Por Diego Falcone*

Buenos Aires, 19 julio (Especial para NA) — Casi a diario alguien nos advierte de lo cerca que está la Argentina de un brote hiperinflacionario.
¿Podría llegar a pasar? En nuestro país todo es posible, pero estamos lejos de que esto ocurra y nuestra obsesión con la híper nos distrae de los verdaderos desafíos.
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Una breve historia
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La hiperinflación no ha sido un fenómeno exclusivo de la Argentina. Una de las híper más recordadas fue la que vivió Alemania entre 1921 y 1923, y fue un proceso inflacionario más largo y destructivo del que vivió la Argentina entre mediados de 1989 y principios de 1990.
Nuestros episodios hiperinflacionarios fueron dos y duraron tan solo 4 meses cada uno.
La memoria de una híper no se borra fácilmente. Los alemanes aún la recuerdan 100 años después y, en especial, su clase media que tenía todos los ahorros depositados en los bancos; por esta razón no sorprende que su banco central, el Bundesbank, sea un celoso guardián del valor de la moneda desde su creación.
¿Cómo fue la híper en Argentina? El primer episodio inició en abril de 1989 cuando la inflación mensual superó el 30% y culminó en julio cuando llegó a 190%.
La híper terminó con el gobierno de Raúl Alfonsín y adelantó seis meses la jura del electo presidente Carlos Menem. Pero el cambio de Gobierno no fue suficiente y entre diciembre de 1989 y marzo de 1990, tuvimos un segundo pico inflacionario donde el mayor registro fue en último mes cuando superamos el 90% de inflación mensual.
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30 años después
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Pasaron 30 años desde la última híper y, a pesar de vivir en un contexto de elevada inflación desde hace más de 15 años, nunca hemos estado cerca de volver a experimentar un proceso hiperinflacionario.
El temor a una híper ha resurgido con intensidad durante esta cuarentena. La elevada emisión de pesos para financiar al Tesoro, las dificultades del BCRA para acumular reservas internacionales y la ausencia de crédito externo, son motivos suficientes para que muchos analistas vaticinen una hiperinflación.
La realidad es que estamos lejos de volver a vivir una tercera hiperinflación. ¿Por qué? Para empezar, el BCRA cuenta hoy con suficientes reservas para mantener controlado el precio del dólar, principal variable que alimenta la inflación.
Además de poseer el suficiente “stock” de divisas, el país tiene un flujo positivo porque este año la balanza comercial se estima tenga un superávit de US$ 15.000 millones.
Por último, el CEPO le permite al gobierno “cuidar” los dólares que ingresan a nuestra economía como resultado del intercambio comercial con el mundo.
¿Qué podría alterar esta situación? La falta de un acuerdo por la deuda con los acreedores modificaría dramáticamente este cuadro. El elevado déficit fiscal financiado con emisión podría actuar con una mecha que encienda un situación explosiva en el plano monetario.
Pero por ahora estamos más cerca de lograr un acuerdo que lo contrario. Respecto del frente fiscal, se espera ver una mejora en la medida que salgamos de la cuarentena.
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Aprendimos la lección
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El recuerdo caótico de los últimos días del gobierno de Alfonsín permanece en la memoria de toda la clase política argentina. El sistema político aprendió y asimiló la lección: es imposible conservar el poder si existen desbordes monetarios y cambiarios.
Nuestro país parece más dispuesto a aceptar una recesión a un salto brusco en el tipo de cambio. Por esta razón, creemos que es poco probable que no se apliquen los frenos de emergencia si tenemos por delante el riesgo a una nueva hiperinflación.
Pero la inminencia de una híper no es el problema más importante que tiene la Argentina: nuestro verdadero desafío es encontrar el camino del crecimiento económico que perdimos hace casi una década.
Sin crecimiento nuestro país carece de un destino y esto explica el malestar que vive a diario la mayoría de la gente.
(*) Chief Strategist Wealth Management Fondos Cohen.
@DiegoFalcone78.