“La enfermedad de este siglo es la soledad y nos escuchamos muy poco. Yo intento llevar un mensaje sencillo, porque el Señor es sencillo”, explica.
“Me doctoré en Filosofía, luego estudié Psicología y me especialicé en psicoterapia. Y de ahí surgió precisamente la necesidad de transmitir un mensaje bonito, un mensaje positivo en las redes sociales. Porque cuando entro en las redes, cuando enciendo la televisión, todo es negativo, todo es malo… Las malas noticias son noticia y, las buenas, quedan relegadas. Así que me dije: ‘¿Por qué no intentarlo?’”, explica en conversación con ACI Prensa justo antes de participar en un evento con otros influencers católicos en el auditorio de Vía de la Conciliación a pocos pasos del Vaticano.
Poco a poco comenzó a mandar frases inspiradoras y luego videos motivacionales y espirituales. La respuesta que encontró en la red fue sorprendente: “He sumado más de un millón de seguidores entre las diferentes plataformas y la edad varía, desde los más pequeños hasta los más grandes”.
No todos los que le siguen son católicos. De hecho, en las redes sociales ha encontrado un terreno fecundo para llevar la Palabra. “Hay muchas personas que no creen en Dios y me siguen, y me dicen: ‘Mira, aunque no creo, me gustas como sacerdote por lo que dices’. Lo que me hace sonreír de manera positiva es que al final de todo Jesús es para todos”, explica.
Tras años de discernimiento, dejó sus estudios de ingeniería informática y entró al seminario. Fue ordenado sacerdote a los 30 años y con 40 descubrió que también en lo digital y no solo en la sacristía hay una misión por cumplir.
La clave, insiste, es no complicar el mensaje: “Espero que realmente esto —vivir lo digital— sea más limpio, más bonito, aportando un mensaje sencillo, sin complicarlo, porque el Señor es sencillo”.
El rostro de una nueva pastoral
Ahora es sacerdote de la parroquia de San Francesco, en la diócesis de Brindisi, en el sur de Italia y ha notado que su trabajo en línea ha tenido un efecto directo: “El número de personas que vienen a mi iglesia se ha duplicado. No sólo gracias a los fieles locales, sino sobre todo por los que vienen expresamente desde otras ciudades de Italia para escuchar la homilía o confesarse”.
Este fenómeno de los misioneros digitales ha ganado tal fuerza que el Vaticano celebra, este 28 y 29 de julio, el Jubileo de los Misioneros Digitales e Influencers Católicos, un reconocimiento oficial —el primero— de esta nueva forma de evangelización. “Hasta hace algunos años desde arriba nos miraban con sospecha”, admite el P. Schena.
“La soledad es la gran enfermedad de este siglo”
Más allá de los likes y los algoritmos, este presbítero percibe una necesidad profunda en quienes lo siguen: “Ahora recibo algunos días incluso mil mensajes al día, entre privados y correos electrónicos. Mucha gente me escribe correos kilométricos, y al final pone: ‘No hace falta que me respondas. Lo importante es que alguien me haya escuchado’. Eso me hace sentir bien, porque realmente la enfermedad de este siglo es la soledad. Y nos escuchamos muy poco”.
Para el P. Schena, detrás de todo esto hay un vacío espiritual: “Por desgracia, esta sociedad nos ha impuesto el individualismo, y nosotros lo hemos acogido con los brazos abiertos. En este sentido, el mensaje de Jesús, de Cristo, llega a estas personas y las hace sentir mejor, aunque no sean creyentes”.