Por José Calero.
.
Buenos Aires, 20 mayo, PR/23 (Especial de NA) — En una desigual carrera contrarreloj, el ministro de Economía, Sergio Massa, aguarda que en algún momento de junio el FMI dé señales de conceder el anticipo de fondos pedido con insistencia desde la Argentina.
El escenario es muy delicado, con un Banco Central sin reservas y un mercado acechando para forzar una devaluación de alto calibre que el gobierno se niega a convalidar.
Si hubiese que juzgar la situación por la mirada transmitida al mundo por el presidente de Brasil, un aliado como Lula Da Silva, la Argentina afronta niveles de “destrucción” provocados por su brutal endeudamiento.
En eso términos el mandatario brasileño transmitió su pedido de que los países más desarrollados ayuden a la Argentina, que indirectamente también sería colaborar con Brasil, su principal socio comercial.
Como casi siempre sucede, la crisis económica encuentra a la alianza gobernante en un momento de debilidad política.
Esa debilidad quedó más que clara esta semana, cuando la vicepresidenta Cristina Kirchner brindó su primera entrevista en seis años para mostrarse ajena a los errores cometidos y sinsabores padecidos por esta administración.
Fue raro escuchar a la dirigente hablando casi como si estuviera en la oposición, salvo en el momento en que aceptó que Massa “agarró una papa caliente”.
Como gestora de este experimento de gobierno, ¿no le cabe responsabilidad alguna a la vicepresidenta por el nivel de deterioro económico y social al que se llegó?, es una de las preguntas que no le hicieron durante esa cómoda entrevista. .
Mientras brindaba lo que fue casi un monólogo, Fernández de Kirchner dijo que la emisión monetaria no genera inflación cuando se realiza contra el ingreso de divisas, pero aceptó que la situación es distinta cuando los dólares se van del país a través de la fuga de capitales.
Al día siguiente, el ministro de Economía buscó ordenar el concepto y pidió hacer un mea culpa de que parte de la inflación actual la tiene la “emisión descontrolada” del Banco Central que generó una “bola de pesos”.
No habló de la herencia de Mauricio Macri, sino de este gobierno, es decir, la gestión de Martín Guzmán, y también la de Miguel Pesce.
La idea que quedó flotando es que la emisión fue aceptable para afrontar el momento más aciago de la pandemia, pero luego el Gobierno abusó de ese endulzante y no buscó corregir el déficit fiscal, lo que obligó a seguir emitiendo.
Pero el concepto más fuerte sobre el que machacó el ministro de Economía durante un encuentro de su Frente Renovador fue en la necesidad de que el futuro candidato surja del “consenso”, y se deseche la idea de una primaria.
Esa definición lo enfrenta con el Presidente, que dijo varias veces que quiere que haya competencia interna.
Cristina, en tanto, será seguramente quien defina el mejor mecanismo: ¿lo hará el jueves en el acto en Plaza de Mayo para recordar 20 años de la asunción de Néstor Kirchner?.
Mientras el andarivel político tiene casi todo por decidirse, el equipo económico busca atenuar el impacto de la inflación, que amenaza con dispararse a los dos dígitos.
Entre las medidas anunciadas para tratar de frenarla se mencionó la apertura de importaciones de frutas y verduras, pero esa advertencia choca contra una realidad áspera: la falta de divisas.
Ante la escasez, se busca restarle previsibilidad al mercado de cambios, donde se venían haciendo negocios fabulosos aprovechando la brecha cambiaria.
Pero la decisión de mayor impacto fue subir la tasa de interés a niveles cercanos al 100% (97%).
Esa medida ortodoxa, que Estados Unidos utilizó con éxito para bajar el costo de vida, venía siendo reclamada por el FMI.
El Gobierno busca que los inversores en pesos se queden en esa moneda y no vayan a presionar sobre las múltiples cotizaciones del dólar.
El riesgo de la decisión es que contribuya a frenar la actividad económica, y, en términos políticos, llegar a las elecciones en medio de una recesión.
JC/PT
http://www.facebook.com/AgenciaNA

Primicias Rurales

Fuente: Noticias Argentinas