El empujón final para que Ottmar dijera sí al sacerdocio vino en Medjugorje. «Yo no sabía que Dios tenía un plan para mí relacionado con Medjugorje», dijo
Él explica: «Su matrimonio no funcionó, así que mi mamá y yo nos vinimos para San Antonio porque toda la familia de mi madre vivía aquí desde hace mucho tiempo: abuelos, tíos, primos. Llegué aquí en julio del 2005». Hoy es un sacerdote que atiende a los hispanos en San Antonio Texas, conoce un poco de su historia.
El descubrimiento de su vocación
El padre Ottmar reflexiona sobre su llamado vocacional: «Primero que nada se debe a la elección de Dios. Estoy convencido de que, cuando me creó, Él ya lo sabía».
Lo que hubo después fue un proceso mediante el cual Ottmar fue descubriendo esa vocación: «Yo ya la sentía en mi interior, y se fue confirmando con los acontecimientos externos».

«También influyó el sacerdocio de mi primer párroco, el padre Heliodoro Díaz López, que todavía sirve en la Arquidiócesis de México. Cuando yo era niño tuve esa figura sacerdotal realmente tan santa, pues él es un hombre completamente enamorado de su sacerdocio, enamorado del Señor y de la Santísima Virgen, enamorado de la Iglesia. Realmente eso me lo transmitió, así que de niño yo quería ser como él».
A pesar de la familia rota
Ottmar nunca se alejó de Dios, a pesar del divorcio de sus padres. «Yo creo que eso me acercó más, definitivamente. Tuve que aceptar algunas cosas y, con la Gracia de Dios, permitir que el Señor empezara a sanarme».
«Hay sacerdotes o compañeros seminaristas que vienen de familias que siempre fueron muy católicas, y sus papás llevan 40, 50, o 60 años de casados y son grandes ejemplos matrimoniales, lo cual es una bendición. Pero en mi caso puedo entender a aquellas personas que vienen de una familia rota; obviamente eso es una herida, una situación dolorosa, pues cuando una pareja se casa no lo hace con la intención de fracasar; al contrario, se casa con la intención de permanecer unidos toda su vida».
Un viaje clave
El empujón final para que Ottmar dijera sí al sacerdocio vino de Medjugorje. «Mi relación con Medjugorje empezó cuando yo era niño y conocí, gracias a mi párroco, todo lo que ahí pasaba. Así que yo crecí con la advocación de María Reina de la Paz, cuya imagen estaba en mi parroquia. Pero yo no sabía que Dios tenía un plan para mí relacionado con Medjugorje».
«Entonces mi papá me dio la oportunidad de ir a Medjugorje, mi sueño de toda la vida. Mi primera peregrinación fue en marzo del 2016. Y fui a eso: fui a preguntarle al Señor si el sacerdocio era lo que Él quería para mí».
«La pregunta se la hice en una adoración en la parroquia Santiago Apóstol, y la respuesta llegó al día siguiente. No fue nada extraordinario, yo jamás en la vida he tenido alguna experiencia sobrenatural; simplemente escuché el testimonio de conversión de Patrick y Nancy Latta, que son una pareja de canadienses que dejaron todo tras una experiencia muy profunda de encuentro con el Señor a través de los mensajes de la Virgen».
«Patrick nos dijo que el sacramento de la confesión fue lo que terminó de sellar ese encuentro. Y, cuando él cuenta su experiencia, siempre pide que, si hay sacerdotes presentes, pasen al frente, y entonces les dice: ‘Ustedes tienen las llaves del Cielo; ustedes nos abren la puerta a nosotros. Por eso lo que ustedes hacen es lo más grande que existe en el universo'».
Segunda peregrinación
Ese mismo año, el papá de Ottmar le ofreció la oportunidad de regresar a Medjugorje. Llegó en agosto y se quedó a vivir ahí por 4 meses. «Era para prepararme espiritualmente para mi ingreso al seminario».
«Y ahí empezó mi conversión realmente, a pesar de que yo había estado toda mi vida muy acercado a Dios, a la Iglesia y a la Santísima Virgen. Fue mi camino de vivencia seria de la fe y del Evangelio. Fue como un curso intensivo en la escuela de la Virgen, porque me dio las bases sólidas de la vida espiritual para lo que Dios iba a hacer conmigo».
Descubriendo la paternidad

Aunque a Ottmar le tocó pasar de la adolescencia a la edad adulta extrañando la presencia de su padre, eso no le impidió descubrir la grandeza de la paternidad, e incluso abrazarla.
Cuenta: «Cuando cumplí 30 años empecé a descubrir lo que es la paternidad. Obviamente yo no soy papá ni lo voy a ser físicamente hablando, pero comenzó a despertarse en mí ese instinto paternal que todos los hombres tenemos: el querer proteger, el querer dar vida, el querer ser fecundos».
«Para mí fue un entender que el sacerdocio es mi manera de ser padre; no me voy a casar ni voy a tener hijos propios, pero no importa porque voy a tener muchos hijos espirituales; no daré vida física pero tendré la oportunidad de llevarlos a la vida espiritual, a la vida eterna».
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Fuente: Aleteia