Los ángeles brindan ayuda espiritual tan efectiva que, si se les pide con todas las fuerzas del alma, pueden ayudar a cambiar el corazón, como a los santos
Es posible cambiar
Sin embargo, en la experiencia del día a día, pareciera que este deseo grande del corazón humano es poco realista e irrealizable.
Como si ,simplemente, tuviéramos que “acomodarnos” o “resignarnos” a lo que en el mundo hay y lo que el mundo nos da.
La Sagrada Escritura nos abre a una nueva y esperanzadora imagen del hombre. El mensaje de Dios, la “Buena Nueva” de Jesús para el hombre, es que si hay redención y da posibilidades al hombre.
«La redención es una verdad, una realidad, en cuyo nombre debe sentirse llamado el hombre, y ‘llamado con eficacia'» (cfr. Juan Pablo II, Audiencia de Octubre 28 de 1980).
A esta redención a la cual se encuentra llamado todo hombre, sea la situación en la que se encuentra, los errores que haya cometido, las heridas que tenga, los santos ángeles son llamados a participar.
Santa Teresa de Ávila

Precisamente, si tenemos en cuenta que los fenómenos místicos de los santos, sin que se repitan en los demás cristianos, vienen a ser una luz que se nos da para entender el camino de amistad y de unión con Dios; entonces podemos aludir al fenómeno de la transverberación de santa Teresa de Jesús.
Este fenómeno místico, que la misma santa narra en su autobiografía, consiste en ser traspasado el corazón, dejándole “toda abrasada en amor grande de Dios” ( Vida, 29,13).
Para estos efectos, no importa el coro que haya sido. Lo que llama la atención es que se inflama el corazón de una mujer, de una persona, con el fuego del amor y la deja toda abrasada en amor.
Ya no es el amor lujurioso, codicioso, que pregonan los “maestros de la sospecha”. Es un corazón abrasado de un amor puro por Dios y el prójimo.
La amistad con el ángel nos lleva a ser heridos de amor, de amor divino. No de la misma manera que lo fue Teresa de Ávila pero sí con el mismo fin, que es que el deseo que llevamos en nuestro corazón se realice, esto es la búsqueda y la unión con Dios.
Y es que nada -oye bien-, nada de lo que afecta a los hombres deja indiferentes a los ángeles. Ellos se interesan por el corazón del hombre. La amistad con los santos ángeles nos lleva a encender nuestro corazón de amor.
Hay que notar que el ángel hiere el corazón de santa Teresa, y el corazón es el centro de nuestros afectos, sentimientos, pensamientos, deseos.
La experiencia de santa Teresa nos da cuenta de que los ángeles se acercan al corazón del hombre.
Padre Pío

Otro de los santos con experiencias con los ángeles, san Pío de Pietrelcina, solía decir que cuando se tenga alguna necesidad del corazón, hay que dirigirse al ángel custodio.
Esa cercanía de los ángeles al corazón del hombre es lo que también hace posible que en momentos difíciles con alguien, ya sea por malos entendidos o por cualquier otra razón, las personas se vean aligeradas al acudir a estos buenos compañeros espirituales.
Fue el consejo que el papa Pío XI trasmitió al Cardenal Roncalli, futuro Juan XXIII.
Igualmente, los santos ángeles nos indican la fuente de este amor: Dios.
Ahora bien, ¿qué debemos hacer para aceptar esta ayuda y cercanía, para permitir que el ángel trasforme nuestro corazón y lo haga arder con el fuego de amor de Dios?
Consideramos que la respuesta es disponer nuestra alma a recibir con gratitud y humildad la presencia y ayuda de este amigo fiel.
Esta disposición se manifiesta en una oración fervorosa, que busque alcanzar la ayuda y auxilio de los ángeles; y en una honra aquí en la tierra mediante la confianza y incondicional a aquellos enviados por Dios para guiarnos en nuestros caminos.
Acerquémonos, pues a estos compañeros y encendamos nuestro corazón con un amor de Dios, un amor divino.
Compartimos la poesía que santa Teresa escribió que narra de manera bella la experiencia que tuvo con el ángel que la hirió de amor:
Cuando el dulce Cazador
me tiró y dejó rendida,
en los brazos del amor
mi alma quedó caída,
y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado,
que es mi Amado para mi,
y yo soy para mi Amado.
Hirió con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedó hecha
una con su Criador;
ya yo no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado,
y mi Amado es para mí,
y yo soy para mi amado.















