Por Gustavo Reyes y Jorge Day
El sector vitivinícola argentino, y especialmente el mendocino, atraviesa una etapa de debilidad marcada por la combinación de menor demanda mundial, estancamiento del consumo interno y precios deprimidos. Estos factores han generado un ajuste visible en toda la cadena, desde los precios del vino y la uva hasta la superficie cultivada.
Buenos Aires,31 de octubre (PR/25) .- En los mercados externos, el consumo global de vino continúa descendiendo, lo que se traduce en menores volúmenes exportados y precios en dólares más bajos. En el frente interno, el vino desplazado de las exportaciones se canaliza al mercado local, pero a precios más bajos, con resultados dispares entre segmentos: los varietales sostienen ventas y precios, mientras que los genéricos caen tanto en cantidad como en valor.
El exceso de oferta se refleja en la acumulación de stocks vínicos y en la pérdida de rentabilidad del productor primario. Los precios reales de la uva se ubican entre los más bajos de la última década, y la superficie de viñedos sigue reduciéndose de forma gradual.
En este escenario, se distinguen factores coyunturales —como las variaciones en las cosechas— y estructurales, vinculados al cambio en los patrones de consumo. Mientras los primeros pueden abordarse con instrumentos de estabilización, los segundos requieren estrategias de reconversión y asistencia a productores que enfrenten una menor demanda sostenida.
En paralelo, la estabilidad macroeconómica, la competitividad cambiaria y la reducción de costos internos serán determinantes para preservar la viabilidad del sector y sostener el empleo y la inversión en estas economías regionales.
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Fuente: IERALorg














