Buenos Aires, 13 de diciembre (PR/25) .- Cada 13 de diciembre, la Iglesia celebra la fiesta de Santa Lucía de Siracusa, mártir cristiana que vivió entre finales del siglo III e inicios del siglo IV. Santa Lucía es muy popular y querida por ser especial intercesora cuando hay problemas de salud vinculados a la visión. Desde la Edad Media se le reconoce como protectora o patrona de la vista. Esta devoción proviene de una antigua tradición según la cual, como castigo por proclamar a Cristo, sus verdugos le habrían arrancado los ojos y, aún habiendo sufrido semejante atrocidad, Dios le permitió seguir viendo.
Esposa fiel de Cristo
De acuerdo a las Actas de Santa Lucía, la mártir nació en Siracusa, Sicilia (Italia), en el seno de una familia noble. Sus padres eran conversos al cristianismo y se preocuparon por educarla en la fe. Tras la muerte de su padre, Lucía se acercó al Señor Jesús buscando consuelo y fortaleza para afrontar el dolor que la embargaba. Tomó a Dios como padre y protector y a cambio prometió, en secreto, virginidad perpetua. Sin embargo, su madre, Eutiquia, desconociendo la decisión de su hija, la ofreció en matrimonio a un joven pagano.
Eutiquia padecía de hemorragias y Lucía, con el propósito de ganar su favor e impedir el matrimonio, le aconsejó a su madre que fuese a orar a la tumba de Santa Ágata de Catania para pedir por su curación. Si un milagro ocurría, quizás Eutiquia accedería a liberarla del arreglo matrimonial.
La Gran Persecución
Al enterarse de esto, el pretendiente de Lucía se enfureció y la denunció ante el procónsul Pascasio, acusándola de ser cristiana. Eran tiempos de la persecución iniciada por Diocleciano -la Gran Persecución (302-311)- y el procónsul llevó a la joven a su presencia; y la amenazó de muerte a menos que desistiera de su postura. Lucía respondió así a la amenaza: “Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor Jesucristo”. Acto seguido, el procónsul, para denigrarla ante Dios y los hombres, ordenó que sea llevada a un prostíbulo, pero ella, sin dar un paso atrás, exclamó: «El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consiente».
Los ojos de Lucía
A Santa Lucía se le suele representar con una bandeja en la mano en la que yacen los ojos que le fueron arrancados. Existe también un relato que difiere del anterior, en el que aparece como víctima del acoso de un pretendiente a causa de la belleza de sus ojos. La joven, para liberarse de él, se habría sacado los ojos y se los habría enviado. Dios, en recompensa por su modestia, le devolvió la vista dándole otros ojos aún más bellos.
Aún cuando no hay certeza absoluta sobre qué condujo al martirio de Santa Lucía, la veracidad de su condición de mártir aparece fuera de toda duda. En 1894 fue descubierta una inscripción sepulcral en las catacumbas de Siracusa con esta inscripción: “Santa Lucía, mártir del siglo IV”.
«El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consiente»
Esta afilada respuesta de Santa Lucía de Siracusa al procónsul produjo ecos importantes en la teología moral siglos más tarde. Santo Tomás de Aquino reconoció la profundidad y fuerza moral de la sentencia: «El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consiente».
Oración a Santa Lucía
Oh Bienaventurada y amable Virgen Santa Lucía,
universalmente reconocida por el pueblo cristiano
como especial y poderosa abogada de la vista,
llenos de confianza a ti acudimos;
pidiéndote la gracia de que la nuestra se mantenga sana
y le demos el uso para la salvación de nuestra alma,
sin turbar jamás nuestra mente en espectáculos peligrosos.
Y que todo lo que ellos vean se convierta en saludable
y valioso motivo de amar cada día más a Nuestro Creador
y Redentor Jesucristo, a quien por tu intercesión,
oh protectora nuestra; esperamos ver y amar eternamente
en la patria celestial. Amén.














