Buenos Aires, lunes 23 junio (PR/25) — La gracia pasa desapercibida para el cristiano común, sin embargo, es una condición de vida que debe ser inherente al católico que desea salvarse de verdad.
¿Qué es la gracia?
Conviene que recordemos el concepto “gracia” para comprender su importancia, por eso recurrimos al Catecismo de la Iglesia católica, que indica en el número 1987
Recordemos que nacimos con el pecado original por el cual estábamos privados de la gracia. Con el Bautismo recibimos de Dios muchos dones: nacemos a la vida nueva, somos justificados de nuestros pecados, somos hechos hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Además, como ya mencionamos, recibimos la gracia para responder a Dios, como dice el Catecismo:
Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios. La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (cf Jn 1, 12-18), hijos adoptivos (cf Rm 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (cf 2 P 1, 3-4), de la vida eterna (cf Jn 17, 3).
Ahora bien, notemos cómo el Catecismo insiste en la gratuidad del don de la gracia y la participación que Dios nos hace de su vida “infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para curarla del pecado y santificarla” n. 2023. ¿Para qué? para que recordemos que debemos cuidarnos de perderla.
Un don habitual
Así mismo es necesario que entendamos que “La gracia santificante es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor” n. 2000.
Es decir, el católico debe estar acostumbrado a vivir como hijo de Dios, sabedor de que de ello depende su salvación eterna. Estar en gracia, significa, por lo tanto, cumplir los mandamientos y hacer la voluntad de Dios, pero no solamente mientras esté dentro de la iglesia, sino, y sobre todo, en su vida diaria, con su familia y compañeros de trabajo, y más aún, con los extraños a quienes encuentre en su camino.
Tal manera de vivir significa ir más allá de cuidarse de pecar; quiere decir vivir la caridad cristiana:
“Todos los fieles cristianos […] son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad” (LG 40). “La perfección cristiana sólo tiene un límite: el de no tener límite” (San Gregorio de Nisa, De vita Moysis, 1, 5)
Y también, aceptar la voluntad de Dios don paciencia, porque él sabe mejor que nosotros lo que necesitamos para esta vida y la eterna:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16, 24).
Fuente: Aleteia
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