por Carlos Achetoni (*)

Buenos Aires, 9 agosto (PR/22) — En los próximos días se cumplirán 171 años del paso a la inmortalidad del general José de San Martín. Como argentino y como mendocino, siento un profundo y especial respeto y valoración por su vida y por su obra, no sólo por sus logros, sino también (y especialmente, diría) por su persona y los principios que lo guiaron.

Y destaco no sólo en su labor libertadora, sino también en su grandeza, que no sólo se constató en sus acciones. Y pienso en sus renunciamientos, por ejemplo, cuando decidió no aceptar la presidencia que le ofreció Lavalle, por lo que no regresó a nuestro país, dolido por la continuación de las peleas entre hermanos.

Y a la luz de ese accionar, resulta más triste aún ver las sombras que hoy nos rodean en una gran mayoría de los políticos.

Constatar que no sólo no buscan zanjar las diferencias entre los compatriotas, sino, por el contrario, las agitan y profundizan para preservar, agrandar o perpetuar el poder que detentan o al que aspiran. Mientras tanto, el país se va a pique, con una pobreza que avergüenza, al sentenciar a tantos compatriotas a la indignidad y el abandono. Los vemos a ellos jugando sus juegos, pensando en sus prioridades, moviendo sus fichas para mantener sus privilegios, haciendo sus fiestas, dándonos la espalda, sin importarles el sufrimiento de tantos, ni el deterioro de nuestro país.

Pienso en el esfuerzo en la lucha por la libertad que tuvieron nuestros próceres y quienes los acompañaron. En las vidas que se perdieron y en la sangre que se derramó. ¿Para qué? Si siempre nos peleamos acá adentro, buscando las diferencias sin pensar en el bien común. Creo que esa libertad no la supimos o no la quisimos usar de manera adecuada. Se ganó, pero luego se usó para someter al ‘otro’: a un grupo, a una clase, a una minoría… al distinto. Y así, nos vivimos peleando, mientras Argentina se hunde.

Ojalá la crisis en la que estamos sumidos como país sea la última. Que todos podamos abrir los ojos, encontrarnos y salir adelante. Que los políticos dejen de vivir en su salsa, y piensen en el pueblo. Pero en el pueblo en serio, en el colectivo, en todos los que habitamos este bendito país. Y no en “su pueblo”, es decir en sus seguidores o aduladores. Que gobiernen para todos. Que no haya enemigos a vencer, ni otros a quienes doblegar. Que termine el relato que demoniza al otro, para unir a los propios. Que se termine la interna, para dar lugar a las políticas que todos necesitamos. Que haya lugar para el encuentro, para el disenso respetuoso, para la construcción colectiva y el desarrollo armonioso. Que se termine la violencia contra el que piensa distinto y con ella la lógica binaria de amigos y enemigos. La Argentina somos todos, y sólo la podremos sacar adelante entre todos. No se pueden seguir salvando unos pocos, mientras millones caen en la miseria o no pueden siquiera pensar en un futuro mejor.

Espero que pensar en la figura de este prócer, ante este nuevo aniversario de su muerte, nos permita reflexionar, para que permitamos (metafóricamente hablando) el desembarco de San Martín en una nueva Argentina. Que podamos entre todos hacer un país sin fracturas, unido y próspero. Ruego que nos escuchemos, nos respetemos y nos pensemos uno, para poder, finalmente, lograr las condiciones con las que soñó San Martín y otros padres de la Patria, y pensar en un país mejor, en que todos queramos vivir, y no del que nuestros hijos quieran escapar, ante la falta de perspectivas. Estoy convencido de que están dadas las condiciones para que, si todos trabajamos juntos, esto pueda ser realidad.

(*) Presidente de Federación Agraria Argentina

 

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