Por Daniel Urcía, presidente de la Federación de Industrias Frigoríficas Regionales Argentinas (FIFRA)

Buenos Aires, sábado 23 agosto (PR/25) — En los primeros siete meses del año se faenaron 7.855.074 vacunos y 4.815.483 porcinos. Eso significa que se mantuvo alto el nivel de consumo de proteínas de origen animal lo que coloca a nuestro país entre los tres principales consumidores mundiales. En el caso de la carne bovina, el consumo supera los 50 kilos por habitante al año, posicionándonos como el máximo a nivel global.

Además, el consumo interno viene demostrando su interés por la ingesta de este tipo de alimentos ya que en las tres carnes se registran subas interanuales que superan a la inflación y que en el caso de la carne vacuna fueron trasladadas al precio de la hacienda.

La industria está “piloteando” la situación gracias al alto nivel de actividad, pero las cuentas no dan bien por la suba de costos y el nulo ingreso por los subproductos.

Como dijimos, el consumo se mantiene en buenos niveles, pero en julio también creció la exportación y eso fue posible por la mayor faena mensual.

El mes pasado hubo 22 días hábiles de faena, y al comparar con junio, que tuvo sólo 19 días hábiles, observamos una particularidad: la faena bovina aumentó un 10% en términos mensuales (1.244.608 vs 1.133.518), pero en el comparativo diario fue un 5% inferior (56.573 vs 59.658). En el caso de la faena porcina, la variación intermensual fue positiva, con un incremento del 9,5% (744.879 vs 680.449), mientras que en el comparativo diario cayó un 5% (33.858 vs 35.813).

En las últimas semanas, hemos observado un incremento en el costo del servicio de faena, y es importante explicar las razones de este aumento que no responde a una decisión aislada de las plantas frigoríficas, sino que es el resultado de una serie de factores complejos que involucran tanto al mercado, como a la estructura misma de la industria.

Por un lado, el mercado del cuero atraviesa una situación crítica: el precio internacional de este subproducto, históricamente relevante como fuente de ingresos para la industria, ha caído a niveles casi insignificantes. De hecho, algunos establecimientos han tenido que invertir en la disposición definitiva del cuero, dado su escaso valor actual. Esta pérdida impacta fuertemente, ya que el cuero solía ser uno de los principales atenuantes de los costos operativos.

A esto se suman otros incrementos en los costos estructurales que no pueden ser absorbidos internamente. En particular, los ajustes salariales y el aumento de los precios de la energía y los combustibles que siguen presionando de manera constante los gastos operativos.

En un sector como el nuestro, que depende de alta mano de obra y un elevado consumo de energía, estas variaciones se sienten rápidamente, junto con las inversiones necesarias para el mantenimiento de las instalaciones.

Como resultado, el costo del servicio de faena aumentó. No se trata de un beneficio adicional para la industria, sino de una necesidad inevitable para poder mantener el servicio en un contexto económico más frágil, donde la escala de operación es un factor determinante.

Es importante recordar que, como hemos señalado en este espacio anteriormente, el estatus sanitario de las plantas no solo es fundamental para garantizar la inocuidad de los productos que consumimos, sino que también es clave para competir en igualdad de condiciones.

En el contexto actual de altos costos, no es lo mismo operar con personal remunerado de acuerdo a los convenios laborales, con dotaciones completas y cumplimiento de normativas sanitarias, que operar sin estas garantías.

La evidencia de esto se puede ver al analizar la composición de la faena nacional. Por ejemplo, en la provincia de Corrientes, durante los primeros siete meses del año, 27 establecimientos reportaron una faena total de 68.495 animales, lo que representa menos del 1% de la faena nacional (0,87%). En este contexto, resulta imposible que la industria frigorífica de esa provincia pueda desarrollarse adecuadamente ni alcanzar estándares aceptables.

Desde FIFRA, consideramos que el desafío de competitividad es un reto que afecta a toda la cadena de valor. Por eso, es fundamental mantener la transparencia y explicar claramente las razones detrás de los aumentos, para que cada eslabón de la cadena pueda comprender mejor la situación y planificar sus actividades de manera más efectiva.

Editorial FIFRA – Agosto 2025

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