Por Lic. Luis María Migliaro – Consultor Privado

Pergamino, 19 de febrero (PR/20) -Con una cosecha de 19 millones de toneladas de trigo, es inadmisible que haya riesgo de desabastecimiento en una industria que consume solo 6 millones de toneladas anuales.
El que analice el mercado del trigo en la Argentina, que en la última campaña tuvo una producción de 19 millones de toneladas, más un carry over que no es muy preciso, pero según los distintos informes, se sabe que la industria molinera utiliza menos del 30% del total producido.
Han pasado más de 60 días de la cosecha y la exportación adquirió 14 millones de toneladas, la industria solamente 2 millones de toneladas y los productores tienen sin vender 4.5 millones de toneladas; se desprende que la oferta total supera las 23 M/TN para este ciclo comercial.
Con este panorama, en un país previsible es inadmisible que haya riesgo de que a la industria molinera le falte el cereal necesario para llegar a la nueva cosecha y como consecuencia de esta situación, aflora la preocupación en algunas órbitas del gobierno de que aumente su valor y se traslade a la mesa de los argentinos a través del precio del
pan, la harina, los fideos y otros derivados. La preocupación oficial pareciera razonable, aunque esto no es tan así, ya que los productos comestibles mencionados aumentan su precio más por el aumento de otros costos, que por los del valor del trigo, en este escenario la molinería pide de manera precautoria, tener asegurada materia prima para no parar de trabajar.
Con esta situación se le pide al estado que asegure mantener la regular disponibilidad del trigo, pero al mismo tiempo les manifiestan que no haya intervención, rememorando las consecuencias de esa política de tiempos pasados, donde llegamos a la menor cosecha de los últimos 100 años.
El estado no debe ser un bombero que salga a apagar los incendios, debe evitar que el fuego se inicie mediante instrumentos como “LAS POLITICAS PUBLICAS”, que hace tiempo que no están presentes y las consecuencias están a la vista.
Acá deben ocurrir dos cosas, la primera es que el estado sin llegar a ser estatista o intervencionista debe si, inducir al sector privado, donde un tercio de la producción del trigo se destina a la industria consumera, que tenga asegurado las 6 millones de toneladas necesarias, distribuidas a lo largo de los doce meses con un flujo de abastecimiento constante de una 500/600 Toneladas mensuales.
Lo segundo que debe ocurrir es que el sector privado, comenzando por su primer eslabón, que son los productores, siguiendo por los acopiadores y cooperativas,sean los proveedores naturales de estas 6 millones de toneladas a lo largo del año (descartando cualquier tipo de importación), pero estas ofertas y la calidad del trigo que necesita cada
industria, deben diferenciarse con un “plus” en el valor del precio del cereal.
Por otro lado es razonable que, ni a los productores ni a los acopiadores se les puede pedir, calidad, segregación y almacenaje sin que esto devengue ese costo adicional sino, que el de vender al mismo precio que paga el trigo a la exportación que no exige calidad ni un flujo preestablecido de entrega, compra todo lo que le vendan.
Esta propuesta comercial se logra con un Estado que arbitre las medidas para que comenzando por la aprobación de semillas en el INASE que contemplen la calidad panadera necesaria para nuestra industria, ya sea para consumo interno como para la exportación, que los estándares estipulen las bonificaciones y rebajas correspondientes
para inducir a una producción de calidad y selectiva, que priorice la calidad diferencial por encima de la cantidad, para obtener un mejor precio y lograr mantener los mercados internos como externos.
Que el sector acopiador se lo incluya, como participante necesario percibiendo beneficios económicos por la segregación que realiza en sus plantas, como también la aplicación de buenas practicas el almacenaje.
No se le puede dar un tratamiento igualitario a los granos almacenados en un silo bolsa o en un silo chacra, que en una planta de acopio con todos los elementos tecnológicos de aireación, secado y control de insectos, bacterias y temperatura, indispensable y necesario para mantener el valor nutricional de un grano, que no es forrajero, sino que es alimento humano.
El trigo es un commodity y como tal se lo comercializa en nuestro País, debemos aspirar a que lo siga siendo pero con más lotes Premium para una Industria que también aspire a ser de excelencia, con alta competitividad donde no quede espacio para la actividades marginal, que hoy compite deslealmente y achata la eficiencia del negocio.
Sin políticas públicas, los conflictos de intereses quedan al descubierto y el pato de la boda, como siempre, son los productores que originan el producto y aquellas Industrias que son la mayoría y trabajan de forma transparente cumpliendo con todas las exigencias, comerciales y fiscales.

Primicias Rurales

Fuente: Lic. Luis María Migliaro