Buenos Aires, 19 de mayo (PR/22) .- El Centro de Información Nutricional de la Carne de Pollo (CINCAP) informa que este alimento es una buena elección por su alto valor proteico y bajo contenido en grasa. Además, es accesible y muy versátil lo cual permite diferentes preparaciones.

El hígado graso no tiene, hasta el momento, un tratamiento farmacológico específico, por lo que, para frenar el avance de la enfermedad, se aconseja realizar cambios en el estilo de vida: mejorar la alimentación, tener una adecuada hidratación, hacer actividad física y descansar bien. En cuanto a las proteínas, se recomienda ingerir de buena calidad o alto valor biológico, con escaso contenido de grasas. Entre éstas, una de las más destacadas es la carne de pollo.

La pechuga de pollo sin piel aporta tan sólo 1.5 gr de grasas, de predominio insaturadas y 2 gr por porción de 150 gr (1/2 pechuga grande). En el caso de la pata muslo sin piel, el aporte de grasas es apenas un poco mayor, siendo de 5.3 gr cada 100 gr de carne y de 8 gr por porción de 150 gr (1 muslo mediano).

A las personas con hígado graso se les aconseja aumentar el aporte de proteínas de la dieta a 1 – 1.5gr de proteínas/kg peso/día. Una porción de carne de pollo promedio aporta prácticamente 50% de esta recomendación, cubriendo casi 80% de las proteínas de alto valor biológico necesarias, con muy bajo aporte de grasas. Además, la carne de pollo aporta selenio, que es un potente antioxidante y que puede colaborar en disminuir el daño celular propio de la enfermedad.

El hígado graso es una afección multisistémica (ya que puede afectar otros órganos) que se caracteriza por la acumulación de un exceso de grasa en el hígado. El hígado es un órgano vital, que tiene múltiples funciones: almacenamiento, detoxificación de sustancias endógenas y exógenas, reservorio de sangre, defensa y, por sobre todo, control y regulación de las vías metabólicas. Se calcula que entre un 25-30% de la población general es afectada.

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Fuente: Aldo Massó