La República de Colombia lo considera su santo Patrono, razón por la cual los colombianos se encomiendan de manera especial a su intercesión en este día.

Rodeado de santos

San Luis Beltrán nació en Valencia (España) en el año 1526. A los días de nacer fue bautizado en la misma pila bautismal donde 175 años antes había sido bautizado San Vicente Ferrer, otro hijo ilustre de la Orden que fundó Santo Domingo de Guzmán. Se dice que Luis guardaba algún parentesco con San Vicente a través de su familia paterna.

Ingresó a la Orden de Predicadores en 1544 y fue ordenado sacerdote por Santo Tomás de Villanueva. Luis destacaba por su prudencia, su capacidad de discernimiento y la claridad con la que brindaba consejo a quien lo requiriera. En cierta ocasión, Santa Teresa de Ávila le hizo una consulta en torno a la reforma que ella llevaba a cabo en el Carmelo y si debía fundar un convento en su ciudad.

San Luis Beltrán le respondió: «El asunto sobre el cual me pide información es tan importante que me dediqué por varios días a pedirle a Nuestro Señor que me iluminara lo que le debía responder… Ahora le digo que sí, que lo debe fundar. Y le añado una noticia más: su comunidad va a ser tan ayudada por Dios, que dentro de cincuenta años será una de las más importantes en la Iglesia Católica».

En 1562 fue enviado como misionero a América y, según los escritos que él mismo dejó, bautizó a más de 15 mil lugareños. En 1568 fue elegido prior del convento de Santo Domingo, en Santa Fe de Bogotá.

En aquella ciudad, gracias a su preocupación por los nativos, se hizo de peligrosos enemigos, especialmente entre algunos encomenderos españoles que solían maltratar a los indígenas. Estos buscaron la oportunidad para hacerle daño y, en una ocasión, intentaron matarlo: un hombre le alcanzó un vaso con agua envenenada; San Luis la recibió y la bendijo antes de tomarla. En ese instante, el vaso se hizo trizas en sus manos, sin explicación alguna.

Apóstol de dos mundos

En 1569, San Luis Beltrán regresó a Valencia para ser maestro de novicios, tal y como lo había sido muchos años atrás. Allí se dedicaría a la formación de los futuros misioneros que llegarían a América. Fray Luis, en sus últimos años, padeció diversas enfermedades y achaques, pero aún en ese estado mantuvo siempre el espíritu apostólico.