Buenos Aires, 18 noviembre (PR/22) — Mientras que para muchos contar ovejas ayuda a conciliar el sueño, para Carlos Larrinaga el efecto es el completo opuesto. Su rutina de trabajo entre rebaños de ovejas y cabras es lo que lo mantiene despierto, alerta y por sobre todo feliz.

Su interés por estos animales comenzó de chico y de la mano de su familia. Su padrastro mantenía en San Juan -provincia de la que es oriundo- un pequeño tambo ovino, y sus tiempos libres los pasaba en los puestos cabreros de la montaña.

Si bien de grande decidió estudiar algo completamente alejado a ese mundo, como es la abogacía, tras recibirse se sinceró y decidió abrazar su pasión: el trabajo en el campo.

“No estudié veterinaria ni agronomía porque nunca me salió. No era muy bueno. Y tampoco me gustó el ejercicio de estar todo el día en una oficina. Siempre sentí que era un bicho de afuera. Y como la vida te va llevando y tengo buen inglés, dejé todo y me fui a buscar mi sueño”, dijo a Bichos de Campo Larrinaga.

¿Pero a dónde se fue? Nada menos que a Australia, donde realizó su primera experiencia laboral en el exterior y sumó habilidades para trabajar donde siempre quiso hacerlo: en Nueva Zelanda.

“En 2016 fui con una Working Holiday Visa a Australia, donde estuve bastante tiempo por la pandemia de Covid. Ese país, al igual que Nueva Zelanda, está en la cresta de la ola en lo que es ovinos y caprinos. Han tenido una producción y un desarrollo muy fuerte, sobre todo en genética. Tenés la posibilidad de ver razas que acá no existen. Cuando me metí en el rubro nunca más me moví de la industria de los pequeños rumiantes lecheros”, contó el sanjuanino.

Allí se desempeñó como administrador de una estancia y trabajó principalmente con ovejas merino. Transcurridos dos años en Western Australia, más precisamente en el cordón triguero de ese país donde se encuentran los principales planteos ovinos, Larrinaga regresó a la Argentina.

“La verdad es que cuando volví no me adapté mucho y por eso decidí irme a Nueva Zelanda. Me costó meterme en el rubro porque siempre te piden experiencia en el país. Pero logré ir a trabajar con ovejas carniceras en la Isla Sur hasta que junté experiencia suficiente y apliqué para trabajar en un tambo de ovejas muy bueno que hay al norte del país. Ahora estoy como subgerente”, señaló el joven.

Y agregó: “Se estila ver a extranjeros trabajando allá porque el trabajo en lechería es uno muy sacrificado, que quizás no todos quieren hacer. A mí me gusta lo que hago. Yo tengo otra profesión, podría hacer otra cosa, pero elijo hacer lo que me gusta. Y como hago lo que me gusta creo que tengo otra motivación”.

 

-¿Cuáles fueron tus responsabilidades con los ovinos?

-Asegurarme que el animal fuera ordeñado a la mañana, que todos los procedimientos de extracción de leche se cumplieran –no contaminar la leche, después de ordeñar hacer el lavado de planta y dejarla implacable, etc.-, organizar la alimentación de los animales, asignar parcelas usando el sistema Voissin, entre otras tareas. Peor lo esencial era sacar la leche y dar de comer.

-¿Cómo se maneja el tambo ovino?

-Primero se hace un destete temprano. Se deja al cordero con la madre unos días, de 2 a 4, hasta que se toma el calostro. Ahí el animalito va a la guachera y la madre pasa ordeñe. Se la testea y si no tiene más calostro ni mastitis va al tanque. Son dos ordeñes al día, uno a las 5 de la mañana y otro a las dos de la tarde.

-Ahora pasaste a caprinos.

-Sí. Luego de un tiempo con ovinos de leche fui a otro establecimiento, con otro tipo de trabajo. Si no es el establecimiento más grande de Nueva Zelanda es uno de los más grandes. Pero no nos gusta decir eso sino que somos los mejores.

-¿Cuáles son tus responsabilidades con esos animales?

-Soy encargado de salud animal. Hago de todo: manejar las enfermedades, hacer tratamientos preventivos, vacunar, extracción de leche, me hago cargo de los reemplazos de los chivos a determinada edad. Hago mucho de nutrición que también tiene que ver con la salud. Recorro el campo y chequeo el pasto, controlo los minerales presentes. Tenemos gente que administra la comida pero yo hago la parte de los números. Esta empresa provee leche a un secadero de leche y luego va a exportación. Nueva Zelanda exporta leche de cabra a Asia.

-¿Manejás rodeos grandes?

-Cuando trabajé con ovejas lecheras manejábamos unas 850. Yo he llegado a ordeñar a 400 en menos de una hora. Hacía un ordeñe rápido, ordenado y podía yo solo. Y no era un tambo robot, sino uno de tipo espina de pescado muy bien hecho. Y de rodeo caprino, ahora tenemos en total en ordeñe 4300 cabezas aproximadamente. Yo manejo más de dos mil cabras en una sala de ordeñe y controlo la salud de la otra mitad. A eso se le suma la salud de los chivos.

-¿Cómo cambian los manejos en esos países respecto a lo que se hace en Argentina? ¿Notaste muchas diferencias?

-Sí, muchísimas. Tuve la suerte de ver desde muy chico en San Juan el manejo criollo del animal. El animal en la montaña tiene un valor muy alto, por eso siempre lo mantenés vivo. El ojo clínico lo desarrollé en Argentina, salió de San Juan. En nueva Zelanda hay muy buena infraestructura, animales mansos porque los cuidás mucho y se busca usar la menor cantidad de gente. En una época estaba con las ovejas  y por ahí trabajaba una semana entera o diez días solo con otra persona. Cuidábamos a los corderos, unas vacas en engorde, mas los ordeñes de todas las ovejas y su nutrición, pero era posible hacerlo porque tenemos buenas instalaciones.

“Las corderitas las entrenas desde que nacen para que se acostumbren a ir y venir. Eso te alivia mucho en el día a día. Si tenés una oveja que está mal, con un silbido ella viene, la llevas a revisión, la metes en una volteadora y la revisas a ver qué tiene. Es mucho mas simplificado. No hay que ir con el caballo correteando animales”, agregó a continuación.

-La infraestructura es clave para sostener ese tipo de manejo.

-La infraestructura y la planificación son claves, sí. Es algo en lo que en esos países están bastante más avanzados.

¿La percepción económica es mejor que en Argentina?

-Claro que sí. Lo que allá se busca es que quien trabaja en esto cada vez lo haga mejor. Entonces a medida que sos mejor, cobrás mejor y a su vez se necesita menos gente en el campo.

-¿Cuál es el salario mínimo de un trabajador rural en Nueva Zelanda?

-El sueldo básico ronda los 21.60 dólares neozelandeses por hora (13.12 dólares americanos). Las jornadas en teoría son de 8 horas pero en los hechos trabajamos mucho más. De todos modos las horas extras se pagan. En mi caso trabajo más de ocho porque tengo muchas responsabilidades. Hay cosas que no admiten dilaciones de tiempo, como por ejemplo un grupo de animales enfermos. Lo tenés que hacer y listo.

 

-¿Vivís en el establecimiento?

-Sí. Generalmente en estos establecimientos vivís cerca. Te dan una casa porque te levantás muy temprano y si estás lejos se complica.

-¿La calidad de vida es buena?

-Se vive bien, sin sobresaltos. Trabajamos mucho pero no tenemos inseguridad. Jamás tuve miedo de que me vayan a robar una cabra o una oveja. Estacionás el tractor en la calle y no te roban la batería ni el gasoil. Vivís relajado en relación a ese tipo de cosas.

-¿Si tenés que elegir un país para trabajar, entre Australia y Nueva Zelanda, con cuál te quedas?

-Mirá, con ovejas lecheras solo trabajé en Nueva Zelanda. Ese país tiene algo lindo que es que las estaciones son cortas. El clima es medio fulero pero te sirve para la lechería. Tenés inviernos muy llovedores y es un embole porque en plena parición tenés lluvia. El clima es es más lindo en Australia si te gusta el calor. Pero a veces tenía que vacunar con 43 grados y era difícil. No se puede comparar tanto porque si bien ambos tienen desarrollo agrícola, uno es un país gigantesco con mucho peso propio. Australia es una potencia.

-¿Qué le recomendarías a alguien que quiere hacer lo mismo que vos?

-Le diría que el premio viene del esfuerzo. No es que por irte vos vas a estar mejor. Muchos creen eso yéndose de Argentina. Si la peleabas en Argentina y te vas con la misma mentalidad, obviamente te va a ir bien porque el esfuerzo ya lo traes con vos. Pero no es que por irte la tenés servida. Vos te vas y sos un trabajador golondrina mas. Tenés que hacer tu carrera.

-¿El idioma es una barrera?

-Si bien en muchos lugares no le dan tanta bola al manejo del inglés, en la medida en que vos tengas un nivel de inglés aceitado y perfeccionado vas a poder crecer mucho. En Nueva Zelanda podés trabajar igual con un inglés bajo pero eso lo que te permite insertarte. Hay una gran diferencia entre ir a trabajar bien e insertarte entre la gente de allá, poder hacer trámites, tener reuniones con proveedores, pelear los precios, etc. El esfuerzo no es negociable y el idioma tampoco. En base a eso vos hacés tu camino.

 

 

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Fuente: Bichos de Campo