Por Agustín Gallardo
El desafío es concreto: mantener este recurso vital limpio y accesible. Hablamos del agua, nada más. Y nada menos. En un país como Argentina, la calidad de ese acceso varía considerablemente, dejando a millones de personas expuestas a peligros invisibles. Según datos de la Fundación Aguas, en Argentina hay más de 7 millones de personas sin agua potable y esto es algo que afecta especialmente a los niños menores de 2 años.
En el marco del unos de los Día Mundial del Agua, expertos de la Universidad de Buenos Aires alertaron sobre los desafíos que enfrenta Argentina para asegurar el acceso a agua segura y de calidad. A pesar de que un 85% de los hogares cuenta con acceso a una red pública de agua, los riesgos asociados a la contaminación del recurso son elevados.

En algunas regiones del país, cerca del 60% de la población está expuesta al arsénico, y hasta un 30% del agua embotellada presenta niveles de nitrato por encima de los límites recomendados, según detallan desde la UBA
Aunque el agua de red en la mayoría de las áreas urbanas cumple con los estándares de seguridad, su calidad varía considerablemente según la región y el proveedor del servicio.
Además, los contaminantes químicos, como el arsénico, el plomo y los nitratos, tienen efectos a largo plazo en la salud, pudiendo provocar enfermedades crónicas y cáncer.

En los últimos años, ha surgido una preocupación adicional por los contaminantes emergentes, compuestos como medicamentos, cosméticos y pesticidas que han sido encontrados en el agua en concentraciones mínimas. Aunque se desconoce aún su impacto a largo plazo en la salud humana y el medio ambiente, organismos internacionales como la OMS y la Agencia Europea de Medicamentos han identificado estos compuestos como prioritarios para la investigación.
El Dr. Alfredo Gallego, bioquímico y especialista en ciencias químicas y medio ambiente, destacó que “la exposición al arsénico afecta a cerca de dos tercios de la población. El nitrato, especialmente en bebés, es otro problema grave. De hecho, hasta el 30% del agua envasada presenta niveles de nitrato superiores a los límites establecidos”.
En los casos de lactantes, el consumo de agua con altos niveles de nitrato puede causar efectos tóxicos agudos, un riesgo particularmente grave para aquellos menores de 4 meses o prematuros.
Otro de los grandes desafíos es el arsénico presente en las aguas subterráneas de varias provincias argentinas. La exposición prolongada a este metal está asociada al desarrollo del Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (HACRE), una condición que provoca lesiones en la piel y aumenta el riesgo de cáncer. La discusión sobre los límites aceptables de arsénico continúa abierta, dado que la eliminación del contaminante requiere fuertes inversiones tecnológicas.

Víctor Jordan, responsable de Proyectos de la Fundación Aguas, explicó que en las zonas rurales las familias obtienen agua de pozos artesanales llamados “calzados”, que presentan riesgos, especialmente para los niños, debido al trabajo forzoso de cargar agua y la posibilidad de contaminación.
Esta Fundación prioriza hablar de “derecho humano al agua” en lugar de solo “acceso”, ya que este derecho implica agua de calidad, a una distancia razonable y en un tiempo adecuado. También que eduque sobre este derecho para que las personas puedan evaluar si su fuente de agua cumple con los estándares de seguridad.
El arsénico es uno de los contaminantes más peligrosos, presente de manera natural en el agua subterránea. En altas concentraciones, puede causar problemas de salud graves, como cáncer. Fundación Aguas, en colaboración con el ITBA (Instituto Tecnológico de Buenos Aires), está desarrollando el “Mapa del agua” desde 2016, para identificar los problemas específicos del agua en diferentes regiones del país.

En un estudio realizado en 1369 puntos, se encontró que el 25% de las muestras de agua subterránea en ciertas provincias, como Santiago del Estero y Chaco, superan los límites establecidos por las normativas de calidad del agua para consumo.
Este proyecto busca generar soluciones a medida para cada problema detectado, y resalta la importancia de conocer la calidad del agua en diversas regiones para prevenir riesgos para la salud pública.
El control del agua de red: una cuestión de gestión
En cuanto al agua de red, si bien la calidad es generalmente aceptable, su seguridad depende en gran medida de la correcta gestión y control por parte de los prestadores del servicio. Ejemplos como los brotes de diarrea en Berazategui en 2016 y en Rojas en 2004, revelan las fallas en el monitoreo y la importancia de realizar inspecciones periódicas.

Para garantizar un agua segura en los hogares, los expertos recomiendan una serie de medidas preventivas. Entre ellas, se destaca la importancia de mantener los tanques domiciliarios limpios y, en caso de utilizar agua de pozo, hervirla durante cinco minutos o agregar dos gotas de lavandina por litro. No obstante, los contaminantes químicos requieren análisis más detallados y el uso de filtros especializados.
¿Cómo surgió el Día Mundial del Agua?
En 1992, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, realizada en Río de Janeiro, desarrolló las bases para un modelo de desarrollo económico que considerara la conservación del medio ambiente.
Durante el encuentro, que reunió a líderes mundiales, organizaciones no gubernamentales y otros actores, la ONU propuso la creación del Día Mundial del Agua que se realiza en marzo.

Problemática global
Según la FAO, cada persona dispone de un promedio de 580 metros cúbicos de agua dulce al año. En total, se extraen 3.600 km³ anuales para consumo humano. Sin embargo, su distribución revela una desigualdad notable: el 69% se destina a la agricultura, el 21% a la industria y solo el 10% al uso doméstico. En América Latina, este último porcentaje es aún menor, del 8%.
A la par, más de 2.000 millones de personas carecen de acceso a agua potable, según la OMS, a menudo debido a la contaminación de escorrentías agrícolas o desechos industriales.

El problema se agrava con amenazas invisibles como los microplásticos, encontrados no solo en productos marinos, sino también en agua embotellada y tejidos humanos, así como los residuos farmacéuticos, que alteran la química de los ecosistemas acuáticos. La contaminación no solo reduce la cantidad de agua disponible, sino también su calidad, planteando un desafío multidimensional.
Según un estudio científico reciente, hasta 5.500 millones de personas en todo el mundo podrían estar expuestas al agua contaminada para el año 2100. Las investigaciones han destacado los desafíos que la calidad del agua superficial podría enfrentar en las próximas décadas, especialmente en el África subsahariana. “Aunque se espera que la calidad del agua mejore en la mayoría de los países desarrollados, las perspectivas para las naciones más pobres son preocupantes”, señala un estudio, publicado en la revista Nature Water .
Primicias Rurales
Fuente: Infobae