Bajo el título Lex orandi, lex credendi, lex vivendi, el prelado español y presidente de la Conferencia Episcopal Española, anima a los fieles a que “este tiempo de verano (europeo) sea ocasión de profundizar en la lex orandi, cómo vivimos y celebramos la Eucaristía. Así se expresa lo que creemos y ayudamos a los que se están iniciando en la vida cristiana a caer en la cuenta de cuál es nuestra fe”.
1. La Eucaristía no es un acto individual
Mons. Argüello explica que “la Eucaristía ni es un acto individual que exprese nuestra singular piedad —valiosa, por supuesto— ni tampoco del pequeño grupo que celebra, sino que es una celebración de la Iglesia”.
En este sentido, añade que los fieles “hemos de constituirnos como Asamblea que se dispone a ser Cuerpo de Cristo, adorar la presencia del Señor, a comulgarle y a sabernos enviados para ser también cuerpo entregado en medio del mundo”.
2. Mejorar el cuidado del silencio
El prelado señala que “a la hora de ahondar en el misterio de la Eucaristía para que se convierta en una expresión de lo que creemos, hemos de mejorar mucho el cuidado del silencio”, tanto antes de comenzar como durante la Eucaristía y al concluir “para poder acoger, en acción de gracias, lo que hemos celebrado”.
3. El coro está “para ayudar al pueblo de Dios a orar”
El canto es uno de los elementos contemplados en la liturgia que, desde el inicio “nos ayuda a formar asamblea, a sabernos convocados y reunidos en el nombre del Señor”. En este sentido, Mons. Argüello destaca: “Qué importancia tiene que el coro viva el ministerio de ayudar al pueblo de Dios a orar y cantar”.
Sobre esta cuestión, el arzobispo señala un aspecto a cuidar de modo especial: que se respete la letra propia cuando se interpretan algunas partes comunes de la Misa: “No es el Gloria cualquier canción en la que aparezca la palabra gloria”, sino su texto litúrgico. Lo mismo sucede, por ejemplo, con el Santo.
Por otro lado, Mons. Argüello advierte que “hemos de adecuar la música —letra y ritmo— con lo que en cada momento se celebra, porque es verdad que la Eucaristía es fiesta, pero también es el drama de la cruz”.
4. Participación de toda la asamblea
Si bien es cierto que hay determinadas personas que desarrollan ministerios especiales como los lectores o los acólitos, “todos los demás también participamos” de diversos modos. Esto se hace patente de manera más evidente en la presentación de las especies eucarísticas.
Por eso, “es significativo que el pan y el vino, incluso en la Eucaristía cotidiana, pero especialmente el Domingo, sea traído desde la Asamblea, sin necesidad de más ofrendas, quizá sin necesidad de ningún comentario”.
“El pan, el vino, la colecta para las necesidades de la Iglesia y la ayuda a los pobres expresan que queremos poner nuestra vida en el altar para que el Señor la transforme junto a lo que presentamos”, explica el prelado.
Mons. Argüello realiza especial hincapié en estas recomendaciones al modo en que se cuida el momento de comulgar, en diversos aspectos.
Por un lado, anima a quienes apenas comulgan sin razón aparente a plantearse: “¿Cómo vas a sostener tu vida de fe si no te alimentas, si no recibes al Señor?”. Por otro lado, frente a quienes “puedan comulgar de manera frívola, sin disponer el corazón”, el prelado anima a cuidar el momento de la comunión “”examinando nuestra conciencia” y conscientes de que “una palabra suya bastará para sanarnos”.
Así, añade que “hay ocasiones en la que esta palabra suya que necesitamos escuchar es ‘yo te absuelvo, yo te perdono de tus pecados’”, en referencia al sacramento de la Confesión.
6. Comulgar en la boca o en la mano
Respecto del acto propio de comulgar y sus diferentes modos, el Arzobispo de Valladolid explica que “no se expresa mayor respeto en la comunión por comulgar en la boca que por comulgar en la mano”. “El respeto está en el corazón en estado de gracia para recibir al Señor y en el espíritu de adoración, que vive el corazón y, de una u otra manera, manifiesta nuestro cuerpo”, sostiene.
Así, pide que, al ser en la mano, la ofrezcamos “en forma de cruz, como una pequeña cuna a la que el Señor viene, y comulgar respetuosamente ante el propio celebrante, ante el propio Señor”.
Respecto a quienes comulgan en la boca “queriendo expresar así el respeto eucarístico”, Mons. Argüello exhorta a “que puedan hacerlo en todas nuestras celebraciones”.
“Facilitemos que cada fiel cristiano pueda expresar con su propio cuerpo la manera en la que el asombro eucarístico se manifiesta en él: en la inclinación, en ponerse de rodillas en el comulgatorio, en comulgar en la mano, en recibir al Señor en la boca”, añade.
7. El sacerdote, con el alba y la casulla
Por último, el prelado fija su mirada en el modo de vestir, tanto de los sacerdotes como de los fieles que participan en la Misa, porque “también es importante cómo nos disponemos en el vestido a la hora de celebrar la Eucaristía”.
Así, explica que el sacerdote debe revestirse “con el alba y con la casulla” porque, advierte, “no es buena disculpa decir: como hace mucho calor, en este tiempo no me pongo casulla”.
Respecto de los fieles, Mons. Argüello señala que ha de cuidar su forma de vestir “desde la antigua tradición de vestirse de fiesta o de Domingo para celebrar el Día del Señor”.
A este respecto, añadió: “Vamos a celebrar la Pascua del Señor, por eso ha de cuidarse el decoro en el vestir, el respeto al Señor y también el respeto a los hermanos en la manera en la que vamos vestidos. Vestirse para la Eucaristía expresa también esa preparación remota, como el ayuno eucarístico que una hora antes de celebrar la Eucaristía prepara el corazón para recibir al Señor”.
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Fuente: ACI Prensa