Buenos Aires, 10 octubre (PR/20) — La beatificación de Carlo Acutis, joven italiano que murió en 2006 ofreciendo todos sus sufrimientos por la Iglesia y por el Papa, tuvo  lugar hoy, 10 de octubre de 2020, en Asís, Italia.

A continuación ofrecemos un artículo de Isabel Orellana sobre el nuevo beato de la Iglesia.

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Carlo Acutis, contemporáneo nuestro, tenía 15 años cuando entregó su alma a Dios habiendo legado al mundo una mochila repleta de bendiciones que obtuvo con su cotidiana entrega. Oración, Eucaristía, amor a la Virgen…, y un hondísimo afán por llevar la fe con el instrumento que tenía en sus manos y que sabía manejar de forma hábil, inteligente: Internet. Y lo logró conmoviendo a incontables personas que antes seguramente ignoraban la existencia de milagros eucarísticos, amén de las igualmente numerosas que ya sabían de ellos. Por algo se le denomina “primer influencer de Dios” y “ciberapóstol de la Eucaristía”. Él, que puso el símil del globo que para ascender debe soltar todo lastre, al igual que hemos de hacer nosotros con “nuestros pecados veniales”, subió al cielo sin red. Se había lanzado al vacío sin fondo del amor divino siendo un niño y ya nada ni nadie podría sujetarlo.

De padres milaneses, bien situados profesionalmente, nació en Londres el día de la Santa Cruz, 3 de mayo de 1991, y pocos meses más tarde lo llevaron a Milán donde iba a pasar el resto de su corta existencia. Era bien parecido, aplicado en sus estudios, un chaval despierto y en apariencia como los demás si bien sus actos de generosidad hacia los débiles y desamparados ya delataban que en él latía algo grande.

Aunque sus padres eran católicos no practicantes le habían bautizado y no pusieron impedimento para que recibiese la primera comunión y la confirmación. Estudió en colegios religiosos y se inició en las verdades de la fe a través de su niñera polaca; después un empleado doméstico que había en su hogar debido a su testimonio se convirtió. A su costumbre de entrar en cualquier templo que tenía a la mano, fue añadiendo las prácticas de piedad comunes a los integrantes de la vida santa. Sus compañeros, sus amigos apreciaban su valía, y sus seres queridos, como su madre, impregnada también por su ejemplo, se acostumbraron a ver como algo natural la singularidad de Carlo. Porque en sus gestos y palabras se traslucía la excepcionalidad de alguien que estando en el mundo vivía con los ojos puestos en el cielo. Son esos “santos de la puertas al lado” que aparecen rutilantes cuando se van al seno de nuestro Padre celestial.

Había sido adornado con la sabiduría divina. Consideraba a la Eucaristía como su “autopista hacia el cielo” y el “Rosario la escalera más corta” para ascender a él, y el “arma más poderosa” después de la Eucaristía, para luchar contra el diablo. Juzgaba que “nuestra meta debe ser el infinito; no el finito”, porque aquél es “nuestra patria. Desde siempre el cielo nos espera”. Amaba profundamente a la Iglesia que defendía sin dudar. Con enorme lucidez había reparado en la singularidad de la persona: “Todos nacemos como originales, pero muchos mueren como fotocopias”. Sabía que “una vida normal puede convertirse en extraordinaria si colocamos a Dios en ella”. Estar siempre unido a Jesús era el único “programa” de su vida. Así aconsejaba: “Encuentra a Dios y encontrarás el sentido de tu vida”. No hubo en ella otra mujer que la Virgen María. Y tenía muy claro que a lo único que “debemos temer realmente es al pecado”. Estos y otros pensamientos que estos días salen a la luz reflejan toda una teología.

El 11 de octubre de 2005 una agresiva leucemia de la que supo no saldría con vida, y así lo vaticinó en un video con serena alegría, se mostró con toda su crudeza. Se ofreció en libación por el Papa y por la Iglesia “para no tener que estar en el Purgatorio y poder ir directo al cielo”. Y el 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar se apagaban sus ojos abriéndose en el cielo que soñó. Tanto bien sembrado comenzó a germinar. Al abrir su tumba se halló su cuerpo incorrupto. Beatificado el 10 de octubre de 2020.

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Fuente: Agencia Zenit