La eutanasia para mascotas y la eutanasia para personas son dos cosas muy diferentes. Un veterinario católico analiza algunos principios relacionados con los animales.
España, viernes 14 noviembre (PR/25) — Despedirse de una mascota querida ya sea por muerte natural, enfermedad o eutanasia es uno de los momentos más difíciles para cualquiera.
El dolor es real, pero la fe católica nos enseña que la compasión y la misericordia deben guiar nuestras decisiones. Como nos recuerda el Catecismo, «los animales son criaturas de Dios… con su mera existencia le bendicen… Por eso los hombres les deben bondad».
En otras palabras, nuestras mascotas nos han sido confiadas como parte de la creación de Dios, y estamos llamados a tratarlas con gentileza y cuidado. La Iglesia advierte que «es contrario a la dignidad humana causar sufrimiento o la muerte innecesaria a los animales».
En conjunto, estas verdades significan que poner fin cuidadosamente al sufrimiento de una mascota puede ser un acto de caridad, no de crueldad.
Enseñanza católica sobre los animales
La doctrina católica hace hincapié en el cuidado y la misericordia hacia las criaturas de Dios. Los puntos clave incluyen:
Amabilidad: «Los animales son criaturas de Dios… los hombres les deben amabilidad». Imitamos a santos como San Francisco de Asís, que trataba con amor a los animales, tratando a las mascotas con delicadeza.
Sin sufrimiento innecesario: El Catecismo advierte que causar sufrimiento innecesario a un animal está mal. Por el contrario, sacrificar a una mascota que sufre es a menudo la única forma de evitar un dolor innecesario.
Cuidado justo: Las Escrituras coinciden. «Los justos cuidan de su ganado» (Proverbios 12, 10). En otras palabras, un dueño amoroso ve el sufrimiento de una mascota como algo que hay que acabar, no prolongar.
La providencia de Dios: Jesús enseñó que Dios cuida de todas las criaturas. «Mirad las aves del cielo… vuestro Padre celestial las alimenta» (Mateo 6, 26). Si Dios provee para los gorriones, ¿cuánto más honra Él el amor que te motiva a evitar el dolor a una mascota?
En resumen, las enseñanzas de la Iglesia y las Escrituras nos invitan a ser guardianes de nuestras mascotas: amarlas, cuidarlas y ahorrarles agonías innecesarias. La eutanasia en este contexto, realizada de forma humanitaria y con buena intención, se considera una respuesta misericordiosa al sufrimiento, no un pecado.
Cuando la compasión lleva a decisiones difíciles
Todos los veterinarios católicos y propietarios de mascotas conocen la dolorosa realidad: algún día tal vez tengamos que elegir entre dejar que una mascota sufra o aliviar su dolor mediante la eutanasia. Aunque la decisión nos rompa el corazón, puede ser la opción más compasiva. Los veterinarios católicos llevan mucho tiempo observando la diferencia entre la vida humana y la animal.
Como explica la Dra. Meg Herriot (una veterinaria católica dominica), «los animales tienen derecho a no sufrir», ya que no comparten la dignidad humana única y la misión redentora que Cristo otorgó a las personas.
Esto no quiere decir que las mascotas no sean importantes, sino que nuestro amor puede centrarse en poner fin al dolor. Herriot señala: «Los animales no tienen un sufrimiento redentor; nosotros sí… Yo sacrifico a los animales por respeto a Su creación».
Decisiones en mascotas
Del mismo modo, veterinarios católicos como la Dra. Emily King afirman que la Iglesia distingue claramente la vida humana de la vida animal. Si bien la eutanasia humana nunca está permitida, el caso de una mascota que sufre es muy diferente.
En su trabajo, la Dra. King hace hincapié en que elegir la eutanasia para una mascota querida es la decisión correcta si se hace por una preocupación genuina por el bienestar del animal. Según ella, en última instancia es una «expresión de amor y responsabilidad», una forma de honrar la vida de la mascota al no dejar que sufra un dolor insoportable.
Todo católico que haya amado alguna vez a una mascota comprende esta tensión. Apreciamos la alegría, el consuelo y la curación que nos aportan nuestros animales, pero también reconocemos que «te haces responsable para siempre de lo que has domesticado».
En la práctica, esto significa caminar por una línea muy fina: proporcionar cuidados y consuelo en cada etapa, rezar para recibir orientación y confiar en la sabiduría de Dios a la hora de tomar la decisión final.
Muchas familias encuentran consuelo en sencillas oraciones por sus mascotas durante este tiempo. Podemos recordar que «los justos se preocupan por las necesidades de sus animales», y que el cuidado más profundo a veces implica ayudar a un animal a morir en paz.
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Fuente: Aleteia














