Ciudad de Vaticano, 12 mayo (PR/20)– En un mensaje con motivo del Día Internacional de la Enfermería que se celebra hoy el papa Francisco exhortó a los gobernantes “a invertir en la salud como un bien común primario, fortalecer las estructuras y emplear a más enfermeras, para garantizar a todos un servicio de atención adecuado, respetando la dignidad de cada persona”.

En este momento histórico, marcado por la pandemia, escribe Francisco, “hemos redescubierto cuánto juega la figura de la enfermera, pero también la de la partera, un papel de importancia fundamental. Diariamente presenciamos el testimonio de coraje y sacrificio de los trabajadores de la salud, en particular las enfermeras y enfermeros, quienes con profesionalismo, sacrificio, responsabilidad y amor por los demás ayudan a las personas afectadas por el virus, incluso con riesgo de su propia salud. Prueba de ello es el hecho de que, lamentablemente es alto el número de trabajadores de la salud que murieron en el fiel desempeño de sus servicios”.

Dirigiéndose directamente a enfermeras y enfermeros, el Papa les dijo que “la responsabilidad moral guía su profesionalismo, que no se reduce al conocimiento científico-técnico, sino que está constantemente iluminado por la relación humana y humanizante con el paciente”.

“Ustedes, y también pienso en las parteras, están cerca de las personas en los momentos cruciales de su existencia, nacimiento y muerte, enfermedad y curación, para ayudarlas a superar las situaciones más traumáticas. A veces te encuentras junto a ellos mientras mueren, dándote consuelo y alivio en los últimos momentos”.

A continuación, el texto completo del mensaje del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos hoy el Día Internacional de la Enfermería, en el contexto del Año Internacional del Personal de Enfermería y Partería convocado por la Organización Mundial de la Salud. En este mismo día también recordamos el bicentenario del nacimiento de Florence Nightingale, con quien dio inicio la enfermería moderna.

En este momento histórico, marcado por la emergencia sanitaria mundial a causa de la pandemia del virus Covid-19, hemos redescubierto la importancia del rol del personal de enfermería, como también el de partería. Diariamente presenciamos el testimonio de valentía y sacrificio de los agentes sanitarios, en particular de las enfermeras y enfermeros, quienes con profesionalidad, sacrificio, responsabilidad y amor por los demás ayudan a las personas afectadas por el virus, incluso poniendo en riesgo la propia salud. Prueba de ello es el hecho de que, desgraciadamente, un elevado número de agentes sanitarios han muerto al cumplir fielmente con su servicio. Rezo por ellos —el Señor conoce el nombre de cada uno— y por todas las víctimas de esta epidemia. Que el Señor resucitado les conceda la luz eterna y a sus familias el consuelo de la fe.

El personal de enfermería siempre ha desempeñado un papel central en la asistencia sanitaria. Todos los días experimentan, con la cercanía a los enfermos, el trauma que causa el sufrimiento en la vida de una persona. Son hombres y mujeres que han dicho “sí” a una vocación particular: la de ser buenos samaritanos que se hacen cargo de la vida y de las heridas de los demás. Custodios y servidores de la vida que, mientras administran las terapias necesarias, infunden ánimo, esperanza y confianza.

Queridas enfermeras y queridos enfermeros: La responsabilidad moral guía vuestra profesionalidad, que no se reduce al conocimiento científico-técnico, sino que está constantemente iluminada por la relación humana y humanizadora con el paciente. «Al cuidar a mujeres y hombres, niños y ancianos, en todas las etapas de su vida, desde el nacimiento hasta la muerte, participáis en una escucha continua, encaminada a comprender cuáles son las necesidades de ese enfermo, en la etapa que está atravesando. De hecho, frente a la singularidad de cada situación, nunca es suficiente seguir una fórmula, sino que se requiere un continuo —¡y fatigoso!— esfuerzo de discernimiento y atención a cada persona».

Vosotros —y también pienso en las parteras— estáis al lado de las personas en los momentos cruciales de su existencia, nacimiento y muerte, enfermedad y recuperación, para ayudarlas a superar las situaciones más traumáticas. A veces estáis junto a ellos cuando fallecen, dándoles consuelo y alivio en los últimos momentos. Por esta entrega vuestra, formáis parte de los “santos de la puerta de al lado”. Sois la imagen de la Iglesia, “hospital de campaña”, que continúa llevando a cabo la misión de Jesucristo, que se acercó y curó a las personas que sufrían todo tipo de males y se arrodilló para lavar los pies de sus discípulos. ¡Gracias por vuestro servicio a la humanidad!

En tantos países, la pandemia también ha evidenciado muchas deficiencias en la atención sanitaria. Por esto, me dirijo a los jefes de las naciones de todo el mundo, para que inviertan en sanidad, como bien común primario, fortaleciendo las estructuras y designando más personal de enfermería, para garantizar a todos un servicio de atención adecuado y respetuoso de la dignidad de cada persona. Es importante reconocer efectivamente el papel esencial que desempeña esta profesión para la atención al paciente, para la actividad de emergencia territorial, la prevención de enfermedades, la promoción de la salud, la asistencia en el sector familiar, comunitario y escolar.

Los enfermeros y enfermeras, así como las comadronas, tienen derecho y merecen estar más valorizados e involucrados en los procesos que afectan a la salud de las personas y de la comunidad. Se ha demostrado que invertir en ellos favorece los resultados en términos de atención y salud en general. Por lo tanto, es preciso potenciar su perfil profesional proporcionando herramientas científicas, humanas, psicológicas y espirituales para su adecuada formación; así como mejorar sus condiciones de trabajo y garantizar sus derechos para que puedan llevar a cabo su servicio con plena dignidad.

En este sentido, las asociaciones de agentes de la sanidad tienen un papel importante, pues, además de ofrecer una estructura orgánica, acompañan a cada uno de sus miembros, haciéndolos sentir parte de un cuerpo unitario y no se sientan perdidos y solos frente a los desafíos éticos, económicos y humanos, que conlleva la profesión.

De modo particular, las comadronas, que asisten a las mujeres embarazadas y las ayudan a dar a luz a sus hijos, os digo: vuestro trabajo es uno de los más nobles que existen, dedicado directamente al servicio de la vida y de la maternidad. En la Biblia, los nombres de las dos parteras heroicas, Sifrá y Puá, se inmortalizan al comienzo del libro del Éxodo (cf. 1,15-21). También hoy el Padre celestial os mira con gratitud.

Queridos enfermeros, queridas enfermeras y personal de obstetricia, que este aniversario coloque la dignidad de vuestro trabajo en el centro, en beneficio de la salud de toda la sociedad. A vosotros, a vuestras familias y a todos los que atendéis, aseguro mi oración e imparto cordialmente la bendición apostólica.

Roma, San Juan de Letrán, 12 de mayo de 2020

 

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Fuente: AICA – ACI Prensa