Matilde de Ringelheim -su nombre de pila- se caracterizó por ser una mujer humilde, piadosa y caritativa con los más necesitados. Apoyó y mandó a construir muchas iglesias y monasterios importantes como los de Quedlinburg, Nordhausen, Engern y Poehlden.
Linaje de guerreros
De niña fue educada por las monjas del convento de Erfurt, donde adquirió las numerosas virtudes cristianas que adornaban su carácter. Se casó muy joven con Enrique I, quien se convertiría más tarde en duque de Sajonia (año 912); ambos formaron un matrimonio feliz, bendecido después con la prole.
Una sierva de Dios es coronada
De este modo, Matilde se convirtió en reina, pero nunca dejó de ser una mujer sencilla y piadosa, muy generosa, dedicada a asistir a los más necesitados. Su figura es crucial, porque representa la impronta católica en la matriz del pueblo germano.
Todo por su familia y por los que sufren
Después de 23 años de matrimonio quedó viuda en 936, y decidió desprenderse de todas sus joyas y brillantes por el alma de su esposo fallecido. Otón I, su hijo, fue declarado emperador. Sin embargo, cuando todo presagiaba una sucesión tranquila, Otón la acusó de haberse puesto del lado de su hermano Enrique, quien se había rebelado contra su ascensión al trono imperial.
Otón, entonces, expulsó a su propia madre del palacio. Matilde, después de tan trágico suceso, fue acogida en un monasterio. Allí permaneció por algún tiempo, rezando y trabajando como una monja más, rogándole al Señor por la reconciliación de sus hijos.
Cuando la reconciliación llegó, Matilde fue repuesta en palacio, pero no pasaría mucho tiempo y sería acusada por ambos hijos de haber escondido parte del tesoro familiar para repartirlo entre los pobres.
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Fuente: ACI Prensa