Buenos Aires, 14 febrero (PR/23) — Entre los cultivos regionales, el maní tal vez sea uno de los más importantes. Se siembra no sólo en la provincia de Córdoba, también en el norte de Buenos Aires y La Pampa.

Es un cultivo en el que el cuidado de la calidad resulta clave y alrededor del cual existe una cadena de valor conformada por empresas de integración vertical, que no sólo producen, también industrializan y exportan. La Cámara del Maní nuclea a unas 23 empresas asociadas que representan el 99% de la producción y exportación.

El negocio del maní ronda los 1.000 millones de dólares anuales en promedio y se siembran alrededor de 450 mil hectáreas cada campaña en la Argentina. Casi el 70% se exporta a la Comunidad Europea, donde las exigencias son muy estrictas.

La sustentabilidad productiva y la sanidad del cultivo son grandes preocupaciones para el cluster manisero. Daniel Gustavo Pahud es ingeniero agrónomo, asesor y ensaya tecnologías a campo. Él describe que “Fusarium y Sclerotinia son enfermedades que afectan al cultivo de maní en Argentina cuando se dan las condiciones ambientales y hay un hospedante susceptible. La incidencia es variable y puede alcanzar un 40% o 50% del lote. No solo genera pérdidas de rendimiento porque las plantas se mueren sino también hay pérdidas de calidad”.

“Las herramientas que tiene el productor para defenderse de las enfermedades de suelo son sembrar semillas de origen conocido y sanas, realizar una labranza vertical para romper las densificaciones subsuperficiales, rotar con gramíneas, sembrar maní recién cada 4 o 5 años en el mismo lote, hacer análisis de suelo para ver la cantidad de inóculo presente y, si bien no hay variedades resistentes, sembrar aquellas que son más tolerantes a la enfermedad”, detalla Pahud.

Con este escenario, “el drone es un elemento muy importante para el seguimiento de lotes de maní afectados por enfermedades de suelo”, dice Pahud. “Nos permite hacer vuelos regulares donde descubrimos la presencia del problema, obtenemos valores objetivos sobre su avance y determinamos el momento exacto en el que conviene realizar el arrancado del lote. Es una herramienta objetiva que da un valor objetivo”, dice.

Gonzalo Gómez es uno de los técnicos de DroneScope responsables de realizar los vuelos. En su experiencia, el relevamiento con drones permite detectar, monitorear y seguir la evolución de estas enfermedades que afectan el rendimiento y la calidad de manera severa.

“Desde DroneScope venimos experimentando el aporte que el monitoreo con drones hace al manejo del cultivo de maní. La estrategia es realizar una serie de vuelos periódicos que van midiendo la situación, sobre todo en la etapa donde las plantas empiezan a definir rendimientos, que coincide con la época de mayores precipitaciones y temperaturas. Lo habitual es hacer los primeros vuelos durante febrero, que es cuando suelen aparecer los problemas sanitarios y a partir de ahí realizar el seguimiento periódico para que productores e industria puedan establecer las prioridades de cosecha. Por lo general se tiende a anticipar la cosecha, no se deja avanzar más la enfermedad”, detalla Gómez.

El técnico de DroneScope destaca que hay empresas de gran envergadura que realizan este diagnóstico a partir de vuelos con helicópteros. “Obviamente, la utilización de los drones no solo abarata costos, también permite ganar tiempo y eficiencia”, dice.

Los números hablan por sí solos. El maní suele rondar los 3000 kg/ha de rendimiento y tiene un valor que puede oscilar los 2000 dólares por hectárea. Es decir que por cada 1% del área que se recupera de la pérdida, se están obteniendo 20 dólares por hectárea.

El servicio que aporta DroneScope consiste en ir al lote, volar la totalidad de la superficie, procesar las imágenes en la plataforma y generar un mapa de localización y presión de enfermedades de suelo por lote. Con esto, la empresa cuenta con un análisis del índice de riesgo de presión de Sclerotinia o Fusarium para diagramar logística de cosecha.

Martín Frigerio es el coordinador general de la Fundación Maní Argentino. A través de ella el sector invierte en ciencia y tecnología. Actualmente cuentan con unos 15 proyectos en marcha, entre los cuales el tema sanitario del cultivo resulta clave. A la problemática por Sclerotinia se le suma la denominada carbón del maní, también de gran impacto.

Frigerio sostiene que el tema principal de estas enfermedades es que afectan el rendimiento. “Hay muchas de esas plantas afectadas que no se puede arrancar, quedan en el campo y se pierde el rinde que se tenía estipulado. Haciendo un buen análisis se puede adelantar la cosecha y se minimiza la pérdida”, coincide.

Para el ejecutivo, el uso de drones en el cultivo comienza a verse como una potencial nueva línea de trabajo de la Fundación. El dron permite monitorear cómo va evolucionando el cultivo en las diferentes zonas y obtener datos que asistan el trabajo de los técnicos. Después, obviamente, ayuda a monitorear con precisión todo lo que tiene que ver con la parte sanitaria, con lo que se expresa de la superficie de la tierra para arriba. También vemos un aporte en lo que hace al seguimiento del mejoramiento genético. En general, el dron agiliza muchísimo los tiempos”, concluye Frigerio.

Acerca de DroneScope.ag

DroneScope.ag nace como parte del universo de servicios tecnológicos de SmartField. Aplicamos tecnología de alto vuelo para liderar el futuro del campo volviendo así a nuestros clientes, más sustentables y eficientes. DroneScope.ag llega al mercado para despegar el campo del suelo. Para que los productores vean sus cultivos como nunca antes lo hicieron.

Más información en www.dronescope.ag 

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