Buenos Aires, 22 enero (PR/22)– Según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) se proyecta un incremento en las precipitaciones extremas en el este y sur de Argentina y en la cordillera de los Andes. Además, un fuerte retroceso de los glaciares a causa del cambio climático provocará  un aumento de la temperatura media a una tasa más alta.

Las consecuencias ya son palpables. Hace tan solo unos días, más de 50 ciudades de Argentina superaron los 40 grados Celsius y se batieron múltiples récords de temperaturas máximas. En línea con aquello, Marcelo A. Corti, Director del centro GEO, sostiene que “empezamos a ver, a raíz de los eventos de las últimas semanas, que el cambio climático no sólo tiene efectos lejos de mi círculo, de mi casa, sino que afecta considerablemente nuestra vida cotidiana”.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires las condiciones de colapso energético debido a las altas temperaturas se intensifican año a año. La demanda energética sigue creciendo a niveles que la oferta no puede satisfacer. Los cortes no solo afectan la posibilidad de refrigeración, sino también la provisión de un servicio esencial: el agua. Sin potabilización y distribución el agua no puede llegar, y sin agua por mucho tiempo la ciudad colapsa.
Estos cambios inminentes exigen la necesidad imperiosa de una transición energética, pasar de un sistema energético basado exclusivamente en combustibles fósiles a uno de bajas emisiones o sin emisiones de carbono, basado en fuentes renovables. Cambiar las formas de producción y consumo energético es un hábito no sólo deseable sino necesario que debe comenzar cuanto antes.
Por fuera de la metrópolis se suman otros problemas: la magnitud y frecuencia de incendios. Según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, las causas fundamentales de las conflagraciones son la falta de precipitaciones, las altas temperaturas y el bajo porcentaje de humedad, sin dejar de resaltar que el 95 % de los incendios forestales son producto de la intervención humana.

El INTA identifica los incendios como una de las principales causas de desertificación en Argentina. El 70% del país son tierras secas y el 81,5% presenta algún proceso de degradación. La desertificación trae graves consecuencias como la migración, el abandono de tierras, la pobreza y la marginalización, además de un desequilibrio territorial y ambiental.

Los desmontes, sobrepastoreo, mal uso agrícola, y el desarrollo urbano promueven la degradación del suelo al punto de que podría no haber retorno. Cuando el suelo pierde nutrientes y estructura, se ve afectada su capacidad productiva y los servicios ecosistémicos que brinda, como el ciclo de nutrientes, mantenimiento de la diversidad biológica, provisión de agua segura y alimentos.

El cambio climático es hoy y ya no es posible mirar para otro lado.”Antes veíamos catástrofes como el descongelamiento de los polos como algo lejano, que mirábamos con tristeza, hoy nos encontramos con que el cambio climático impacta en nuestro día a día: ya sea en la provisión de servicios públicos o en las temperaturas con las que tenemos que convivir tanto en verano como en invierno. Todo esto resalta la necesidad de ser más conscientes, ni siquiera por una cuestión de conciencia social o climática, sino ya por una cuestión práctica”, añade Corti. Las graves y notorias consecuencias del calentamiento global afectan nuestra rutina como individuos y están empezando a afectar nuestra calidad de vida también.  La alteración en la frecuencia de precipitaciones y temperaturas son un catalizador más de estos cambios, pero no son determinantes, las acciones humanas sí lo son.

Primicias Rurales

Fuente: Centro de Desarrollo Sustentable GEO, de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.