En el panel del Congreso Maizar 2023 “Nuevo contexto internacional: oportunidades y desafíos para el Mercosur”, se identificaron los rasgos y los factores impulsores de la nueva etapa, en la que los socios del bloque regional deberán decidir sus prioridades, incluidas las relaciones hacia dentro y hacia fuera. Expusieron Marcelo Regúnaga, coordinador regional del Grupo de Países Productores del Sur (GPS); Enori Barbieri, vicepresidente de Abramilho, y Federico Lavopa, director de Comercio Internacional de Quipu, moderados por Agustín Tejeda, director de Contenidos del grupo GPS.

Buenos Aires, 2 junio (PR/23) — El actual escenario global es una oportunidad para que la Argentina replantee su estrategia de desarrollo económico y social, dijo Marcelo Regúnaga, coordinador del GPS. Hace 80 años, reseñó, la Argentina decidió basar su desarrollo en la llamada “industrialización sustitutiva de importaciones”, porque entonces se crecía que el mundo no crecería en base al comercio. El país se cerró, priorizando el mercado interno, y lo siguió haciendo aun cuando ese modelo fue abandonado por otros países, que crecieron a partir de una inserción en el mercado internacional. “La bioeconomía nos brinda la oportunidad de crecer con múltiples agregados de valor. Hoy aquí se mencionó cómo los biocombustibles duplican en valor la exportación del grano de maíz; y si avanzamos en la cadena de valor hasta bioplásticos y bioquímicos, podemos tener una nueva estrategia de desarrollo basada en la inserción internacional y abastecer el mercado mundial, en lugar de una que falló en los últimos 80 años”, explicó Regúnaga.
La bioeconomía, agregó, es también una oportunidad para “hacer más fértil” el Mercosur e insertarnos en un sector en donde la Argentina es competitiva. “Tenemos enormes recursos naturales, empresarios modernos en los cuatro países del bloque, y condiciones científico-tecnológicas. Es una oportunidad para avanzar, agregar valor, complementarnos y pensar en plataformas no limitadas a las nacionales”, precisó. La cooperación entre los socios del bloque, prosiguió, puede ser un factor importante de agregación de valor e inserción de un “nuevo Mercosur” en el mercado mundial. De hecho, puntualizó, Brasil ya lo está haciendo, creciendo a partir de las exportaciones. La Argentina debe seguir el ejemplo, aprovechar sus ventajas comparativas y competitivas en vez de favorecer a sectores que necesitan protección en el mercado interno y nunca serán competitivos internacionalmente. Por añadidura, dijo, un modelo de ese tipo no se basará en la concentración industrial en las urbes, sino en todo el interior, permitiendo un desarrollo más armónico y federal del país. Es una oportunidad para el trabajo conjunto, y también para presionar en pos de un acuerdo del Mercosur con la Unión Europea, concluyó.
Agustín Tejeda, moderador del panel, delineó las cuatro fuerzas impulsoras del nuevo contexto internacional, a saber:
  1. Cambios geopolíticos, en especial después de la invasión rusa a Ucrania, que tuvo a su vez tres consecuencias: mayor tensión entre Estados Unidos y China y construcción de dos alianzas globales; pérdida de relevancia del multilateralismo, y revalorización de la energía y los alimentos.
  2. Cambio climático, que acarrea desafíos de adaptación y mitigación y exigencias nuevas, como los requisitos de importación de productos agrícolas “libres de deforestación”.
  3. Seguridad alimentaria, que se vio debilitada, a contramano de los Objetivos de Desarrollo del Milenio acordados a través de la Organización de Naciones Unidas.
  4. Revolución tecnológica, con nuevos desarrollos, productos y servicios y sus desafíos regulatorios.
Enori Barbieri, vicepresidente de Abramilho, la asociación de productores de maíz de Brasil, habló de los cambios en el mercado mundial y cómo Brasil fue respondiendo a ellos. Por caso, a la apertura, hace 20 años, de Estados Unidos a una cuota de 50 millones de toneladas de su producción de maíz a la producción de biocombustibles.
Brasil, precisó Barbieri, producirá este año unos 130 millones de toneladas de maíz y precisa colocar sus excedentes en los mercados mundiales. Ganarlos exige “hacer los deberes” en cuestiones sanitarias y de calidad, ser competitivo en materia de precios y hacer un paciente cortejo. “No existe mercado que no tenga dueño. Hay que enamorar, noviar, después casarse, el comercio es fruto de todo eso”, señaló. Al respecto, contó la experiencia que Brasil tuvo con Japón: si bien durante 50 años lo venía abasteciendo del 95% de su consumo de pollo, le llevó 7 años de negociaciones colocar allí carne de cerdo.
Uno no se sienta en ninguna mesa negociadora si no se cumplen todos los protocolos de sanidad animal o, en agricultura, si no se controlan todas las plagas”, enfatizó Barbieri, quien recordó que Brasil llegó a colocar 8 millones de toneladas de maíz en Japón, para luego constatar que el país asiático lo usaba para alimentar cerdos y pollos, lo que a su vez debilitaba las ventas brasileñas de esos productos. Productores y gobierno brasileño fueron entonces en busca de mercados como Irán y China. Al primero lograron venderle entre 15 y 18 millones de toneladas de maíz, y al segundo, gracias a que los presidentes brasileños “conversaron” el tema, le vendieron 10 millones de toneladas desde enero pasado, en 5 meses, pese a que China es el segundo productor mundial del cereal.
Todo eso, dijo Barbieri, pese a que más de un tercio de la producción de maíz del país viene del Mato Grosso, distante a unos 2.000 kilómetros de los puertos de salida, y los productores deben recorrer 300 kilómetros en caminos de tierra hasta llegar al asfalto. Pero vale la pena, porque China tiene enorme potencial: produce 57 millones de toneladas anuales de carne de cerdo y necesita del maíz brasileño.
Brasil tiene sus desafíos, agregó el dirigente: produce 7 toneladas de maíz por hectárea, contra las 8 toneladas de la Argentina y las 12 de Estados Unidos; pero avanza, porque “los desafíos se resuelven”.
Barbieri estimó dijo que si un productor brasileño tuviera problemas parecidos a los del agro argentino (retenciones, cepo cambiario, prohibiciones, trabas burocráticas y demás cuestiones) “ya estaría quebradoUstedes perseveran, pero tienen que lograr que los políticos se comprometan y defiendan sus intereses”, como hicieron el campo y la agroindustria en su país, con maciza presencia en el Congreso nacional.
Federico Lavopa, director de Comercio Internacional de Quipu, que fue subsecretario de Comercio Exterior en el gobierno de Mauricio Macri, trazó un panorama menos optimista. “El Mercosur está paralizado desde hace 30 años”, señaló. La última decisión relevante en el bloque fue la fijación del Arancel Externo Común, en los ’90. Y ese estancamiento tiene costos, al punto que el comercio intrabloque apenas representa el 12% del intercambio total de sus socios, dijo. Hay cuestionamientos explícitos a las reglas del Mercosur, reflejados en que tanto Brasil como Uruguay decidieron avanzar unilateralmente, pese al carácter de “unión aduanera” del bloque, que exige unanimidad y es, al mismo tiempo, “el yugo y la regla de oro del Mercosur”.
Hace años, prosiguió Lavopa, el bloque no avanza en una agenda de negociaciones, y es muy difícil consensuar políticamente, por la asincronía electoral entre los socios: cuando un gobierno de un país llega, otro está a mitad de mandato, otro se está yendo, ejemplificó. Así, el Mercosur tiende al statu quo.
Sin embargo, el exfuncionario cerró su exposición de modo optimista, pues Brasil volvió a considerar el Mercosur como una herramienta útil para su inserción mundial. El país explica el 75% del PBI del bloque, este no puede avanzar sin su liderazgo. En la Unión Europea, remarcó, lograr un peso relativo equiparable exigiría sumar los PBI de Alemania, Francia, el Reino Unido (que ya dejó la UE), Italia, España y Países Bajos.

Con su agenda interna agotada, concluyó Lavopa, el Mercosur podría revitalizarse avanzando “hacia afuera”, reconociendo que el bloque no es un acuerdo de liberalización comercial, pero igualmente puede generar oportunidades; como un acuerdo con la UE, que no despertaría tantas resistencias internas porque los acuerdos alcanzados en 2019 no conllevan el riesgo de “borrar” industrias o productores, algo que las empresas argentinas tienen perfectamente internalizado y ya se habían mostrado favorables a la iniciativa. Ahora, en Brasil Lula se manifestó en igual sentido, y también lo hizo la Confederación Nacional de la Industria, aunque aparecieron algunas voces disonantes. En las próximas semanas, concluyó Lavopa, debería quedar en claro cuál es la posición de Brasil. “Ojalá se incline a favor de un acuerdo estratégico, que sería el salvavidas del Mercosur, y ojalá la ambigüedad argentina se acabe el 11 de diciembre”.

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