Buenos Aires, martes 16 enero, PR/24 (Especial de NA, por Mayra García) — El reclamo por el silencio de los líderes de Unión por la Patria que lideró esta semana el camionero Pablo Moyano visibilizó la pregunta que muchos se hacen puertas adentro del ex oficialismo.
La ex presidenta Cristina Kirchner, armadora de la alianza que hizo ganar a Alberto Fernández en 2019, y el protagonista de la campaña 2023 Sergio Massa se han mantenido al margen del “combate” parlamentario y judicial que sectores opositores llevan adelante contra el mega DNU y la ley ómnibus del presidente Javier Milei.
Tímidamente, el ex presidente Fernández salió a desmentir informaciones sobre su persona y su gobierno en los últimos días, pero sin cuestionar a fondo las medidas oficiales.
La “resistencia” al gobierno libertario que muchos esperaban que encabezaran esos líderes -en menor medida Fernández- no se materializó en estas primeras semanas tras el desembarco del libertario en Olivos y la pregunta central es por qué no lo hacen.
Por lo bajo, los antiguos voceros esbozan dos explicaciones posibles: esperan en silencio hasta que se haga evidente que las medidas de Milei van a fracasar y, además, no quieren quedar pegados a un rechazo furibundo y que se los señale como quienes colocan los palos en la rueda que impiden el desenvolvimiento natural del gobierno.
Esa idea que sobrevuela desde hace años sobre que el PJ no deja gobernar es un estigma del que nadie quiere hacerse cargo, menos aún, si a esta gestión no le va bien.
Ese tema es entendido y apañado por algunos sectores, aunque otros cuestionan a las otrora cabezas de UxP por no estar al frente de la resistencia.
El principal foco de enojo se observa en la provincia de Buenos Aires, donde el gobernador Axel Kicillof busca construir un espacio que exceda al PJ local y lo catapulte a un liderazgo más amplio, a sabiendas de que sin el peronismo no se puede, pero con el peronismo solo no alcanza.
En ese contexto la silenciosa tensión entre Kicillof y el presidente del PJ bonaerense, Máximo Kirchner, se incrementa a diario.
La relación entre ambos no logró recuperarse de las jornadas de tira y afloje previas al cierre de listas de finales de junio pasado, y luego el episodio del yate que llevó a la cancelación a Martín Insaurralde -el hombre de Máximo en el gobierno bonaerense- le sirvió al economista para sacarse de encima la influencia del jefe de La Cámpora en su gestión.
“En el peronismo algunos están contentos de que los puteen, porque están borrados y le está aplicando un mazazo fenomenal a la clase media especialmente. Alguien lo tiene que decir”, señaló una fuente bonaerense a NA al hacer un análisis de las críticas de Pablo Moyano a Cristina, Alberto y Massa.
Además, en territorio provincial resaltan el “fastidio grande que hay con Máximo, que desde la campaña está borrado”.
Quien sale favorecido en esta revolución es Kicillof, que si sobrevive sin que la provincia se prenda fuego los próximos tiempos tiene chances -y ganas- de ser el jefe de la oposición y empezar a armar las bases de un nuevo espacio con nuevos actores.
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Un paro y muchos escenarios posibles
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En ese rompecabezas de oposición y peronismo sin líder, una pieza que habrá que ver cómo encaja es la del paro general que la Confederación General del Trabajo (CGT) anunció para el próximo 24 de enero.
Aunque se critica su inactividad durante los últimos cuatro años, algunos se entusiasman con que la central vuelva a tener el protagonismo que supo tener en otras épocas.
El recuerdo de Hugo Moyano parándole el país al kirchnerismo por el Impuesto a las Ganancias es una época de oro del gremialismo comparada con la actual, donde la batalla es básicamente por no perder derechos laborales y conservar fuentes de trabajo, jubilaciones, etcétera.
Los números del paro del 24 serán clave a la hora de analizar los resultados. Cuánta gente paró, cuánta gente se movilizó al Congreso, cuánta simpatía tuvo esa primera huelga a un gobierno que para ese momento habrá cumplido un mes y medio de gestión.
Los números del lado del Gobierno también serán importantes, es decir, cuántas calles de cortaron, cuánta gente permaneció en la vereda, cuántas personas fueron desalojadas de la calle para evitar piquetes.
Ese protocolo de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, será medido en toda la ciudad y observado con lupa en cada una de las esquinas.
¿Permitirá el gobierno que se corten las calles y avenidas centrales del centro? ¿Podrá el operativo de seguridad contener a los más de 200 mil trabajadores que espera convocar la CGT? ¿Habrá represión e incidentes?.
Preguntas que se contestarán el mismo 24 y que determinarán los resultados positivos o negativos para cada lado de la grieta, siendo una jornada fundamental para el devenir de la escena política y también para la suerte de la ley ómnibus que el gobierno busca aprobar con desesperación, que para ese momento ya tendrá una discusión más avanzada.

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Fuente: Noticias Argentinas