Buenos Aires, 11 febrero (PR/18) — El 11 de febrero de 1858, Bernadette, una niña de catorce años, recogía leña en Massbielle, en las afueras de Lourdes, Francia, cuando acercándose a una gruta, una ráfaga de viento la sorprendió y vio una nube dorada y a una Señora vestida de blanco, con sus pies descalzos cubiertos por dos rosas doradas, que parecían apoyarse sobre las ramas de un rosal, en su cintura tenia una ancha cinta azul, sus manos juntas estaban en posición de oración y llevaba un rosario.

 
Bernadette al principio se asusto, pero luego comenzó a rezar el rosario que siempre llevaba 
 consigo, al mismo tiempo que la niña, la Señora (Aqueró, en el dialecto local) pasaba las cuentas del suyo entre sus dedos. Al  finalizar, la Virgen María retrocedió hacia la Gruta y desapareció. Estas apariciones se 
 repitieron 18 veces, hasta el día 16 de julio.
 
El 18 de febrero en la tercera aparición la Virgen le dijo a Bernadette: "Ven aquí durante 
 
quince días seguidos". La niña le prometió hacerlo y la Señora le expresó "Yo te prometo que 
 
serás muy feliz, no en este mundo, sino en el otro".
 
La noticia de las apariciones se corrió por toda la comarca, y muchos acudían a la gruta 
 
creyendo en el suceso, otros se burlaban.
 
Santa BernardetEn la novena aparición, el 25 de febrero, la Señora mando a Santa Bernadette a 
 
beber y lavarse los pies en el agua de una fuente, señalándole el fondo de la gruta. La niña no 
 
la encontró, pero obedeció la solicitud de la Virgen, y escarbó en el suelo, produciéndose el 
 
primer brote del milagroso manantial de Lourdes.
 
En las apariciones, la Señora exhortó a la niña a rogar por los pecadores, manifestó el deseo de 
 
que en el lugar sea erigida una capilla y mando a Bernadette a besar la tierra, como acto de 
 
penitencia para ella y para otros, el pueblo presente en el lugar también la imito y hasta el 
 
día de hoy, esta práctica continúa.
 
El 25 de marzo, a pedido del párroco del lugar, la niña pregunta a la Señora ¿Quien eres?, y 
 
ella le responde: "Yo soy la Inmaculada Concepción".
 
Luego Bernadette fue a contarle al sacerdote, y él quedo asombrado, pues era casi imposible que 
 
una jovencita analfabeta pudiese saber sobre el dogma de la Inmaculada Concepción, declarado por 
 
el Papa Pío IX en 1854.
 
En la aparición del día 5 de abril, la niña permanece en éxtasis, sin quemarse por la vela que 
 
se consume entre sus manos.
 
El 16 de julio de 1858, la Virgen María aparece por última vez y se despide de Bernadette.
 
En el lugar se comenzó a construirse un Santuario, el Papa Pío IX le dio el titulo de Basílica 
 
en 1874. Las apariciones fueron declaradas auténticas el 18 de enero de 1862.
 
Lourdes es uno de los lugares de mayor peregrinaje en el mundo, millones de personas acuden cada 
 
año y muchísimos enfermos han sido sanados en sus aguas milagrosas. La fiesta de Nuestra Señora 
 
de Lourdes se celebra el día de su primera aparición, el 11 de febrero. 
 
 
El mensaje de la Virgen
 
El Mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes, Francia, en 1858, puede resumirse en los 
 
siguientes puntos:
 
1-Es un agradecimiento del cielo por la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, que se 
 
había declarado cuatro años antes (1854), al mismo tiempo que así se presenta Ella misma como 
 
Madre y modelo de pureza para el mundo que está necesitado de esta virtud.
 
2-Es una exaltación a la virtudes de la pobreza y humildad aceptadas cristianamente, al escoger 
 
a Bernardita como instrumento de su mensaje.
 
3-Un mensaje importantísimo en Lourdes es el de la Cruz. La Santísima Virgen le repite que lo 
 
importante es ser feliz en la otra vida, aunque para ello sea preciso aceptar la cruz.
 
4-Importancia de la oración, del rosario, de la penitencia y humildad (besando el suelo como 
 
señal de ello); también, un mensaje de misericordia infinita para los pecadores y del cuidado de 
 
los enfermos
 
 
Santa Bernardette
 
Santa Bernadette Soubirous: nació el 7 de enero, de 1844, en el pueblo de Lourdes, Francia. Su 
 
nombre era Marie Bernard, pero la llamaban Bernadette. Su salud era precaria, desde niña fue 
 
asmática, tiempo después de las apariciones, fue admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad 
 
de Nevers. En julio de 1866 comenzó su noviciado y el 22 de septiembre de 1878 pronunció sus 
 
votos, falleció unos meses después, el día 16 de Abril de 1879.
 
La vida de Bernadette, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades y humillaciones, 
 
soporto muchos dolores, tenia tuberculosis, un tumor en la rodilla, problemas en los oídos.
 
 
En los primeros años con las monjas, la Santa jovencita sufrió mucho, no sólo por su mala salud, 
 
sino también a causa que la Madre superiora del lugar que no creía en sus enfermedades, 
 
inclusive decía que cojeaba de su pierna para llamar la atención. 
 
Como religiosa se dedicó a ser asistente de enfermería y más tarde cuando ya estuvo muy mal de 
 
salud, fue sacristán. Antes de morir dijo: "Ruega Señora por esta pobre pecadora".
 
 Santa Bernardita, incorrupta, 30 años más tarde, su cadáver fue exhumado y hallado en perfecto 
 
estado de conservación, unos años después, poco antes de su Beatificación, efectuada el 12 de 
 
Junio de 1925, se realizó un segundo reconocimiento del cuerpo, el cual seguía intacto.
 
Bernadette fue Canonizada el 8 de diciembre de 1933. Su cuerpo incorrupto todavía puede verse en 
 
el Convento de Nevers, dentro de un féretro de cristal. La festividad de la Santa se celebra el 
 
16 de Abril.
 
 
La Piedad de Bernardette vence las pruebas
 
Dos virtudes resaltaban en Bernardette: la piedad y la modestia. Para ser piadoso 
 
no es necesario ser sabio. Aún cuando se hizo religiosa, ella misma decía que no sabía como orar 
 
y sin embargo pasaba largas horas en oración. Y su oración no era mecánica, sino que le hablaba 
 
a Dios y a la Virgen como se habla con una persona cara a cara. Era pues una oración del 
 
corazón, intensa, honesta y eficaz.
 
 
Amaba la oración. Ella sabía muy bien como rezar el Santo Rosario el cual siempre llevaba en su 
 
bolsillo. Lo tenía en sus manos cuando se le apareció la Virgen. Su primer gesto en momentos de 
 
cualquier prueba o dificultad era siempre tomar su rosario y empezar a recitarlo.
 
La pequeña escogida por la Virgen tendría mucho que sufrir hasta el día de su muerte, tanto 
 
sufrimientos morales como físicos; pero nunca debemos olvidar que Dios guía a esta pequeña niña 
 
y que ella era responde con humildad, abandono, fe y coraje. Bernardette poseía además virtudes 
 
que serían criticadas durante toda su vida como "defectos". Por este error de la gente se puso 
 
en duda también la autenticidad de las apariciones.
 
Esta niña de solo 14 años (cumplidos en Enero 7 1858), tuvo que ser sabia, firme, 
 
extraordinariamente valiente y saber discernir, para poder enfrentarse con las personas que 
 
trataban de disuadirla, entre ellas sacerdotes, obispos, jefes de la policía, procuradores, etc.
 
Para tener una idea de la fortaleza interior y la capacidad de su juicio, podemos ver algunas de 
 
las frases que dijo durante los interrogatorios a los que tuvo que someterse. Después de que el 
 
Procurador Imperial, el señor Dutor, hizo quedarse de pie por mucho tiempo a Bernardette y a su 
 
mamá, al fin les dijo condescendientemente:
 
-"Ahí hay sillas. Pueden sentarse"
 
Bernardette respondió: "No. Pudiéramos ensuciárselas"
 
En otra ocasión, cuando le preguntaron sobre el idioma en que le habló la Virgen, Bernardette 
 
dijo:
 
-"Ella me habló en dialecto"
 
-"La Virgen María no pudo haber hablado en dialecto", le respondieron, "Dios y la Virgen no 
 
hablan dialecto".
 
A lo que ella respondió: "¿Cómo podemos saber nosotros dialecto si ellos no lo hablan?"
 
-"Oh, ¿por qué piensa que me habló en Francés? ¿puedo yo hablar en Francés?"
 
En la doceava aparición Bernardette le acercó un rosario a la Virgen. Un sacerdote le preguntó 
 
después de la aparición: ¿Así que ahora también bendices rosarios?
 
Bernardette se rió y dijo: "Yo no uso una estola, ¿o sí?."
 
Otro le preguntó: "Así que Bernardette, ahora que la Virgen te ha prometido que irás al cielo, 
 
no necesitas preocuparte del cuidado de tu alma".
 
Bernardette: "Pero Padre, yo solo iré al cielo si me porto correctamente"
 
Sus interrogatorios serían de largas horas, algunas veces días enteros; y sus interrogadores 
 
trataban de engañarla para que contradijera sus declaraciones. Pero ella se mantenía alerta, en 
 
guardia, sabiendo que ellos no querían la verdad, sino probar que lo había inventado todo.
 
Bernardette tuvo que enfrentarse frecuentemente con el párroco de Lourdes, Abbé Peyramale, quién 
 
tenía fama por su mal genio. Sin embargo todas las veces que nuestra santa fue a verlo, a pesar 
 
del temor que sentía, nunca se echó atrás, sino que siempre vencía su natural miedo. Su voluntad 
 
de cumplir con lo que la Virgen le había encargado podía mucho más que el mal genio del 
 
sacerdote.
 
Y así vemos como Bernardette cumple los deseos de la Virgen a pesar de grandes obstáculos y de 
 
sus propias flaquezas. Al final, en el último día de las apariciones, el 25 de marzo de 1858, la 
 
Virgen revela su identidad dándole a Bernardette la prueba que tanto pedía su párroco para 
 
creerle.
 
Las palabras de la Virgen, "Yo Soy la Inmaculada Concepción" , fueron las que derrumbaron de una 
 
vez por todas el muro de la incredulidad en el corazón de párroco, quién se convirtió desde ese 
 
momento en su más grande defensor y apoyo, usando su mismo temperamento contra los que atacaban 
 
a la niña.
 
A diferencia de otras apariciones, como La Salette, Pointman, Fátima, Knock, Beuraing, 
 
exceptuando la Medalla Milagrosa; Bernardette era la única vidente. No tenía otros que 
 
corroborasen el testimonio y le sirviesen de apoyo. Su única fuente de fortaleza era la misma 
 
Virgen Santísima. Pero esta era suficiente para ella.
 
Llegaría un tiempo donde sus cualidades, su fuerza interior, su rapidez al contestar, todas 
 
usadas para defender las Apariciones de la Virgen, se usarían en su contra. Aquellos que la 
 
apoyaban sabían entender sus grandes virtudes, pero para los que la criticaban eran sus grandes 
 
defectos. A su fortaleza interna le llamaban terquedad; a su rapidez en responder le llamaban 
 
insolencia. Una vez en el Convento de San Gildard, en Nevers, cuando fue acusada de tener amor 
 
propio, ella dibujó un círculo y puso la marca del dedo en el centro del mismo y dijo: "Que el 
 
que no tenga amor propio ponga su dedo aquí" (indicando la marca del centro).
 
Las apariciones fueron para Bernardette un regalo inmerecido, un regalo que que en si mismo no 
 
la hizo santa. Era un regalo para el mundo, pero que al mismo tiempo por su admirable 
 
correspondía a la gracia, la llevaría a la santidad.
 
Hemos de tener claro que Santa Bernardita no fue canonizada por haber visto a la Virgen 
 
Santísima, sino por haber subido por la escalera de la santidad a través de enormes pruebas y 
 
cruces. Para ser santo no es necesario haber tenido grandes experiencias místicas. Es suficiente 
 
tener estas dos cosas: humildad y amor. Es en la asidua oración y en la vida de virtud que el 
 
amor se expresa a sí mismo.
 
Después de las apariciones
 
Lourdes
 
La humilde jovencita escogida para tan gran misión, permaneció después de las apariciones 
 
como era antes, es decir la Virgen se encargo de conservarla sencilla, humilde y modesta. No le 
 
gustaban el bullicio ni la popularidad. 
 
Pasaba como una más, excepto por sus virtudes, por su inocencia, su candor y rectitud en su 
 
obrar. Hizo su primera comunión el mismo ano 1858, el 3 de junio, día de Corpus Christi. Nada 
 
espectacular sucedió excepto que ella había piadosamente recibido a Jesús.
 
Dios seguía visitándola, no con brillantes apariciones, sino por la prueba amarga de los 
 
sufrimientos: de la incomprensión, burla, casi siempre estaba enferma, soportaba dolores de toda 
 
clase, recogida y resignada con paciencia. Sufría de asma crónica, tuberculosis, vómitos de 
 
sangre, aneurisma, gastralgia, tumor de una rodilla, caries en los huesos, abscesos en los oídos 
 
que le ocasionaron sordera, que esta se le quito hasta un poco antes de su muerte.
 
La Virgen le dijo a Bernardette: "No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el 
 
próximo". Y estas palabras de la Virgen se cumplieron plenamente en nuestra santa. Mucho tuvo 
 
que sufrir durante su vida hasta su muerte a los 35 años. La salud de Bernardette era muy 
 
delicada, muchas veces tenía que estar en cama con fiebre; tenía días bien críticos con ataques 
 
de asma que muchas veces eran bien dolorosos.
 
Muchos encontraban cura en la fuente de Lourdes, pero no Bernardette. Un día le preguntaron: 
 
"¿No tomas del agua de la fuente?. Estas aguas han curado a otros, ¿por qué no a ti?. Esta 
 
pregunta insidiosa pudo haberse convertido en una tentación para Bernardette en no creer en la 
 
aparición, pero ella no se turbó. Le respondió:
 
"La Virgen Santísima quizás desea que yo sufra. Lo necesito"
 
¿Porqué tu más que otros?
 
-"El buen Dios sólo lo sabe".
 
¿Regresas algunas veces a la gruta?
 
– "Cuando el Párroco me lo permite".
 
¿Porqué no te lo permite todo el tiempo?
 
-"Porque todos me seguirían".
 
Antes habías ido aún cuando se te había prohibido.
 
– "eso fue porque fui presionada."
 
La Virgen Santísima te dijo que serías feliz en el otro mundo, así que estas segura de ir al 
 
cielo.
 
– "Oh no, eso será solo si obro bien".
 
¿Y no te dijo Ella que hacer para ir al cielo?
 
-"Nosotros lo sabemos muy bien; no es necesario que yo lo diga".
 
Últimos años en Lourdes
 
Bernardette no podía recibir en su casa el cuidado que ella necesitaba para su frágil salud y el 
 
gran número de visitantes curiosos le causaban fatiga. Viendo esta necesidad, Abbé Peyramale 
 
pidió a la Superiora del Hospicio de Lourdes que acogiera a la niña. Le dijo:
 
"Es con ustedes que la niña debe estar. Ustedes pueden darle el cuidado que ella necesita en 
 
todos los aspectos".
 
En el año 1860, las Hermanas de la Caridad de Nevers, que servían el hospital y la escuela, le 
 
ofrecieron un asilo titular. Desde aquel día permaneció bajo su techo, con su salud delicada, 
 
pero con su consigna de siempre: no llamar la atención de nadie. Aún cuando sus padres ya se 
 
habían mudado de la cárcel y vivían en un molino, le dieron permiso sin dificultades de 
 
permanecer con las hermanas. Su madre lloró por su partida pero sabía que era por el bienestar 
 
de la niña.
 
En el hospicio Bernardette fue asignada bajo el cuidado de la Hermana Elizabeth, quien le debía 
 
enseñar a leer y escribir mejor. Bernardette tenía 16 años, era julio de 1860. La superiora le 
 
dijo a la Hna. Elizabeth: "se dice que ella no es muy inteligente, mira a ver si es posible 
 
hacer algo con ella".
 
La Hna. Elizabeth al entrar en contacto con Bernardette diría: "Encuentro en ella una 
 
inteligencia muy viva, un candor perfecto y un corazón exquisito". Ella diría a la madre 
 
superiora: "Mi querida Madre, la han engañado. Bernardette es muy inteligente y asimila muy bien 
 
la doctrina que se le da."
 
Sin ser brillante, Bernardette adquirió gran cantidad de conocimiento elemental. En su tiempo en 
 
el hospicio, permaneció siendo una niña de su edad. Era recta, sincera, piadosa pero traviesa, 
 
muy vivaz, a quien le encantaba reír, jugar y bromear. Muchas veces la ponían a cuidar niños más 
 
pequeños, como era la costumbre en las escuelas elementales y Bernardette se mostraba tan joven 
 
y juguetona como la más pequeña niña.
 
Uno de los niños diría mas tarde:
 
"Bernardette era tan simple. Cuando le pedían que nos cuidara, lo hacía de una manera tal, que 
 
parecía otra niña jugando con nosotros, que no nos hacía pensar tanto en su aventura milagrosa. 
 
Criados con este pensamiento de que nuestra compañera había visto a la Virgen, lo considerábamos 
 
tan natural como un niño de hoy día que ha visto al presidente de la república".
 
Bernardette era completamente natural en su comportamiento diario, sin embargo era muy seria 
 
tocante a su vida cristiana.
 
Al crecer, Bernardette tuvo como toda joven, sus momentos de vanidad, queriendo estar arreglada 
 
y lucir bien. Pero todas estas vanidades pasaron por ella rápidamente y sin dejar ningún rastro 
 
en su corazón.
 
Decía la Hna. Victorina: "La fiebre pasó rápidamente y no dañó su profunda piedad".
 
La comunidad contaba con las oraciones de Bernardette. Un día una religiosa, la Madre 
 
Alejandrina, sufrió una torcedura y el médico le mandó a tener reposo. Pero ella era muy activa 
 
y le pidió a Bernardette que le pidiera a la Virgen que la curara. Bernardette inmediatamente 
 
fue a rezar ante la estatua de la Virgen en la capilla. Oró con todo su corazón. ¿Qué pasó?… 
 
no sabemos nada más que al otro día el doctor encontró a la Madre Alejandrina ocupada en su 
 
trabajo, como si nada hubiese pasado.
 
La vocación religiosa
La Virgen Santísima le dio una gracia especial al llamarla a la vida religiosa. Parece que nunca 
 
Bernardette consideró en serio el matrimonio. A los 19 o 20 años, en 1863, la vocación de ser 
 
religiosa se le presentó claramente. Había considerado vagamente ser carmelita, pero no fue 
 
difícil hacerle comprender que su salud era muy delicada para enfrentar los rigores del Carmelo.
 
Fue el Obispo Forcade de Nevers, que tenía en su diócesis la Casa Madre de las Hermanas de la 
 
Caridad del hospicio y la escuela de Lourdes, quien contribuyó definitivamente en su 
 
orientación. El le preguntó cuáles eran sus intenciones para el futuro y ella le respondió: 
 
"Señor Obispo, todo lo que pido es quedarme en esta casa como una sierva"
 
Pero hija mía, ¿no has pensado en llegar a ser una religiosa como las hermanas a las que tan 
 
apegada estás?.  
– "Oh, Señor Obispo, nunca he creído que esto pudiese ser para una ignorante y pobre niña como 
 
yo. Usted sabe bien que soy pobre y no tendría la dote necesaria".
 
No es la pobreza lo que debe detenerte. Se puede hacer una excepción a la regla y recibir a una 
 
joven sin dote, si ella tiene signos claros de vocación".
– "Señor Obispo, sus palabras me han tocado profundamente, le prometo que pensaré en ellas" .
 
Bernardette comprendía que una decisión como esta no se hace sin consideración y reflexión. El 
 
Obispo estaba muy complacido con su prudencia y le recomendó que se tomara su tiempo e hiciera 
 
su decisión con completa libertad y sin apresuramiento.
 
En Agosto de 1864, Bernardette dijo a la Madre Superiora del Hospicio:
 
"Madre mía, he orado mucho para saber si estoy llamada a la vida religiosa. Creo que la 
 
respuesta es "sí". Yo quisiera entrar en su congregación si soy aceptada. Permítame pedirle que 
 
le escriba al Obispo".
 
En respuesta la superiora abrazó a Bernardette y sus lágrimas de gozo fueron su afectuosa 
 
respuesta.
 
Habiendo hecho su elección, más ataques de enfermedad y la necesidad de tratar varios remedios 
 
retardaron la puesta en práctica de su promesa.
 
En 1866 escribió: "Estoy mas presionada que nunca a dejar el mundo. Ahora he decidido 
 
definitivamente y espero dejarlo pronto".
 
Por fin llegó el gran día a comienzos de Julio de 1866, tenía 22 años de edad. Por última vez 
 
fue a la amada gruta donde su despedida fue de todo corazón. "¿Ven la gruta?, era mi cielo en la 
 
tierra". Al día siguiente se despidió de su familia y en Julio 4 1866, Bernardette dejó su 
 
pueblo natal para nunca más volver.
 
Antes de partir improvisa una oración tomando como pauta el Magnificat: acción de gracias por la 
 
pobreza de su esclava. Se dirige directamente a María: "Si, Madre querida, tu te has abajado 
 
hasta la tierra para aparecerte a una débil niña..Tu, reina del cielo y la tierra, has querido 
 
servirte de lo que había de mas humilde según el mundo".
 
La religiosa, la Santa
 
Se va para comenzar su noviciado. Llegaron al convento de las Hermanas de la Caridad de Nevers, 
 
el 7 de julio de 1866 en la noche. El domingo Bernardette tuvo un ataque de nostalgia que le 
 
llevó a estar llorando todo el día.  La animaban diciéndole que este era un buen signo ya que su 
 
vida religiosa debía empezar con sacrificio. En los anales de la Casa Madre se lee:
 
"Bernardette es en realidad todo lo que de ella hemos oído, humilde en su triunfo sobrenatural; 
 
simple y modesta a pesar de que todo se le ha unido para elevarla. Ella ríe y es dulcemente 
 
feliz aunque la enfermedad se la está comiendo. Este es el sello de la santidad, sufrimiento 
 
unido a gozo celestial."
 
Hermana María Bernarda
 
Ni la superiora, la hermana Josefina Imbert, ni la maestra de novicias Madre María Teresa 
 
Vausou, entendían el tesoro que se les había confiado. Sí, admitían que la Virgen se le 
 
apareció, pero la veían tan "ordinaria", que tenían dificultad en ver santidad en ella. Su idea 
 
de santidad aparentemente era diferente a la de la Iglesia.
 
En el proceso diocesano de Beatificación, el Reverendo P. Peach, profesor de teología dogmática 
 
en el seminario de Moulins, les dijo a sus estudiantes:
 
"El testimonio llegó a esto, que Bernardette era muy ordinaria. Pero cuando se les preguntó si 
 
ella era fiel a las reglas, si tenía que ser corregida por desobediencia o en referencia a la 
 
pobreza y castidad, todas se apresuraron a decir: "Oh no, nada de eso".
 
¿Por qué sus superioras la juzgaban tan mal?; sólo se puede encontrar respuesta en que era parte 
 
de la Providencia Divina para la santificación de Bernardette. De manera particular la Maestra 
 
de Novicias, Madre María Teresa Vauzou, quién fue la causante de muchos sufrimientos 
 
espirituales de Bernardette durante los 13 años que vivió en el convento. La Madre María, quien 
 
era estimada por su ojo agudo y su penetración psicológica, nunca fue capaz de leer en esta alma 
 
límpida su íntima unión con Dios, ni tampoco su total abandono a los deseos de su divina 
 
voluntad, la cual formaba su vida interior.
 
Bernardette, sin haber estudiado sobre la formas de oración, pasaba horas en ella, recitando su 
 
rosario con gran fervor. Vivía en unión perpetua con la Virgen Santísima y a través de Ella con 
 
Jesucristo.
 
"Bernardette estaba totalmente perdida en Dios".
 
Al recibir el hábito de postulante, recibió su nombre de religiosa el cual sería su mismo nombre 
 
bautismal, Sor María Bernarda.
 
Profesión anticipada
 
Tres semanas después de haber recibido el hábito, Bernardette enfermó de gravedad con un nuevo 
 
ataque de tuberculosis y tuvo que ser puesta en la enfermería.
 
Esta crisis de sofocación asmática y de tos fue tan seria que el médico pensaba que su muerte 
 
era inminente.
 
La Madre Superiora llamó al Obispo y este le administró el Sacramento de Extrema Unción, pero 
 
ella no pudo recibir el Viático porque constantemente estaba vomitando sangre. Pensando que 
 
Bernardette estaba a punto de morir, la Madre Superiora quiso darle el consuelo de pronunciar 
 
sus votos. Habló con el Obispo, y la comunidad dio su aprobación unánime.
 
Sabiendo lo que iban a hacer, Bernardette respondió con una sonrisa de agradecimiento. Fue el 
 
Obispo Forcade quien presidió la ceremonia. Bernardette dio su consentimiento por medio de 
 
signos ya que no podía hablar. Entonces le fue dado el velo de profesa. Se pensaba que estaba a 
 
punto de morir, pero Bernardette siempre ponía su salud en las manos de la Virgen.
 
La nueva religiosa se durmió y se despertó a la mañana siguiente en un estado de felicidad que 
 
ella declaró a su Superiora:  
 
"Mi Reverenda Madre, usted me hizo hacer la profesión religiosa porque pensaba que iba a morir. 
 
Bueno, mire no voy a morir" .
 
La Madre Superiora entonces le respondió: "Tonta, tú sabías que no ibas a morir y no nos lo 
 
dijiste. En este caso, si no has muerto para mañana en la mañana, te quitaré el velo".
 
Y la hermana María Bernarda, con admirable sumisión heroica, le respondió simplemente:
 
"Como usted desee, reverenda Madre". 
 
Y a pesar del dolor que esto le causaba, supo aceptar este cáliz que el Señor le enviaba.
 
Su madre murió en Diciembre 8, 1866, tenía 45 años y esta fue una de las tristezas más grandes 
 
que experimentó. En medio de su dolor dijo al Señor:
 
"¡Mi Dios, tú lo has querido! Yo acepto el cáliz que me das. Que tu Nombre sea bendito".
 
Durante su noviciado, Bernardette fue tratada más severamente y quizás más cruelmente que las 
 
otras novicias. Sus compañeras decían: "No es bueno ser Bernardette". Pero ella lo aceptaba todo 
 
y veía en ello la mano de Dios.
Bernardette profesó el 30 de octubre de 1867 con el nombre de Sor María Bernarda. Tenía 23 años. 
 
Sin embargo, la felicidad de ese momento fue teñida por una ruda humillación.
 
Cuando llegó el momento de distribuir a las nuevas profesas los trabajos, la Madre Superiora 
 
respondió a la pregunta del Obispo: "¿Y la hermana Marie Bernard?, "Oh, Señor Obispo, no sabemos 
 
que hacer. Ella no es buena para nada". Y prosiguió: "Si desea, Señor Obispo, podemos tratar de 
 
usarla ayudando en la enfermería". A lo cual el Obispo consintió. La hermana Marie Bernard 
 
recibió el dolor de esta humillación en su corazón, pero no protestó, ni lloró, simplemente 
 
aceptó el cáliz.
 
Otro cáliz que pronto tomaría fue la muerte de su padre en 1871, 6 años después que su mamá. 
 
Supo de la muerte de su papá, a quien no había visto mas desde que dejó Lourdes, pero sabía que 
 
había muerto en la fe.
 
Una hermana la encontró llorando a los pies de la estatua de la Virgen y cuando la hermana la 
 
iba a consolar ella le dijo:
 
"Mi hermana, siempre ten una gran devoción a la agonía de nuestro Salvador. El sábado en la 
 
tarde le oré a Jesús en agonía por todos aquellos que morirían en ese momento, y fue 
 
precisamente en el mismo momento en que mi padre entró a la eternidad. Que consuelo para mí el 
 
quizás haberle ayudado".
 
Muchas tribulaciones tuvo que pasar; humillaciones, grandes y pequeñas se apilaban sobre ella y 
 
ella decía:
 
"Cuando la emoción es demasiado fuerte, recuerdo las palabras de nuestro Señor, "Soy Yo, no 
 
tengan miedo". El rechazo y humillaciones de mis Superioras y compañeras inmediatamente 
 
agradezco a nuestro Señor por esta gran gracia. Es el amor de este Buen Maestro el que hará 
 
desaparecer el árbol del orgullo en sus malas raíces. Mientras más pequeña me hago, más crezco 
 
en el Corazón de Jesús."
 
A Bernardette se le concedió un gran regalo al comienzo de 1874. Había sido asistente de 
 
enfermería, un trabajo que amaba mucho, pero sus fuerzas se diminuían.
 
Después de un ataque de bronquitis en el otoño de 1873, por el cual tuvo que ir al hospital, se 
 
determinó que estaba muy débil para seguir ayudando en la enfermería y se le dio el trabajo de 
 
menos esfuerzo físico en el Convento, el cual era al mismo tiempo el más importante, y el cual 
 
ella amó mucho más que el de ayudante de enfermería; la nombraron asistente de sacristán.
 
Su nueva posición le daba la oportunidad de pasar mucho tiempo en la capilla, cerca del 
 
Santísimo Sacramento. Estaba casi sin supervisión, lo que le permitía hablarle al Señor en el 
 
Tabernáculo, sin que nadie pensara que ella era extraña.
 
Manejaba todos los artículos sagrados con gran reverencia. El corporal, los purificadores y las 
 
albas los trataba consciente que Jesús Encarnado los había tocado durante el Sacrificio de la 
 
Eucaristía. Por eso no permitía que nadie le ayudase en este ministerio.
 
Pero este regalo no duró por mucho tiempo ya que su salud constantemente empeoraba. A partir de 
 
1877 no es más que una inválida. Se le provee cuidado lo más posible y ella obedece todas las 
 
prescripciones.
 
Pronunció sus votos perpetuos el 22 de septiembre de 1878, en un tiempo en que se sentía mejor. 
 
Pero no duró mucho. Al siguiente 11 de diciembre, retornó a la enfermería, para nunca más salir. 
 
Sus últimos meses fueron muy difíciles, haciéndole pasar por la noche oscura del alma. Perdió 
 
confianza, la paz del corazón y la certeza del cielo. Fue tentada al desánimo y desesperación. 
 
Pensaba que era indigna de la salvación. Este fue su cáliz más amargo y su sufrimiento mayor.
 
También sufría mucho físicamente. La cama le causó tener la espalda repleta de llagas. Su pierna 
 
tuberculosa se le reventó. Desarrolló abscesos en los oídos, los que la hicieron prácticamente 
 
sorda por un tiempo. Si no hubieran sido tan evidentes sus síntomas, nadie se hubiese sospechado 
 
que estaba enferma. Su actitud tan serena y gozosa no manifestaba el profundo sufrimiento que 
 
padecía. No perdió su fortaleza y su aceptación.
 
A una hermana le dijo que iba a orar para que el Señor le mandara consolación, ella le 
 
respondió: "No, no, no consolación, solo fortaleza y paciencia" .
 
Bernardette padeció su pasión durante la Semana Santa de 1879. El día 16 de Abril de 1879 rogó a 
 
las religiosas que la asistían que rezaran el rosario, siguiéndolo ella con gran fervor. Al 
 
acabar un Ave María, sonrió como si se encontrara de nuevo con la Virgen de la Gruta y murió. 
 
Eran las 3:15 PM.
 
Sus últimas palabras fueron la conclusión del Ave María: "Santa María, Madre de Dios, ruega por 
 
mí pobre pecadora….pecadora…".
 
Su cuerpo fue puesto en la pequeña Capilla Gótica, situada en el centro del jardín del Convento 
 
y la que estaba dedicada a San José. Fue en esta Capilla en la que, después de 30 años, en 
 
Septiembre 22, 1909, reconocieron el cuerpo, en vista al proceso de Beatificación diocesano. El 
 
cuerpo fue hallado en perfecto estado de preservación. Su piel dura, pero intacta, mantuvo su 
 
color. Hubo un segundo reconocimiento en Abril 18, 1925, poco antes de su Beatificación el 12 de 
 
Junio de 1925.
 
Bernardette fue Canonizada el 8 de Diciembre de 1933. Y celebramos su fiesta el día en que 
 
partió a la casa del Padre, el 16 de abril.
 
Lourdes se ha convertido en el santuario Mariano mas visitado de Europa y el segundo en el 
 
mundo, después del Santuario de la Virgen de Guadalupe en México. Infinidad de enfermos han sido 
 
sanados en las aguas milagrosas de Lourdes, pero el mayor milagro siguen siendo las muchísimas 
 
conversiones del corazón.
 
Santa Bernardette todavía se puede observar incorrupta en su capilla en Nevers, dentro de un 
 
féretro de cristal donde parece estar dormida. Su dulzura y paz aun toca los corazones.
 
¡Santa Bernardette, ruega por nosotros!
 
 
Tomado del Centro Católico de Evangelización SCTJM corazones.org
 
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