Tan rápido como se recuperó la producción (dándole la razón al optimismo oficial que pregonaban un rebote en forma de “V”), es como comenzaron a operar los factores que le ponen un techo. No hay fenómenos nuevos para explicar el agotamiento.
Buenos Aires, sábado 9 de agosto (PR/25 ) .- Como ya pasó muchas veces en el pasado, el ritmo de recuperación se aletarga por trabas profundamente enquistadas. El techo lo pone un cúmulo de déficits en el diseño de instituciones que condicionan el desenvolvimiento de la actividad productiva.
Las deficiencias del sistema tributario es una de las principales razones por las cuales la recuperación no empalma con crecimiento sostenido. No es el único factor que le pone techo al crecimiento de la producción, pero, sin dudas, es de los más importantes y complejos de resolver. Este diagnóstico es el que inspiro al gobierno a aplicar una reducción parcial en los derechos de exportación de los principales productos agropecuarios.
Gestos, paradojas y contradicciones
Las rebajas sobre las retenciones tienen más valor por el gesto, que por su contribución a la resolución de los problemas que genera el sistema tributario. Pero el aporte más relevante es que pone de manifiesto las paradojas y contradicciones a las que lleva la estrategia gradualista de supeditar la eliminación de los tributos que quitan competitividad a la baja del gasto público.
En una evaluación rápida y conservadora, los impuestos que urge eliminar -porque que son una clara traba para la producción- suman el equivalente a más del 7,6% del PBI. En orden de importancia, considerando la recaudación que generan, este cómputo incluye Ingresos Brutos, cheque, derechos de exportación, sellos y tasas municipales sobre las ventas. Hay otras imposiciones que se necesita revisar y moderar su impacto (por ejemplo, las contribuciones patronales) pero en un planteo de minina el desafío es eliminar (no simplemente reducir) estos 5 tributos que aporta más de un cuarto del total de ingresos que cuenta el Estado.
A esto hay que agregar, como factor que aumenta la complejidad, que son impuestos que dependen de los tres niveles de gobierno. Son muy importantes para el financiamiento del gasto nacional y decisivos para los presupuestos de la mayoría de las provincias y municipios. Por lo tanto, estamos frente al enorme desafío de encolumnar decisiones con la misma orientación y audacia en los tres niveles de gobierno. La baja en los derechos de exportaciones sirve para ilustrar la relevancia de considerar estos dos puntos.
La pérdida de ingresos para el Estado que genera la reducción parcial de las retenciones se estima por encima del 0.2% del PBI. Si se compara con el superávit financiero que ronda el 0,3% del PBI es un esfuerzo muy importante. Pero visto desde la perspectiva de la producción la rebaja anunciada es un avance menor, prácticamente imperceptible, frente al desafío de eliminar todos los malos impuestos. La paradoja de mucho esfuerzo fiscal para poco alivio a la producción desnuda una primera inconsistencia.
El otro punto a considerar es que la baja de derechos de exportaciones se compensa, en no menos de un 50%, con aumentos en la recaudación de otros impuestos. Sólo es una cuestión de tiempo para que una proporción importante de los ingresos públicos perdidos se recuperen por subas en Ganancias, IVA, Ingresos Brutos, sellos y tasas municipales. La mayor parte de esto ingresos son apropiados de manera directa o indirecta (vía coparticipación) por las provincias. El no haber previsto esta complejidad lleva a una segunda paradoja: la pérdida de ingresos para la Nación puede derivar en que las provincias aumenten los gastos corrientes porque van a disponer de más recaudación.
Coordinar o resignarse
La reducción de las retenciones pone de manifiesto las debilidades y limitaciones del planteo de que para eliminar los malos impuestos es imprescindible bajar el gasto público para no alterar el equilibrio fiscal. La estrategia de supeditar la eliminación de los malos impuestos a una baja de gastos público de similares dimensiones es doblemente inconsistente.
En primer lugar, porque mientras las necesidades de generar un entorno que aumente la competitividad son urgentes, el camino gradualista para eliminar los malos impuestos es, en el mejor de los casos, muy largo. Las evidencias son contundentes. La baja del gasto público aplicada en el 2024 implicó un enorme e inédito esfuerzo que significó, para el consolidado nación más provincias, un ajuste del orden del 5,5% del PBI. Es muy poco realista aspirar a una reducción adicional del gasto públicos que, para compensar la eliminación de los malos impuestos, debería ser aún mayor al aplicado en el 2024.
La dinámica y composición de las finanzas públicas muestra que un ajuste de las dimensiones que se necesita para compensar la eliminación de los manos impuestos no será posible, al menos en plazos breves. Los primeros meses de este año lo confirman. En el primer semestre del 2025, con gran esfuerzo, la Nación apenas está logrando que el gasto se estabilice, es decir que no vuelva a subir. Más preocupante aun es que los primeros indicios disponibles sugieren que en las provincias el gasto público está subiendo, es decir que el ajuste del 2024 se está revirtiendo.
Por segundo lugar, la estrategia es inconsistente porque para eliminar los malos impuestos es imprescindible una muy bien calibrada coordinación entre niveles de gobierno. En esto también la baja de retención deja lecciones muy pertinentes. El esfuerzo que hizo la Nación para bajar los derechos de exportación tendría mucho más impacto sobre la producción agropecuaria si se hubiese dado en el marco de un acuerdo con las provincias para que los mayores ingresos que recibirán, gracias a la reducción de los derechos de exportación, se usen para eliminar o bajar el impuesto a los ingresos brutos y sellos que encarecen los insumos que paga el sector agropecuario.
En conclusión, resignarse a tolerar impuestos que dañan la competitividad porque peor es volver al déficit fiscal no es la única ni la mejor alternativa. Mucho más consistente con los desafíos que plantea el entorno macroeconómico es diagramar una estrategia coordinada entre los tres niveles de gobierno para que los mejores impuestos (IVA, Ganancias, Impuesto al patrimonio) generen los recursos que se necesitan para compensar las pérdidas que provoca la eliminación de los malos impuestos. El “Súper IVA”, absorbiendo Ingresos Brutos y tasas municipales que gravan las ventas, es el mejor ejemplo.
Tan rápido como se recuperó la producción (dándole la razón al optimismo oficial que pregonaban un rebote en forma de “V”), es como comenzaron a operar los factores que le ponen un techo. No hay fenómenos nuevos para explicar el agotamiento.
Osvaldo Giordano
Presidente del IERAL
Primicias Rurales
Fuente: Fundación Mediterránea