Escribe Susana Merlo

Buenos Aires, 1 de abril (PR/22) .- Un cisne negro es una rareza. Justamente por eso, cuando aparece una situación extraordinaria, o se deben prever los hechos más infrecuentes, en esos casos se apela a la figura del “cisne negro” como forma de calificación.

La sentencia, sin embargo, no parece valer para el campo argentino. Por hablar solo del último quinquenio, hubo 3 períodos consecutivos de seca; una bajante histórica del Paraná (que aún subsiste); y un récord de presión impositiva no comparable con ningún otro período previo, y menos aún, con cualquier otro país competidor en alimentos.

Pues bien, esos “cisnes”, que aún permanecen, parece que no alcanzaron y apareció el Covid que es cierto que afectó a todos, pero con una incidencia especial en los sectores más dispersos y alejados geográficamente, en especial, durante el primer año de cuarentena algo más que estricta que, incluso, impedía el paso entre provincias.

Luego vinieron temperaturas de verano récord en 80 años, e incendios infrecuentes, como los del verano pasado, que arrasaron con cerca de 2 millones de hectáreas (solo Corrientes tuvo alrededor de un millón), y que provocaron pérdidas que aún no se terminan de magnificar.

Completando la seguidilla, las heladas tempranas de fin de marzo dieron el golpe de gracia a las soja en plena floración y llenado. Obvio, las pérdidas se van a computar recién a la hora de exportar, cuando los dólares no estén.

¿Podía aparecer algo más?.

¡Si!, y surgió la invasión de Rusia sobre Ucrania y el conflicto bélico que desde fines de febrero terminó de descalabrar los mercados que ya estaban alterados después de 2 años de pandemia… Petróleo y gas en precios extraordinarios; también el trigo y el girasol (ya que ambos países son fuertes productores y exportadores), que arrastraron al resto. Un nuevo mapa de la logística, y reacomodamiento alcista de precios que afectó en forma bien distinta a los países “compradores”, que deben gastar más para comprar la misma cantidad de alimentos; y a los países “vendedores” que, si bien están afrontando mayores costos (por energía, transporte, etc.), están teniendo ingresos inesperadamente altos que afirmaron los valores bien por sobre la media que ya traían los productos.

Así, a la solidez mundial de la carne vacuna; de la leche a alrededor de U$S 4.000 la tonelada (leche en polvo); la soja de U$S 600/tn; o el maíz rondando los U$S 300/tn, se agregó el trigo que, aunque ahora se ubica en algo menos de U$S 400/tn, llegó a superar los U$S 500/tn al principio del conflicto, valor absolutamente extraordinario para este cereal.

Con semejante escenario, cualquier país exportador hubiera estado haciendo las cuentas sobre como invertir los montos extra que no habían sido ni remotamente previstos el año pasado y, mucho menos, hace 2-3 años atrás.

La salida más rápida de la recesión Covid seguramente hubiera estado entre los objetivos centrales; una mayor producción para el próximo ciclo; renovación de equipamiento; gastos atrasados en infraestructura (alambres, corrales, molinos, etc.), todo lo cual significa más movimiento económico y mayor (o, al menos, alguna) reactivación.

En su lugar Argentina opta por “cerrar” la economía, restringir exportaciones (por la “Mesa de los argentinos”), y también las importaciones porque no hay dólares…¡Un verdadero tiro en el pie!.

En lugar de distender, se contrae, y en lugar de crecer, se achica.

Lo peor es que estos precios mundiales extraordinarios no son sostenibles en el tiempo. Paulatinamente deberán tender a bajar para acomodarse en sus promedios, aunque en el caso del trigo y girasol, probablemente, se tarde uno o dos ciclos extra.

Los países desarrollados tenderán a bajar la alta emisión que implicó la pandemia, y con eso todos los precios deberán ir acomodándose, tal como va a ocurrir cuando se solucione el conflicto bélico en el Mar Negro, pero mientras tanto, los que tienen producción la colocan. Así está haciendo Uruguay, Paraguay, Chile, Brasil, por mencionar unos pocos países de alrededor.

Haciendo lo contrario, ¿quién puede querer invertir??.

Seguramente, ni siquiera los productores agropecuarios…

Fuente: Campo2.0

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