Cada 12 de septiembre la Iglesia Católica celebra el Santísimo Nombre de la Madre de Dios: “María”.

Buenos Aires, 12 de septiembre (PR/25) .- Su santo nombre, como nos lo recordaba el Papa Benedicto XVI en 2009, “está totalmente unido a su Hijo, a Cristo, y… nos da valentía para seguir adelante”, en un mundo que anda sumido “en las tinieblas y en los sufrimientos”. En ese mundo, el nombre de María nos mueve a la contemplación del “rostro de la Madre”.

“El nombre de la virgen era María” (Lc. 1, 27)

Contra lo que alguno podría pensar, no se trata de un asunto trivial, en lo absoluto. Es cierto que el nombre de María, por sus raíces etimológicas y sentido bíblico, recuerda al de Eva, la primera ‘mujer’; sin embargo, lo hace por radical contraste. A diferencia de Eva, quien pecó apartándose de Dios y condenando a sus hijos, María fue hecha ‘Puerta del Cielo’ y mediadora de todas las gracias concedidas a la humanidad.

“María”, en consecuencia, es el nombre que evoca la obra salvadora de Dios. Por eso, quien pronuncia con amor esa sencilla palabra, “María”, sabe que en ella está referido el gran misterio del amor de Dios para con sus creaturas, los hombres.

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!” (Lc 1, 42)

Con prodigiosa sencillez, el Espíritu Santo, a través de San Lucas, proclama tamaña verdad para gozo y veneración de todo cristiano: “El nombre de la virgen era María” (Lc. 1, 27).

“Ave, María…”

Desde antiguo, y a lo largo de la historia de la salvación, siempre hubo un respeto especial por la manera como una persona es “nombrada”. El nombre que identifica a una persona es considerado como algo lleno de significado, tal y como la Madre de Dios dejó en claro a Santa Matilde.

El nombre, imagen de la persona

En consecuencia, si el nombre de todo hombre o mujer merece respeto, con mayor razón los cristianos estamos llamados a honrar los santos nombres de Jesús y de María.

Así lo ratificaba el Papa Emérito Benedicto XVI:

«En el calendario de la Iglesia se recuerda hoy el Nombre de María. En ella, que estaba y está totalmente unida al Hijo, a Cristo, los hombres han encontrado en las tinieblas y en los sufrimientos de este mundo el rostro de la Madre, que nos da valentía para seguir adelante…

¡Que el nombre de María no se aparte jamás de nuestros labios, de nuestra mente y corazón!

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Fuente: Aciprensa