silos de maíz que se abrieron este año (cultivados durante la seca del año pasado) tienen muchísimas toxinas: se registran hasta 81% de muestras positivas para DON y 73% para Zearalenona”, explicó Sueldo, anticipando que con los que se cosechen este año probablemente se repetirá la problemática.

Otro preconcepto es que los rumiantes son más resistentes a las micotoxinas que los monogástricos. “Eso también es cierto, la flora ruminal actúa como primera línea de defensa frente a algunas de esas toxinas, no todas. Pero hay que tener en cuenta que, en el feedlot, eso lo hace un rumen que procesa alta cantidad de concentrados y tiene un pH bajo. Por lo tanto, la actividad microbiana, que es la que se encarga de esa detoxificación, se ve disminuida. Es un rumen muy desafiado”, planteó.

En concreto, la intensificación de los planteos y los crecientes desafíos del clima significan una amenaza para la ganadería, que cada vez utiliza más silajes, concentrados y suplementos.

Para comerte mejor

Hay varios pasos a seguir para poder utilizar alimentos contaminados con micotoxinas del campo, además de las que pueden provenir del almacenamiento. Más allá de la rotación de cultivos y otras prácticas que permiten limitar el desarrollo del Fusarium, es necesario hacer un análisis de laboratorio de todos los ingredientes de la ración para formularla con niveles tolerables de toxicidad, diluyendo los más contaminados.

“No obstante si tengo todo el silaje comprometido y no lo puedo diluir porque se reduce la tasa de extracción y se pierde calidad, ahí entran a jugar otras herramientas”, afirmó Sueldo. En tal sentido, existen adsorbentes (Alumino-silicatos + pared de levaduras) que actúan en base al comportamiento polar de algunas micotoxinas (aflatoxinas), pero esto no ocurre con todas (DON, Zearalenona).

“Lo más novedoso llegó de la mano de la biotecnología. Detoxa Plus es un producto enzimático, muy difundido en monogástricos, y que hace tres años se lanzó para la ganadería bovina porque, como su nombre lo indica, detoxifica todas las micotoxinas”, sostuvo.                  

 ¿Diferencias? “El adsorbente actúa muy bien en las moléculas que tiene carga en superficie (aflatoxinas), se pegan, y ese complejo adsorbente-micotoxina, no puede ser absorbido por el animal, que lo termina eliminando en las bostas, pero no son eficientes frente a las otras micotoxinas. Además, no es específico, o sea, si encuentra algo que tiene una carga diferente, lo adsorbe, incluso minerales y vitaminas, que son muy importantes para la nutrición animal y corren la misma suerte”, alertó.

El producto enzimático, en cambio, “no necesita que las micotoxinas tengan carga, contiene una enzima para cada tipo de molécula (del almacenaje y del campo), con lo cual las desdobla, las biotransforma y genera compuestos no tóxicos para el bovino. No se acumula en las heces”, señaló.

Otra diferencia no menor, es que el absorbente tiene saturación, es decir, cuenta con una cantidad de cargas en superficie y esos son los sitios donde puede “secuestrar” micotoxinas. “Entonces, si hay alta contaminación, se necesita poner más para no quedamos cortos. Por el contrario, el producto enzimático, rompe una molécula, una vez que lo hizo rompe otra, o sea, su modo de acción nunca se satura. Por eso en este caso se utilizan dosis muy bajas”, subrayó Sueldo.

¿La adopción de esta tecnología? “Es un producto más caro que los absorbentes, sí, aunque cuando se compara dosis vs. dosis, es muy parecido. Desde el laboratorio, estamos más que sorprendidos, porque hace tres años las ventas para rumiantes eran cero y hoy significan el 40% del total. Eso indica que el productor se da cuenta de sus ventajas y lo está adoptando tanto en la recría como en el engorde a corral, bueno, en tambo ni hablar”, aseveró.

Para finalizar, el investigador resaltó que la biotecnología aplicada al control de micotoxinas tiene mucho futuro. “La creciente intensificación de la producción de carne y la variabilidad climática están llevando a que estas toxinas ya no sean consideradas como coyunturales sino como agentes antinutricionales de estructura”, concluyó.

Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne 

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